Tres flores de
ceibo contra la sociología cientificista.
Acerca de las críticas de
Jauretche, Hernández Arregui y Carri a las flores de Romero.
Juan
Esteban Godoy
Licenciado
en sociología (UBA). Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires.
IX Jornadas de Sociología de la UBA. Capitalismo del Siglo XXI, Crisis y
Reconfiguraciones. Luces y Sombras en América Latina. 8-12 agosto 2011. Mesa Nº
65: Sociologías de Nuestra América. Docente coordinadora: Carla Wainsztok.
Resumen
Producido el golpe de estado
de 1955, la Universidad de Buenos Aires es intervenida, y se crean varias carreras bajo una concepción
modernizadora, entre las cuales se encontraba la sociología a cargo de Gino
Germani. Iba a ser reconocida como
ciencia a partir de ese momento, produciendo un corte abrupto con todo lo
anterior. Se fijaba un método, la forma
de hacer sociología científica.
Dicha sociología iba a ser criticada desde diversos aspectos, y
por diferentes autores. Tomamos aquí tres de ellos, a saber: Arturo Jauretche, Hernández Arregui, y
Roberto Carri. Los tres van a criticar fundamentalmente la estrecha
relación con el régimen surgido luego del peronismo, su consonancia con las
ideas de la oligarquía, su no relación ni compromiso con las causas populares,
la rigidez del método, el partir de esquemas teóricos. La crítica es desde una
sociología de corte nacional, pero no solo argentino, sino Latinoamericano.
Ponemos en debate la relación entre sociología y política, la función
de ésta como ciencia. ¿Es la sociología una ciencia atravesada por la
ideología, los valores, etc.?, ¿existe la objetividad en las ciencias sociales,
la neutralidad valorativa?, ¿es una ciencia transformadora o conservadora?,
¿cuál es el papel del sociólogo en la sociedad en que desarrolla su actividad?,
¿la utilización del método es infalible?, etc.
Llamamos la atención acerca de otras
formas posibles de construcción de conocimiento científico. Ingresamos así
en la historia de la sociología, en
sus debates. La sociología en la Argentina ¿tiene solo poco más de 50 años?
Palabras
clave: sociología nacional, sociología cientificista, Jauretche,
Arregui, Carri.
TRES FLORES DE
CEIBO CONTRA LA SOCIOLOGÍA CIENTIFICISTA.
ACERCA DE LAS CRÍTICAS DE
JAURETCHE, HERNÁNDEZ ARREGUI Y CARRI A LAS FLORES DE ROMERO.
Introducción
Hemos
decidido nominar a esta ponencia con el nombre de una flor, dado que varios
años atrás, en la década del cuarenta, la flor de ceibo había sido declarada
como flor nacional. Como tal constituyó un símbolo peyorativo para referirse a
la producción nacional acelerada por el modelo de sustitución de importaciones.
Este vocablo también fue utilizado en los pasillos de las universidades para criticar
a los profesores de tendencia nacional que habían ingresado a la academia, a
partir del acceso del peronismo al poder.
A la vez en nuestro subtítulo aparece otra
flor, no tan conocida como tal, la de Romero. Esta hace referencia a José Luis
Romero, designado interventor de la Universidad de Buenos Aires realizada por
la autodenominada Revolución Libertadora (y rebautizada fusiladora), encargado
de “modernizar” la estructura universitaria, “se trata, pues cuando ejerce la intervención de la UBA, de un
historiador que ya ha realizado una importante obra especializada en la época
medieval, y en el período de surgimiento de la burguesía (…) en cambio, poco ha
escrito sobre nuestro país”.[1]
Así dicho historiador era adecuado para cumplir la tarea que demandaba la hora.
Estas flores florecerían al calor de ese momento histórico. Son los profesores
impuestos por dicha intervención.
El
problema subyacente es la denigración de todo lo nacional, por el mero hecho de
serlo, y la adopción acrítica de los modelos impuestos en los países
dominantes. Es éste el contexto, y más específicamente el año 1957, de
institucionalización de la sociología como ciencia a cargo del sociólogo nacido
en Roma, y exiliado de la Italia fascista de Mussolini, Gino Germani.
La
sociología de éste va a tener una fuerte impronta positivista y modernizadora.
