El
objetivismo en las ciencias sociales en el pensamiento de Oscar Varsavsky
Por
Juan Godoy *
La posibilidad o no de un objetivismo en las ciencias sociales ha
recorrido la historia de las mismas. La idea de un pensamiento desprovisto de
pasiones parece haber ganado primacía, al menos en los últimos años.
Recorreremos las ideas de un personaje, en principio ajeno al ámbito de los
cientistas sociales, que en la década del ’60 pensó la relación entre política y ciencia, a saber: Oscar
Varsavsky[1].
La
imagen de una ciencia objetiva es la
de una ciencia que avanza en forma unilineal, que tiene una misión, sus propios
valores. La ciencia desprovista de política. Quién tuviera la osadía de romper
este esquema, ya no estaría haciendo ciencia, sino política (o al menos una
ciencia de una categoría menor, impregnada de subjetividad, de valores). Los
términos aparecen como opuestos.
Varsavsky
va a deshilvanar esta visión de la ciencia. Nuestro autor va a sostener que en
el ámbito científico, al igual que en otros sectores de la sociedad se hace
patente la dependencia cultural en
relación a los países centrales. De esta forma, los problemas científicos de
los países dependientes, van a estar dirigidos por aquellos. La ilusión de la
ciencia que avanza, teniendo como motor fundamental a la libertad, se desintegra, pues el científico “elige de los temas allí en boga y cree que eso es libertad de
investigación, como algunos creen que elegir entre media docena de diarios es
libertad de prensa” [i]. Así los problemas
que son considerados científicamente relevantes, se hallan influidos por el
medio social en donde surgen, y por ejemplo: si es en un país dependiente
culturalmente, en un sistema capitalista, imperialista son cuestiones que
tendrán fuertes implicancias en la problematización.
Pero
no son solo los problemas considerados importantes por el ámbito científico los
que se hallan moldeados, dirigidos, sino también los instrumentos que se crean
para abordar los problemas, así “la
ciencia actual no crea toda clase de instrumentos, sino solo los que el sistema
le estimula a crear” [ii].
La ciencia no es libre, depende
del sistema social en el cuál se desarrolle, y de la dirección que se le
imprima. Así ésta no es siempre igual, no tiene una única dirección y forma.
El
sistema presiona para que la ciencia se dirija en tal o cuál dirección. Aquí se
hacen presentes los mecanismos que otorgan prestigio, dinero, becas, ascensos, premios,
etc. Se produce una cuantificación y
jerarquización del conocimiento (en los últimos años cada vez más agravada),
llevando a preponderar la cantidad por encima de la calidad, pudiendo
categorizar a los cientistas y sus producciones (aquí los papers adquieren suma relevancia). Concepción profundamente penetrada
por lógicas coloniales, como que ¡tenga más prestigio una nota escrita para una
revista extranjera que para una nacional! Coloniaje cultural si los hay. A la
vez que “es sabido que el cumplimiento de
requisitos fijos requiere una habilidad poco relacionada con la inteligencia y
la sabiduría. Estas no molestan, al contrario, pero no son indispensables, pues
se trata de ciertos actos o rituales específicos” [iii].
¿Qué problemas, qué herramientas se van a privilegiar en un sistema
capitalista, en su etapa imperial?, seguramente que éstos no serán
complementarios con la vida de los pueblos, sino que contribuirán a su
sometimiento y explotación.
Es
al científico sometido a estas “reglas de juego”, al que Varsavsky va a llamar cientificista[2],
el cual “se ha adaptado a este mercado
científico, que renuncia a preocuparse por el significado social de su
actividad, desvinculándola de los problemas políticos, y se entrega de lleno a
su “carrera”, aceptando para ella las normas y valores de los grandes centros
internacionales (…)”.[iv]
Esta forma de hacer ciencia contribuye a la desnacionalización, a la colonización,
pues refuerza nuestra dependencia cultural y económica de los países centrales,
nuestro país al someterse a los dictados de éstos aparece como su apéndice, su
complemento. Se lesiona su soberanía.
De
esta forma quién pretenda la liberación
nacional, el cambio del sistema social imperante por uno más justo y
equitativo, deberá imaginar y construir otra forma de hacer ciencia, no
obstante el objetivo principal será siempre el cambio de sistema. El científico
deberá “inscribirse en el movimiento pro
autonomía cultural, que es la etapa más decisiva y difícil de la lucha contra
el colonialismo (…) no es mucha la autonomía científica que podemos conseguir
sin cambiar el sistema social o sin que ese sea nuestro objetivo” [v]
[3].
El modelo a seguir
sería el del científico rebelde o revolucionario, el cual tienen como misión “estudiar con toda seriedad y usando todas
las armas de la ciencia, los problemas del cambio de sistema social, en todas
sus etapas y en todos sus aspectos teóricos y prácticos. Esto es, hacer ciencia
politizada”.[vi]
Así observamos como ciencia y política no son términos
excluyentes, sino que se implican mutuamente, no hay uno sin el otro. No es que
en el modelo cientificista no este presente la política, que su forma de hacer
ciencia no sea política, sino que éste se presenta bajo el “ropaje” de la
objetividad pero es tan político como el científico rebelde o revolucionario.
La diferencia, radica en que uno revela la situación y el otro se “oculta” bajo
la apariencia de lo científico, lo objetivo.
Por
último, consideramos que la ciencia
nacional debe estar en estrecha relación con el desarrollo del país, con la
descolonización y liberación del mismo. La universidad
pública debe generar recursos humanos no para que se desenvuelvan en
empresas transnacionales, incrementando la dependencia y la explotación del
pueblo (¿cuál es el sentido de esa universidad?). Más bien las universidades
públicas, deben generar profesionales, que caminen y construyan junto con el pueblo el trayecto hacia la
liberación nacional.
*Sociólogo, universidad
de Buenos Aires (UBA)
Correo electrónico: Juanesteabangodoy@hotmail.com
Marzo 2011
[1] Nuestras reflexiones se
basarán en el libro publicado por dicho autor llamado Ciencia, política y cientificismo.
[2]Varsavsky también va a
hablar de científicos: fósiles, totalitarios, reformistas y rebeldes o
revolucionarios. Nosotros aquí no ahondaremos en sus diferencias.
[3]La autonomía cultural de
ninguna manera significa el rechazo indiscriminado de todo lo que provenga de
otros países.
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