“Aún tenemos Patria, ciudadanos; el tímido,
el cobarde, que huya; pero los hombres de corazón deben quedarse, organizarse,
y tener la resistencia”. Manuel Rodríguez en la Plaza pública luego de la
derrota de Cancha Rayada
“No se trataba de combatir por un gobierno,
ni por un partido. Se trataba de combatir por la Nación misma. Combatir contra
la restauración de la oligarquía y el coloniaje… Por la defensa de los
trabajadores y sus organizaciones gremiales. Por el pan de los argentinos…”
Arturo Jauretche sobre el 55.
No hace falta ser un analista
político brillante para darse cuenta que la Argentina está en los umbrales de
una restauración neoliberal conservadora
con ansias de tomarse una revancha
clasista sobre el movimiento nacional y sus actores que llevó los destinos
de la patria estos últimos 12 años. Es conocido que el Contra-Almirante Rial en
el 55 le dijo a los trabajadores que habían ido a entrevistarse con Lonardi que
la Revolución Libertadora (más bien fusiladora), se había hecho para que “el hijo del barrendero muera barrendero”.
Basta ver las declaraciones, ya que “para muestra basta un botón”, del próximo
presidente sobre las universidades nuevas (¿“qué es eso de universidades por
todos lados”?), muchas de las cuales posibilitan el acceso a una primera
generación de estudiantes de su núcleo familiar (en algunos casos supera el
90%), que siguen pensando en la educación pública de calidad para el ascenso
social, al mismo tiempo que rompen con la lógica de las universidades de
tradición liberal, y buscan no solo el éxito individual, sino poder contribuir
al desarrollo de la nación con justicia social desde el lugar que ocupen, para entender
el clasismo del proyecto de la Alianza Cambiemos.
Alguno podrá decir que hace falta
esperar a que asuma el “nuevo gobierno” (que poco tiene de nuevo y mucho de
viejo), para hacer un análisis. Pero el gabinete ya anunciado no deja lugar a
dudas. Hay que “bucear” mucho en la historia argentina para observar un
Gabinete que exprese en esa magnitud los intereses privados, extranjeros y de
las minorías como el de Mauricio Macri. Representantes de las corporaciones más
poderosas dirigiendo los destinos de la Patria. Quizás sea lo más parecido sean
los gobiernos de la década infame, surgidos luego del golpe de estado del 30,
de los ocho integrantes del Gabinete, cuatro tenían vínculos con petroleras
extranjeras, otros con la Sociedad Rural y otros con capitales alemanes. Es el
Gobierno de la CEOcracia como bien lo llamó Alfredo Zaiat desde las páginas
(del ahora casualmente hackeado), matutino Página 12. Evidentemente como
gustaba recordar Scalabrini Ortíz “el
gato es mal guardián de las sardinas”.
Un
proyecto de redistribución regresiva del ingreso, destrucción del “tejido
industrial” tenue que se regeneró estos años, volver a las políticas de ajuste
y valorización financiera, realineamiento de la Argentina con el imperialismo
yanqui, romper la UNASUR, la CELAC, el Mercosur ampliado, tratados de libre-comercio,
etc. Todo en un esquema de “reajuste imperial” sobre Nuestra América contra las
experiencias nacionales-populares. En fin, en breve la mayoría de los
argentinos seremos más pobres, y las minorías oligárquicas, esas 200 familias
que dominaron el país la mayor parte de nuestra historia, serán más ricas. El
mecanismo de fraguar una crisis terminal de la economía para justificar el
ajuste y la toma de deuda, es un mecanismo viejo que Jauretche, entre otros,
supo desenmascarar en el 55 con un librito “El
Plan Prebisch. El retorno al coloniaje”.
Consideramos que dicha revancha clasista está en ciernes en
nuestro país, Salvador Ferla dice, más allá de lo odioso de las comparaciones,
que “la misma noche del 17 (de
octubre de 1945), se la tiene jurada al
pueblo. Esa misma noche la oligarquía empezará a soñar con la hora de la
impunidad para la venganza”. Si se nos permite hacer una analogía, es
probable que el día que Néstor Kirchner descolgó los cuadros de los genocidas,
o más aún el día que con Chávez a la cabeza se enterró el proyecto
neocolonial del ALCA, la oligarquía comenzó a soñar con la hora de poder
tomarse revancha.
Esta restauración neoliberal va a
ser enfrentada por el movimiento nacional, pues el mismo sabe de gestas épicas.