La idea de la resolución de la problemática social, en base a una evolución
natural de la sociedad, de la ciencia, etc. De estadios inferiores, de menor
complejidad, a los mayores. Germani se posiciona como el origen, la
institucionalización de la carrera de sociología significa un corte abrupto y
traza una línea divisoria entre lo que es
la ciencia, y lo que no lo es. Se fija un método, fuertemente influido por
la concepción norteamericana, el funcionalismo;
aunque cabe llamar la atención que en ese momento en la sociología
norteamericana hallaba una presencia la sociología de C. Wright Mills, que
contrariaba el modelo funcionalista. Germani va a prologar un libro de dicho
autor, La imaginación sociológica,
como una forma de introducir y “prevenir” acerca del pensamiento de éste,
acotando sus alcances a la sociedad norteamericana.[2]
Una
forma decíamos entonces, la forma de
hacer análisis, diagnóstico social, y así producir el conocimiento científico. Todo lo que quede del lado de lo que no
lo es, será pensamiento social, realismo social, intuicionismo, parasociología,
ensayismo, impresionismo, racionalismo social.[3]
Todos nombres que reflejan una etapa menor en el conocimiento (¿?). Es el
“olvido” de todo lo anterior, o más bien la falsificación
de la historia, destinada a impedir
todo desarrollo nacional.
Es
así que tomamos a tres pensadores nacionales que vendrán a representar otra forma de construir conocimiento
social, a saber: Arturo Jauretche, Hernández Arregui y Roberto Carri, sus
diferentes críticas a este modelo de sociología cientificista, y algunas de las
polémicas con algunos representantes de esa sociología. Así veremos por ejemplo
a Arturo Jauretche criticar a la superestructura cultural de dominación, de la
cual forma una parte fundamental la universidad, y en ella la sociología.
Veremos también a Hernández Arregui polemizando con Gino Germani y su
concepción de la sociología, a Roberto Carri discutiendo con Francisco José
Delich, y con toda una clase, una forma de hacer conocimiento social. Los tres
autores no caprichosamente tienen algún tipo de relación entre sí, y/o entre
sus ideas.
Consideramos
que el desarrollo de la sociología como tal, como pensamiento emancipador se
nutre de estas polémicas, las contiene. No pretendemos producir la idea de una
cerrazón sobre la sociología, sino más bien generar debate, abrir perspectivas,
desempolvar “viejas” controversias. Rescatar voces. Otras voces disonantes al discurso hegemónico, ¿triunfador?, poder
dar cuenta de los diferentes relatos que se anidan hacia el interior de las
ciencias sociales, que son formas de dar sentido a la palabra y con ella a la
intervención social.
La
¿parasociología? de Arturo Jauretche
Jauretche
va a impugnar, desde su prosa incisiva, a la superestructura cultural en
general, y en esa crítica a la sociología cientificista en particular. Para
poder entender mejor desde donde nuestro autor realiza su crítica, sostenemos
que éste concibe a la Argentina en una situación de semi-colonia, en la cual tiene una importancia fundamental la colonización pedagógica (en detrimento
de las armas como en las colonias) que va a asegurar la dominación, a la vez que va a dar forma a una intelligentzia (no inteligencia), conformada por individuos que se
autodefinen como intelectuales y están
profundamente penetrados por esa superestructura, que se reduce a la
determinación de modos y de un instrumental que opera en su formación y
difusión, al tiempo que no permite que se transforme en inteligencia, y forme
una cultura nacional, vale decir, una conciencia nacional, “a la estructura material de un país dependiente corresponde una
superestructura cultural destinada a impedir el conocimiento de esa
dependencia, para que el pensamiento de los nativos ignore la naturaleza de su
drama y no pueda arbitrar soluciones propias (…)”.[4] Tenemos
un coloniaje económico, y uno cultural, los cuales se apuntalan y refuerzan
mutuamente.
