Sociólogos cama
adentro. Críticas de Arturo Jauretche a la sociología cientificista
Por Juan Godoy*
“…esa manera oscura y cipaya de designar
“subdesarrollo” a lo que es
“colonialismo”, o llamar “sociólogo” a
lo que es Gino Germani”
[Ortega Peña, Rodolfo.
(1964). Prólogo a Hernández Arregui. (1973). Imperialismo y cultura.
Buenos Aires: Plus Ultra,
página 10]
Para dar cuenta desde donde Arturo
Jauretche le realiza críticas a la sociología
de corte cientificista, debemos poner
de relevancia que nuestro autor considera que la situación de la Argentina es semi-colonial, entendiendo por ésta, a
naciones que son independientes formalmente, pero que su situación dista de ser
de soberanía plena, pues la estructura se encuentra en manos de potencias extranjeras.
Así en las semi-colonias, las armas (en relación a las colonias, donde la
conciencia nacional es incentivada por la presencia del invasor extranjero) no
son importantes (más allá que por momentos puedan serlo) para asegurar la dominación. En éstas, aparece como
cuestión fundamental para someter al país el desarrollo de una superestructura cultural que conlleva a
la colonización pedagógica, de la
cual es fruto la intelligentzia. (Jauretche,
2004). Así el problema “es la
colonización pedagógica en cuyas redes está prisionera toda la intelligentzia.
Por eso es intelligentzia y no inteligencia” (Jauretche, 2010). Hay una relación estrecha y de
reforzamiento mutuo entre dos tipos de coloniaje, a saber, el económico y el
cultural.
La sociología
de corte cientificista que Jauretche
viene a criticar es parte de dicha intelligentzia.
Ésta había surgido luego de la intervención de la Universidad de Buenos Aires,
por parte de José Luis Romero (que iba a ser calificado, conjuntamente con los
profesores de la intervención como flores de Romero), como parte de las
carreras que se crean bajo una concepción
modernizadora. La tarea, en el caso específico de la sociología, estará
a cargo de Gino Germani. El año 1957 aparece entonces como el año fundacional.
El origen de la sociología como tal en
la argentina, como conocimiento científico, con un método determinado, una forma, la
forma de hacer sociología. Todo lo demás, lo anterior y lo que no siga “las
reglas del método” va a ser considerado como un estadio menor de conocimiento,
como pre-científico. Aparecerán así los ensayos, los pensamientos, el
impresionismo, las notas, etc.
Desde nuestra perspectiva, nos interesa poner
en consideración que desde el pensamiento
nacional se ha producido una reapropiación
de la acusación de “no científicos”, de estar a la “orilla de la ciencia”, así
se han revalorizado estas ideas, la
idea de ensayar, de las notas, etc. Vemos como, por ejemplo, Jauretche le pone
como subtítulo al medio pelo en la sociedad Argentina, apuntes para una sociología nacional, Gunnar Olson habla en un
artículo publicado en Antropología Tercer Mundo de Notas sobre el pensamiento Nacional, Alcira Argumedo subtitula en
la década del 90 a Los silencios y las voces en América Latina, Notas sobre el pensamiento Nacional y
popular. Los argumentos que se vierten desde las orillas de la ciencia, también implican el rescate de esas voces que se encuentran en los
márgenes, que no obtienen una visibilidad al no ser portadores de un capital
cultural adecuado al exigido para ser escuchado como voz autorizada.
Dicha intelligentzia,
producto de la colonización pedagógica,
es conformada por sujetos que se autodefinen como intelectuales, y son parte de
la superestructura cultural que determina modos y un instrumental que opera en
su conformación y difusión, al mismo tiempo que no permite que se convierta en
una inteligencia, auténticamente nacional. Es una inteligencia extraviada,
enajenada de la realidad en la cual se desenvuelve, “la intelligentzia revela que no es inteligencia sino un
deslumbramiento (…) a nivel del espectador infantil del cine, por su confusión
entre lo universal y la que sólo es producto de la universalización aparente
que genera el poder o la riqueza que lo deslumbran” (Jauretche, 2011, 8). Jauretche
va a denominar “académicos cama adentro” a los individuos que conforman este
universo, que son parte de esta superestructura cultural que desarrollamos
anteriormente, de ahí que nosotros podamos nominar a los sociólogos de corte
cientificista como “sociólogos cama adentro”, que añoran lo extraño, lo ajeno,
lo “civilizado”, y desdeñan todo lo propio, lo autóctono, lo nacional. Se
pueden dar polémicas entre los “intelectuales”, pero de orden puramente
estético y no en relación a
circunstancias nacionales (Jauretche, 1969)
Esta intelligentzia, en la cual venimos indagando, ha identificado los
valores universales con la cultura, despreciando así toda otra cultura.