Si uno hace un repaso rápido sobre algunos acontecimientos de nuestra historia,
se va a encontrar con esos mismos dos proyectos enfrentados: el de la
oligarquía aliada al imperialismo, y el del pueblo
argentino en lucha por la emancipación nacional. Pensamos acá que la
campaña realizada de cara a la segunda vuelta electoral nos marca un camino,
pues si bien se terminó perdiendo la elección, se achicó la brecha entre ambos
candidatos a unos pocos votos. Pero esa campaña marca un camino, fue la campaña
del pueblo argentino, esa masa innumerable, muchas veces sin voz, que salió a
la calle, a los trenes, a los colectivos, poniendo recursos propios, haciendo
carteles a mano, impresos en forma casera, tratando de persuadir a los votantes
como enseña Perón en Conducción Política. A nuestro humilde entender tenemos
que seguir así, con esa misma entrega, ahora no por un candidato, sino para
enfrentar las políticas que pretenden “atrasar el reloj” de la historia, e ir
buscando los caminos para la reconstrucción del movimiento nacional. Recuperar
los “vasos comunicantes” una porción importante del pueblo, cortados en gran
medida por la oligarquía, y “volver a nuestras fuentes”. “Putear” a quienes no
nos votaron, con una suerte de “superioridad moral” y una elevada dosis de
soberbia, no parece ser el camino más inteligente para reconstruir mayorías.
El
periodo que se abre nos marca que se va a necesitar de mucha voluntad, humildad
y organización para enfrentar lo que se viene. No se necesitan mariscales o
caciques, sino una construcción de abajo hacia arriba. No es momento de
“vanguardias iluminadas” que siempre terminaron mal. Por eso es necesario crear
una voluntad nacional, como piensa Jauretche: “que es cosa distinta a la simple y ocasional suma de voluntades que se
da en oportunidades electorales como mayoría. Y no puede construirse nada desde
arriba sino trabajando en el seno del pueblo”, es el pueblo el que debe
tomar la política en sus manos. Ahí cada uno desde el lugar que le toque, se va a tener que trabajar con los sindicatos, con
las organizaciones políticas, los movimientos sociales, en las fábricas, las
universidades, clubes, oficinas, escuelas, etc. para recuperar espacios
perdidos en los últimos años. Juan Perón en el mismo sentido afirma que “las grandes líneas de coincidencia
únicamente pueden nacer del pueblo (…) Necesitamos, pues, crear la fuerza
requerida para sustentar una política nacional”. Es tiempo de autocríticas
(muy necesaria para observar errores y no volver a cometerlos), pero no de
autoflagelación y disgregación del campo nacional, el enemigo es otro, y él
muchas veces lo sabe mejor que nosotros. Ya lo marcaba el Gran Hernández en el
Martín Fierro: “si entre hermanos se
pelean…” Vale recordar también aquí otra enseñanza que nos trae en el
sentido que venimos argumentando: “se ha
de recordar para hacer bien el trabajo que el fuego, pa calentar debe ir
siempre por abajo”.
Buscar
en las tradiciones nacionales, indagar en nuestro pasado para encontrar líneas
comunicantes entre las luchas actuales y pasadas, para no cometer los mismos
errores, y ser implacables en la lucha. Evitar una tercera década infame es la tarea del momento, al mismo tiempo que lo que
nos marca César Marcos en relación al 55 y a la resistencia peronista: “después de Caseros pasaron más de ochenta
años de escamoteo histórico, de falseamiento de la verdad nacional, de
ignorancia premeditada de la época de Rosas el Grande. (…) NOSOTROS, LOS
PERONISTAS DE LA PRIMERA RESISTENCIA, EVITAMOS LA REPETICIÓN DE CASEROS. Sin
permitir que se apagara, mantuvimos encendida la llama sagrada de Perón”
El
“bebe” John William Cooke también nos señala un camino que resulta imperioso: “la teoría es necesaria (…) los burócratas
creen que la política es puro pragmatismo, y como ellos son los empíricos por
excelencia, también se creen los más altos políticos; la teoría es extraña o
exótica, como dicen repitiendo las consignas oligárquicas. No ven que la acción
y la práctica no son categorías independientes sino partes indivisibles de la
lucha revolucionaria. No ven que la acción es conocimiento revolucionario que
se sustenta a sí mismo, separado de la acción. La lucha revolucionaria es
acción enriquecida por el conocimiento; compenetración de la realidad”. Se
va a necesitar de teoría y práctica en forma conjunta.
Se
hace necesaria una “vuelta a las fuentes”, “volver a nuestros clásicos”, retomar
la mejor tradición de lucha, recordar los años de “la resistencia”, y seguir en
pie de lucha con el pueblo argentino que sabe de grandes gestas, y que
seguramente no va a permitir que se vuelva a rifar el país a la oligarquía y al
imperialismo. Al pueblo en pie de lucha, movilizado no se lo puede vencer. Las
líneas que sirven de introducción a nuestro texto de Manuel Rodríguez y Arturo
Jauretche, en momentos históricos diferente, pero también de derrota, nos
marcan también una senda, una actitud a seguir. Retomar la mejor tradición
frentista de los grandes movimientos latinoamericanos, seguir estrechando lazos
entre los pueblos hermanos, para retornar lo posible a conducir los destinos de
la Patria, para avanzar (esta vez sí), en la segunda y definitiva
independencia.
*
Licenciado en Sociología (UBA)
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