Apuntes para una
sociología nacional,
subtitulaba Jauretche en el ’66 al Medio
pelo en la sociedad Argentina. Apuntes, como quién hace anotaciones al
margen, como quién ensaya, también dirá aportes desde la orilla de la ciencia, poniendo un límite, realizando una
diferenciación con la sociología institucionalizada como ciencia hace (en su
momento) ya casi diez años, “con lo ya
dicho –la naturaleza de testimonio de este trabajo-, excusa la ausencia de
informaciones estadísticas y de investigaciones de laboratorio que pudieran
darle, con la abundancia de citas y cuadritos, el empaque científico de lo
matemático y al autor la catadura de la sabiduría”.[5] Jauretche
no necesita del mote de científico, no lo quiere, pues le interesa abrir el
debate, intervenir en la realidad social, él no está pensando en escribir en tal
o cual revista científica, en acceder al púlpito académico, etc.
Así
“las “orillas de la ciencia” y no la
“sociología científica” es lo que compuso la mirada de Jauretche sobre las
causas que llevaron a una historia de mentalidades “coloniales” o “emancipadas”
para explicar la conformación de una sociedad eternamente llena de olvidos”[6].
Los argumentos que se vierten desde las orillas de la ciencia, también implican
el rescate de esas voces que se encuentran en los márgenes, que no obtienen una
visibilidad al no ser portadores de un capital
cultural adecuado al exigido para ser escuchado como voz autorizada.
Construir
la otra historia, la memoria de
nuestros pueblos “le es necesario al país
conocer su propia historia, como le es necesario a los que quieren detenerlo en
el pasado, impedir que la conozca”.[7] Establecer
relaciones entre pasado y presente, continuidades, observar invariantes
históricos, para mirar hacia el futuro,
“el conocimiento de la realidad imprescindible a un planteo de futuro”.[8] El
pasado como la memoria del pueblo; el presente como el análisis de las
diferentes fuerzas en pugna; y el futuro, como el proyecto político que se
quiere establecer. No existe posibilidad de tal proyecto si no se realiza una
revisión del pasado, en clave descolonial.
Jauretche
va a relativizar el dato científico, el uso de las estadísticas por parte de
los cientistas sociales. Aquí no es que él desdeña las estadísticas y proponga
no hacer uso de éstas, sino que sostiene “la
eficacia de utilizar como correctivo del dato numérico la comprobación
personal”[9]. Afirmará
el estaño, la experiencia personal como método de conocimiento, como forma
de relativizar las estadísticas. De esta forma, pone de relevancia la no
infalibilidad de los números (a lo que se suma que a veces hay un uso
malintencionado para fines político-económicos). Más que un científico frío que
busque la supuesta objetividad del dato científico, confeccione cuadros, y se
inunde en números y tubos de ensayo, se requiere caminar el pueblo, conocerlo,
vivirlo, ser parte de éste. No es un conocimiento que se construye para el pueblo, sino que se construye junto con éste. Jorge Enea Spilimbergo,
argumentará que la falta de estaño alude “a
quienes precintados en la biblioteca, perdían contacto con la experiencia del
pueblo y de la vida y entraban en los cuadros de la intelligentzia, es decir,
renunciaban a la intelectualidad”.[10]
Pues
lo social estaría formado aquí por toda una red de microrrelaciones sociales,
las cuales escapan al dato científico, y el conocimiento de éstas es posible
gracias al estaño, “no se trata solo de
una discusión cuantitativa o cualitativa de la metodología sociológica, sino
que lo que está en discusión es la propia sustancia de lo que por Nación se
está definiendo”[11].
Hay una realidad subterránea, oculta por esa superestructura cultural, la cual
en un doble movimiento de creación, y a la vez propia difusión a través de una
intelligentzia, oculta el verdadero rostro del país, el del pueblo en lucha por
la forja de una conciencia y de la liberación nacional. Podemos ver algo
similar en Scalabrini, compañero de lucha de Jauretche, que en octubre del ’45
va a hablar del subsuelo de la patria
sublevado.
Jauretche
va a ser atacado por no seguir el “método”, va a ser catalogado como no científico, al respecto nos cuenta
picarescamente que “los sociólogos han
establecido que yo soy un parasociólogo. Quizás lo soy, pero no por encontrarme
al costado de la sociología, sino porque les digo “pará, sociólogo”, cuando
entra a macanear”[12].