Identificó civilización con cultura, así todo intento civilizador consistió en
desnacionalizar (Jauretche, 2004b). La concepción de Jauretche se desenvuelve
de forma “estrictamente consecuente, a
partir del hecho de que la Argentina semi-colonial importaba ideologías (como
capitales, mercancías, medios de producción) todas las cuales se convertían en
factores de dependencia, en cuanto ideologías importadas” (Spilimbergo,
1985; 68).
El fundador de
FORJA, da cuenta de la importación acrítica de ideas, conceptos, teorías por el
mero hecho de haber sido realizados en “países serios”, a lo cual sostendrá
que: “no uso para analizar los hechos de
la sociedad los parámetros y formas buenas (…) sino que prefiero buscar los
datos en índices reveladores cuya captación sólo requiera el necesario estaño
de quien ha vivido –y no al divino botón- en su país” (Jauretche, (1967)
2004c; 171). El conocimiento
científico, los conceptos, las construcciones teóricas no pueden ser un fin en
sí mismos, sino un medio para la realización nacional. La ciencia en tanto construye
un modelo científico abstracto y luego pretende aplicarlo a la realidad,
fracasa dado que “es construcción
abstracta y en el aire y toda apariencia y el aparato de la técnica es una
simple construcción mental desvinculada del hombre común” (Jauretche, 2009;
50).
Llamamos
la atención, para observar la relatividad de la “canonización de los
textos y de ciertos pensadores”, acerca de cómo han ido cambiando, en nuestras
carreras, los programas, la currícula a lo largo del tiempo. Podemos dar
cuenta, por ejemplo, cómo sobre finales de los 60’s, y principios de los 70’s se
incorporan a la Carrera de sociología bibliografía que no se hallaba presente
hasta el momento, aparecen entonces nombres como Hernández Arregui, Gunder
Frank, Rodolfo Puiggrós, el propio Arturo Jauretche, Mao Tse Tung, Frantz
Fanon, Juan Perón, etc. Podemos ver la incorporación de textos que podríamos denominar del Tercer Mundo, con una mirada desde los oprimidos, que muchas veces surgen desde las orillas de la ciencia.
Podemos asimismo poner en consideración los criterios de relevancia que son utilizados
para la “calificación y clasificación” del conocimiento, Alcira Argumedo al
respecto nos dice que las ciencias humanas tienen criterios para medir la
relevancia, como la rigurosidad, el método, etc., pero no obstante “sin desconocer tales criterios, creemos
posible incluir otras variables para evaluar esa relevancia. Si millones de
hombres y mujeres durante generaciones las sintieron como propias, ordenaron
sus vidas alrededor de ellas y demasiadas veces encontraron la muerte al
defenderlas, esas ideas son altamente relevantes para nosotros, sin importar el
nivel de sistematicidad y rigurosidad alcanzado.” (Argumedo, 2002;10)
La intelligentzia siempre está al tanto de
la última moda del pensamiento europeo, norteamericano, asiático o de cualquier
sitio que no sea el propio. Autores que por el mero hecho de escribir desde los
“países centrales” serán tenidos en cuenta de sobremanera; como asimismo
autores que por el mero hecho de escribir desde países del “tercer mundo” no
serán tenidos en cuenta como serios, “el
hombre de nuestra intelligentzia no mira la realidad para comprenderla sino que
intenta aplicar las soluciones, los esquemas de otras realidades, que acata por
sobreestimación de aquellas y subestimación de ésta” (Jauretche, 1976;
63-64).