Pues lo que está en juego es la disputa por la interpretación de la realidad
nacional, y desde la sociología de corte cientificista se va a producir un
posicionamiento como la verdad, la
objetividad científica, que no es política, no se halla penetrada por
ideologías, una suerte de ascetismo intelectual, del cual nuestro autor dará
cuenta y nos llamará la atención a que “el
lector tenga presente, cuando recordando que el que escribe es un hombre
comprometido, lo confronte con otros informantes de apariencia aséptica. La
verdad es que todos estamos comprometidos, porque todos estamos comprometidos
en la vida, y la vida es eso: compromiso con la realidad”.[13] Desde
la sociología cientificista se quiere hacer pasar como la verdad, a una construcción teórica, que no es más ni menos
política que la que realiza la sociología de corte nacional.
Además
Jauretche va a poner de relevancia, en Los
profetas del odio y la yapa, un mecanismo que se da en las ciencias
sociales, aunque él hable de la filosofía consideramos que el ejemplo es válido
para la sociología, que es que por ejemplo hay profesores de filosofía o de
sociología que dan clases a estudiantes de esas carreras, los cuáles se van a
recibir de profesores de las mismas materias también y van a dar clases a otros
estudiantes que luego también pasarán a ser profesores, se da así en forma
cíclica. Pero no hay ninguno de esos estudiantes que vaya a ser letrado,
filósofo, sociólogo, que vaya a tener una intervención concreta en la realidad
social. Jauretche aquí no pretende sostener que en la docencia no hay
intervención en la realidad, sino lo que quiere es demostrar el encapsulamiento
de la universidad, la no vinculación con un proyecto de país que abogue por la
liberación de las ataduras coloniales.
Hoy
se puede ver con numerosos escritos, papers
que se producen en la universidad que ¿alguien lee?, ¿alguien los va a leer?
Escritos que se realizan no pensando en quién los va a leer, o quién va a
trabajar con ellos, son notas que solo tienen la función de hacer curriculum. Y cuando se impone una
lógica de cuantificación del conocimiento,
ya no se trata de quién sea el que mejores producciones realice sino el que
más producciones haga, el que aprenda mejor a jugar el juego del “mundillo
académico”.
El
fundador de FORJA, va a sostener que la intelligentzia
identificó la cultura con los valores universales irradiados desde los países
dominantes despreciando toda otra cultura que no fuera la que venía de allende.
Tomar como absolutos esos valores que son relativos está en la génesis de
nuestra intelligentzia. Así ésta identificó
cultura con civilización, por lo cual se buscó un pensamiento extraviado, no
propio, enajenado, que apuntaba a crear Europa en América. No se trató
enriquecer nuestra cultura con otra sino de suplantarla, de eliminar una e
imponer otra, “el hombre de nuestra
intelligentzia no mira la realidad para comprenderla sino que intenta aplicar
las soluciones, los esquemas de otras realidades, que acata por sobreestimación
de aquellas y subestimación de ésta”[14]. Pero
lo fructífero, creador, en realidad, es asimilar a la cultura nacional los
valores universales, y no introducirlos como absolutos, ya que pertenecen a
otros tiempos y a otras realidades. Ahora podemos entender mejor eso de
(apuntes para una) sociología nacional.
Lo
que está detrás de este razonamiento de la intelligentzia
es la zoncera madre que parió a todas las demás, a saber: la dicotomía
impuesta por el “padre del aula” entre la civilización
y la barbarie, “todo lo propio, por serlo, era bárbaro, y todo hecho ajeno,
importado, por serlo era civilizado. Civilizar, pues consistió en
desnacionalizar”.[15]
Realizar la civilización tan anhelada por nuestra oligarquía, y por nuestra
intelligentzia era hacer Europa en
América, cuanto más parecido a los primeros éramos más cerca de aquella
estábamos, “el modelo era Europa; si el
ejemplo económico era el inglés, el cultural era el francés”[16].
Así, por ejemplo, se podía ver a la extensión como un mal que aquejaba a la
nación.
Decimos
zoncera como “principios introducidos en
nuestra formación intelectual (y en dosis para adultos) con la apariencia de
axiomas, para impedirnos pensar las cosas del país por la aplicación del buen
sentido”, [17] las hay
políticas, geográficas, culturales, etc. Descubrir las zonceras aparece como un
acto de liberación, de desnaturalización no solo mirando a los demás sino
mirándose a uno mismo y descubriendo sus propias zonceras[18].
Es una forma de llamarnos a poner el
cuerpo.