Hoy podemos observar
por ejemplo, lo que podríamos denominar una foucaultización
de la sociología argentina, donde el escritor de Vigilar y Castigar tiene un
lugar central (no negamos aportes significativos a la construcción de la
subjetividad, a la conceptualización del poder, etc. que ha realizado), donde
los hechos nacionales, actuales y pasados, pueden ser explicados por medio de dispositivos que vienen a sujetar a los sujetos a un orden social de dominación. Horacio
González comenta al respecto que “en
todos esos campos aparecerían dispositivos (…) por los cuales el estado tomaba
a su cargo la definición de la normalidad, la salud, la locura y la
insalubridad a través de criterios científicos. La nacionalidad era entonces un
efecto inducido de ciertas políticas que se presentaban con el sello y el
prestigio de la ciencia moderna” (González, 1999; 103). Quede claro que no
excluimos los aportes, las ideas que puedan surgir en otras latitudes, pero sí
que su “ingreso” debería ser desde nuestras perspectivas, sin realizar una
importación acrítica de ideas, conceptos, etc. realizados en y para otras
realidades. Según John William Cooke, lo que hace que una ideología sea
extraña, ajena, no es el lugar geográfico desde donde se elaboran sino su
correspondencia con la realidad nacional y sus necesidades. (Cooke, 2011) Aquí nuevamente es importante recordar que la
Argentina se desarrolla como una semi-colonia, pues en las colonias propiamente dichas se piensa en nacional o colonial
indefectiblemente por oposición al orden vigente, o por apoyo al mismo
(introyección del opresor). En las semi-colonias
el dominio es impuesto, como decíamos al comienzo, por la colonización pedagógica, por lo cual pensar en nacional en una semi-colonia es “pensar desde una óptica anti-imperialista, no abstracta, sino nutrida
en las luchas y experiencias de nuestro pueblo”. (Galasso, 2008; 10)
Aquí, en este tipo de construcción de
sociología, se hace presente todo un entramado académico que generan verdaderos
“enclaves intelectuales” en la vida nacional. Unos intelectuales ajenos a la
realidad nacional, más preocupados por el “prestigio” que otorgan las Altas
Casas de Estudios, de acceder a tal o cual beca, de escribir papers en serie, que de pensar los temas
que sean necesarios a la nación y al mejoramiento de la misma. Dicho entramado
tiene sus formas, sus propias reglas. Ahí aparecen las notas al pié de
compromiso, los congresos con sus respectivas acreditaciones, etc.
Dado este proceso se van acumulando pilas de
escritos (vaya a saber uno en qué rincón de las universidades) que ¿alguien
realmente los lee? Lo importante aquí es tener “visibilidad”, y/o darle
“visibilidad” a otros de forma que luego éstos nos den a nosotros la notoriedad
necesaria. El camino ya se encuentra trazado, quién se quiera apartar de éste
no será tenido en cuenta, así el único “compromiso
es el de no comprometerse con la nación real… Para triunfar hay que
comprometerse… a no comprometerse”. (Jauretche, 2004c; 71) De esta forma el
mecanismo de la superestructura cultural “exige
el sometimiento a sus directivas, y paga con el prestigio la rendición”
(Jauretche, 1983; 16).
El dato
científico, las estadísticas como la forma excluyente de la conformación
del conocimiento sociológico, va a ser relativizado por Jauretche. Él propondrá
el estaño como método de conocimiento. No es un rechazo al uso de las
estadísticas, sino que aquí el estaño, la comprobación personal aparecen como correctivos del dato estadístico.
(Jauretche, 2004d). Horacio Pereyra al respecto argumenta que “si bien Jauretche exagera, ya que él mismo
recurre a conocimientos anteriores de forma continua (…) su afirmación en
método inductivo constituye una respuesta necesaria al “despotismo ilustrado”
de que hacen gala los intelectuales reconocidos; en otras palabras, desconfía
de la “autoridad” establecida” (Pereyra, 1989; 47). Lo social aparece en
Jauretche, según Matías Manuele, como conformado por “toda una red de microrrelaciones (que) escapa a las estadísticas, cuando son esos mismos vínculos los que
constituyen lo social” (Manuele, 2000; 303). Así, lo que está en discusión
no es una mera cuestión metodológica, sino lo que por nación específicamente se
entiende.