Pero,
hecha la aclaración pertinente, continuemos con los civilizados y los bárbaros,
pues cuántas veces leemos ideas, conceptos que se presentan como la verdad
científica solo porque fueron realizadas en países supuestamente civilizados,
incluso a veces ¡ya alguien lo había dicho mucho antes en estas tierras!
Jauretche observa que en el conocimiento científico social se importan teorías,
ideas, conceptos, etc. acríticamente (veremos que Hernández Arregui nos hablará
de los “sociólogos importados”), por lo cual él sostiene que “no uso para analizar los hechos de la
sociedad los parámetros y formas buenas (…) sino que prefiero buscar los datos
en índices reveladores cuya captación sólo requiera el necesario estaño de
quien ha vivido –y no al divino botón- en su país”.[19] La
técnica, las construcciones teóricas no pueden ser un fin en sí mismas, sino un
medio para la realización nacional.
No
obstante, el escritor nacido en Lincoln, sostiene que el sentido común es el mejor de los sentidos, es el buen sentido que todos tenemos, pero que
debemos buscarlo debajo de nuestra formación cultural que nos desvincula de la
realidad. De ahí la “ventaja” de los sectores populares, en tanto menos
penetrados por la superestructura cultural, colonial y dominante que los
supuestos civilizados, que cada vez se vienen más zonzos, pues zonzo no se nace
sino que se deviene.
La
colonización pedagógica funciona como
canalización y encauzamiento de un pensamiento que denigra todo lo nacional.
¿Disputas entre los sociólogos formalistas?, claro que pueden darse pero son
solamente de forma, no de contenido, se puede pelear pero el esquema es el
mismo, es la civilización y la barbarie. Se pueden enfrentar Bartolomé Mitre y
Vicente Fidel López por el método de la historia, la historia escrita,
documentada de aquel contra la historia oral de éste, pero a la hora de las
conclusiones, al momento de enterrar históricamente al General de los hombres
libres, José Gervasio Artigas, los dos contribuyen con su propia pala. Pero
esta clase de pensadores no van a construir “nunca
un pensamiento que partiese de una observación local de los problemas y de la
búsqueda de soluciones nacionales por consecuencia”.[20]
Pero cabe preguntarse si en las condiciones que realizan su tarea científica:
¿pueden construir un pensamiento que sea nacional?, ¿están o estarían
interesados en hacerlo? (más adelante veremos que Roberto Carri va a poner en
consideración si la sociología puede rebasar el orden social en el cual es
producida).
Hay
un juego de luces y de sombras que se da tanto sobre personajes históricos,
como sobre escritores, así tendrá éxito, se le dará primera plana en los
periódicos a quiénes contribuyan con la superestructura cultural de dominación
colonial, y se echará sombras sobre los escritores nacionales que denuncien al
coloniaje económico y cultural. Podríamos recordar a Scalabrini Ortíz, a Manuel
Ugarte, a Enrique Santos Discépolo y a tantos otros que se intentó silenciar,
que quedaran en el olvido, son los escritores malditos. ¿No es hora ya de
realizar una suerte de “inventario” de los malditos en la sociología Argentina?,
¿no es hora ya de “desempolvar” las ideas que éstos nos venían o nos vienen a
proponer?
El
autor de Los profetas del odio, pone
en consideración el fracaso de la construcción cientificista, “porque precisamente es anticientífica,
porque es construcción abstracta y en el aire y toda apariencia y el aparato de
la técnica es una simple construcción mental desvinculada del hombre común”.[21]
De esta forma, fracasa en tanto no puede dar soluciones, pero cabe preguntarse
¿realmente busca dar soluciones? Es un conocimiento aparente, formal (veremos
también que Carri polemizará acerca del formalismo en las ciencias sociales),
que puede servir para discusiones de café, para macanear, para conseguir
prestigio, para conquistar una muchacha, pero no puede contestar, dar cuenta de
las verdades simples que viven todos los días los hombres de a pié.