Está considerando de esta manera, la existencia
de un sustrato profundo al cual no se accede por la mera “cuantificación de la
realidad”, sino que se nos impone la necesidad de caminar conjuntamente con el
pueblo, ver allí en los resquicios que nos deja la superestructura cultural que
nos viene a ocultar los problemas nacionales propiamente dichos, a la vez que,
algunas veces, nos arrima soluciones falsas, por ser ajenas en tiempo, lugar, y
concepción a nuestra propia realidad como país semi-colonial, “el aprendizaje por la propia empiria que es
lo que corresponde en un pueblo para cuyo pensamiento aún no han sido escritas
las bibliotecas y para el que no sirven los laboratorios ajenos”
(Jauretche, 2011; 101).
A la vez es un llamado, un rescate a la
utilización del sentido común, como
el mejor de los sentidos, ésto Jauretche lo sostiene desde la necesidad de
penetrar en nuestra formación cultural, que nos viene dada por la
superestructura cultural que conlleva la
colonización pedagógica, “la
mentalidad colonial enseña a pensar el mundo desde afuera, y no desde adentro.
El hombre de nuestra cultura no ve los fenómenos directamente sino que intenta
interpretarlos a través de su reflexión en un espejo ajeno, a diferencia del
hombre común, que guiado por su propio sentido práctico, ve el hecho y trata de
interpretarlo sin otros elementos que los de su propia realidad”
(Jauretche, 1983; 112)
Aparecen así, en relación a indagar en nuestra
formación cultural, la idea de las zonceras
como “principios introducidos en
nuestra formación intelectual (y en dosis para adultos) con la apariencia de
axiomas, para impedirnos pensar las cosas del país por la aplicación del buen
sentido”, (Jauretche, 2004b; 12) las
hay políticas, geográficas, culturales, etc. Según nuestro autor, hay que
reflexionar sobre las zonceras que nos han sido impuestas, tanto a nivel
social, como el individual pues descubrir las zonceras es como “quitarse el
entripado”, es la desnaturalización de las ideas dominantes, a la vez que de
nuestras propias concepciones y prácticas. De esta forma, Norberto Galasso, su
biógrafo, sostiene que “fue Jauretche, en cambio,
que destacó la importancia de esta cuestión, desnudando la función reaccionaria
de la “colonización pedagógica” y dedicando sus mayores esfuerzos a demoler
esas “zonceras” paralizantes” (Galasso,
2005; 592-593).
El del escritor de Los Profetas del Odio y la
yapa, a pesar de lo que de sus detractores sostengan lo contrario, consideramos
que es un conocimiento que busca la profundidad de las cuestiones que analiza,
no quedarse en el número, o en la naturalización de ciertas ideas, sino buscar
en la realidad nacional lo esquivo a la estadística, hacer una genealogía de
los conceptos e ideas que circulan en el tejido social.
Finalmente, pretendemos dejar constancia que, de
esta forma, desde estas ideas, Jauretche nos hace un llamado a tomar el compromiso con la deconstrucción de la
colonización pedagógica sin la cual es imposible la liberación nacional, Jorge
Torres Roggero sostiene que el ideal jauretcheano implica que si queremos “romper el entramado de la tela de araña que
ahoga nuestro vuelo y vacía de vida nuestro cuerpo y nuestra alma, no usemos
los métodos que la araña nos provee, ni los valores que la sustentan en el
centro de su tela porque son el origen de nuestro vaciamiento material y moral”
(Torres Roggero, 1984; 41). Nos convoca a una crítica de los “modelos”
dominantes en el “mundo académico” y específicamente en la sociología, para, de
esta forma, avanzar en la construcción de una sociología nacional en consonancia con las luchas por la liberación nacional.
* Sociólogo,
Universidad de Buenos Aires (UBA) · Juanestebangodoy@hotmail.com
Octubre
2011.
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