En
cambio, en Jauretche no hay solo conocimiento teórico, solo esquemas, teorías,
sino que hay una participación en la realidad social, una militancia política,
su biógrafo, Norberto Galasso sostiene que “a
través de un rico entrecruzamiento entre análisis teórico y praxis política,
Jauretche se constituyó en uno de los principales cuestionadores del orden
dependiente”.[22]
En este cuestionamiento, el autor del relato gauchesco del levantamiento
radical El paso de los libres, va a
dar a luz numerosos conceptos novedosos para tratar la realidad nacional. Con
un lenguaje profundamente político y que retoma cuestiones de la gauchesca,
además de los conceptos que venimos viendo como por ejemplo los de colonización
pedagógica, zoncera, etc. y de su entramado, nos hablará del tilingo, del
guarango, de los fubistas, y demás conceptos que nos muestran una forma
original de construcción teórica. Nuestro autor ha logrado crear todo un lenguaje
político, muchas de las palabras que hoy día se usan en el “mundo político”
fueron escuchadas las primeras veces de su voz ronca.
La
sociología que propone Jauretche, es una sociología
de compromiso político que se asuma como tal y no se esconda bajo los
ropajes del puritanismo. Así se pregunta acerca de los intelectuales “¿de qué está hecho un intelectual?, ¿de
carne y hueso, de este barro humano tan sucio y tan delicado, tan fuerte y ten
deleznable, o de crema chantilly?”.[23] Él
tampoco va a querer intelectuales que adquieran un lugar en la sociedad por
encima de otros sectores; es decir que por el solo hecho de haber podido
acceder a la universidad su voz adquiera más importancia que la del resto de la
sociedad. Es el llamamiento a una horizontalidad del conocer, que reconoce
diferentes saberes.
Jauretche
sabe que no se puede tener respuestas para todo, y también sabe que éstas son
descubiertas con la colaboración del pueblo, Galasso argumenta que “su
valoración de los sectores populares como protagonistas de la historia, se
corrobora en planteos de desbordante simpatía por nuestros trabajadores”,[24]dado que la construcción es desde abajo pues “nada puede construirse desde arriba si no
se trabaja en el seno del pueblo”.[25]
Considera
también que sin la destrucción de la colonización pedagógica la liberación
nacional es imposible. Al tiempo que tampoco es posible como patrias chicas,
separadas, desunidas luego de las guerras de independencia por el fenómeno de
balcanización impuesto por las potencias imperiales. Es un pensador de la
patria grande, pues solo en ésta se puede dar las condiciones para derribar a
la opresión imperialista y colonial.
Arturo
Jauretche nos hace un llamado a pensar en
nacional, a tomar el planisferio y ubicarnos en el medio, no en un rincón y
abajo (casi cayéndonos del mapa). Nosotros ya hemos probado el consejo de Don
Arturo, pero pruebe usted mismo lector y verá la sensación que le produce, verá
que éste es un acto de liberación y de descolonización pedagógica.
Hernández Arregui y los sociólogos importados
Para
comprender las críticas desarrolladas por Hernández Arregui, quien tiene una
fuerte influencia de Arturo Jauretche tanto a nivel político[26] como (ya veremos) de
desarrollo teórico, a Gino Germani y a la sociología de su época, es necesario
observar que el autor de La formación de
la conciencia nacional establece una estrecha relación entre el proceso
dictatorial comenzado en 1955, y la Universidad de Buenos Aires, a partir de la
intervención de esta última, “Arregui
pone en tela de juicio la vinculación directa que existió entre la violencia
política de 1955, el proyecto de extranjerización de la economía impuesto y la
función justificadora de la academia (…) las opiniones de Arregui colocan en el
tapete un hecho poco difundido en la historia de la sociología en el país y es
la aprobación de varios profesores y funcionarios, pública y manifiesta, al
golpe militar de 1955”.[27] Es decir, cuando nuestro
autor critique a la sociología va a denunciar el entramado de la superestructura
cultural que conlleva la colonización pedagógica que nos hablaba y también
impugnaba Jauretche, en el momento específico del golpe de estado que derribara
al peronismo gobernante.
Aramburu,
habría encontrado en la universidad un sustento para realizar sus
persecuciones, sus ideas políticas, su programa de entrega económica
implementado luego del análisis de situación que realizara Raúl Prebisch, que
refutara Jauretche con su Plan Prebisch,
retorno al coloniaje. La denuncia de Hernández Arregui se balancea entre el
apoyo explícito de la intelligentzia a
la dictadura impuesta por Aramburu, y
el silencio cómplice de esta misma capa de la sociedad.
Hernández
Arregui va a sostener que las ideas acerca de la sociología de Gino Germani son
(en resumen) las siguientes: busca establecer que existen fuertes diferencias
raciales y nacionales entre los países latinoamericanos, por lo cual sería un
error el asimilar a Argentina a los demás países del nuestro continente; en la
Argentina no hay contrastes culturales o raciales, la población es homogénea,
porque en nuestro país no hay indios ni negros, y tiene una clase media
numerosa (el 40% de la población) en estado de ascenso social permanente, por
lo cual la Argentina solo se podría comparar y asemejar a países como los
Estados Unidos e Inglaterra; las fracturas sociales en la Argentina no son
graves como en otros países del continente; la inmigración cumplió un papel
fundamental en la modernización del país, que hace comparable al país hasta con
Alemania; la Argentina es una sociedad burguesa conservadora, en la cual solo
las distorsiones ideológicas pueden hacer creer que es una zona de América
Latina disponible para una revolución violenta; existe algún descontento
sindical, pero no subversivo sino “progresivo”.[28]
La idea del
sociólogo italiano según Hernández Arregui sería considerar a la Argentina como
un país, que por sus características de homogeneidad social, no tiene
diferencias culturales, como una sociedad conservadora que tiene más semejanza
con los países desarrollados ya sea europeos y/o Estados unidos, que con los
países del continente latinoamericano. La Argentina, como un país blanco, a la
población nativa como inferior a la migrante. El esquema sarmientino se hace
presente nuevamente.
Así, nuestro
destino estaría reflejado en estos países, la cual es una comparación
anacrónica tanto histórica como económicamente. Es la interpretación que la
oligarquía ha realizado de Mitre en adelante. Es nuevamente el discurso de las
patrias chicas, que pretende que Argentina en lugar de mirar hacia adentro,
hacia su continente, mire allá lejos sobre el Océano o hacia el Norte. Mirarse
en el espejo de los países desarrollados, el cual siempre nos devolverá una
imagen deformada, una imagen irreal, ficticia de la nación. Pues es la negación del pueblo y como negación de
éste es la negación de la nación
misma. Nuestro autor argumentará que “la
masa obrera, tanto porteña como provinciana, está más cerca, incluso
étnicamente, de Bolivia, Chile, Paraguay, México, etc., de lo que el sociólogo
sostiene aparte que las llamadas diferencias raciales, particularmente es este
caso, ocultan una ideología social reaccionaria”.[29]
Lo que sí existe entre los países del continente latinoamericano es una
homogeneidad lingüística y cultural, no hay diferencias raciales o nacionales,
pues de lo que se trata es de sectores oprimidos.
En relación a
la inmigración, argumenta que ha sido asimilada, con influencias sobre la
cultura nacional, autóctona, pero siempre esta última terminó por predominar.
Asimismo resalta que en Argentina hay tres regiones bien diferenciadas: Buenos
Aires, el litoral, y el interior mediterráneo. Aquí se encuentra el problema
muchas veces, no solo por parte de Germani sino también por los sectores medios
de identificar a la ciudad-puerto con el país todo. Es la negación del
interior. Podemos ver como hoy en día muchas veces los viajeros de la
ciudad-puerto ven al interior como lo
exótico, lo ajeno. Una forma más de “turismo aventura”.
Por último,
asevera que la sociedad Argentina no es conservadora, pues hay una agitación
política y social a lo largo y ancho del país. Llama la atención que hacia
fines de los ’50, y en la década de los ’60, un sociólogo pudiera argumentar
que la sociedad Argentina se hallaba en las tradiciones del pensamiento
conservador, puede no haber intencionalidad en el análisis, sino que es mero
desconocimiento de lo que sucede en el sustrato profundo del pueblo, que solo
puede considerarse en plena relación con éste.
Observamos que
Hernández Arregui tiene una mirada diametralmente opuesta a la de Germani, pues
mientras que el primero considera fundamental partir de un conocimiento situado
en la realidad social concreta; Germani va a hacerlo desde una abstracción, de
una idea, que luego se aplicaría a la realidad concreta. Donde uno ve una
sociedad blanca y europea; el otro ve a la América Latina morena. Donde Germani
piensa que hay atraso; Hernández Arregui considera que es el componente
fundamental conjuntamente con el cual debe construirse la nación. Mientras para
el sociólogo italiano el modelo está en las “sociedades desarrolladas”,
Hernández Arregui concibe que el destino de la Argentina está en Latinoamérica,
en la patria grande.
Confrontando
un discurso y el otro, podríamos decir que uno se encuentra en consonancia con
la visión de Mitre, Sarmiento, etc. de la Guerra del Paraguay; y en cambio, el
otro discurso es totalmente diferente, es la de Alberdi, Felipe Varela, etc. El
primero justificador de la destrucción del país que fuera el más desarrollado
de América Latina, en base a un proyecto mercado-internista, industrializador
comandado por el Mariscal López ; el otro, colocándose por encima de las
patrias chicas denunciando la matanza que significó la guerra de la triple
infamia. De esta forma podemos observar en qué tradición de pensamiento y
política se encuentran nuestros dos autores.
Es en el
interior del país sobre todo, donde sobre todo perviven las tradiciones más
viejas de la nación, eso que Hernández Arregui va a denominar el folklore nacional, como el conjunto de
las tradiciones populares. La cultura nacional adquiere una especial
importancia en su pensamiento, pues en el rescate de estas tradiciones
populares, en su resistencia es donde se encuentra un rasgo distintivo como comunidad
autónoma. El rescate mismo de estas
tradiciones del pueblo es un acto de resistencia
a la penetración cultural extranjera. No se trata, de todas formas, de negar el
aporte que pueda venir de otros continentes, sino de incorporarlo justamente en
lo que pueda aportar a nuestra cultura y tradiciones, no en el avance en
desmedro de éstas.
El intelectual
argentino debe involucrarse con su pueblo, en sus tradiciones para así poder
generar un pensamiento propio, a diferencia del intelectual colonizado que es
el que “acostumbra a identificar la
cultura con la cultura europea”.[30] Son los sectores medios,
subordinados al aparato cultural colonial, quienes difunden la ideología de la
oligarquía. Pues “cuando la intelligentzia
de un país recibe su lumbre espiritual no del “humus” colectivo, sino de los
focos externos con su luz extenuada se alejan del pueblo, se opera al mismo
tiempo la deformación de la historia, y el pueblo es negado o desechado”.[31]
Son los
intelectuales que se encandilan con las “luces de la civilización”, que están
al tanto de la última moda en el pensamiento extranjero, que suelen desear
hacer post-grados y doctorados en los países centrales (que dicen “me voy para
afuera” cuando se van de viaje al interior del país, toda una concepción), pero
son incapaces de analizar la realidad nacional, y de modificarla. Es la intelligentzia que se sitúa cualquier
vereda que no sea la del pueblo, ellos se sienten diferentes (la distinción), y
así se encuentran separados de éste (en la vereda de enfrente del pueblo, o más
bien en la terraza de éste, pues siempre por arriba de los que considera
inferiores), por lo cual no puede cumplir otro papel que no sea antinacional.
De esta forma podrá apoyar procesos dictatoriales con tal de que no sean los
sectores populares los que se encuentren
conduciendo los destinos del país.
El autor de Peronismo y socialismo, concibe que la
sociología de Germani es una calcomanía de la norteamericana. Otra vez, la
importación acrítica de modelos extranjeros de ciencia. De ahí, la idea de
nuestro autor de denominar a este tipo de sociólogos como “sociólogos
importados”, que nos sirve para nominar el presente apartado. Importación de
materias primas en detrimento de la industria nacional. Librecambio contra
proteccionismo, desarrollo hacia fuera contra desarrollo endogámico, el
enfrentamiento que recorre la historia nacional.
Importación acrítica decíamos entonces, en el sentido de aplicación automática de las
categorías realizadas en otros tiempos y/o en otras realidades, lo que no
implica que no se discrimine a los autores que se introduce al conocimiento
sociológico del país, prueba cabal de ello es (como veíamos anteriormente) la
introducción de C. W. Mills de forma tamizada. La idea de Germani en la visión
de nuestro autor, es la de una sociología
pura, la cual “tiene por objeto
apartar al estudiante de los problemas reales del país”.[32]
Alejarlo por lo tanto de la posibilidad de arribar a posibles soluciones.
Para poder llegar a éstas se hace necesario partir de nuestra propia realidad,
pero no mirándola desde fuera sino involucrado en ésta. De este modo Hernández
Arregui hace repaso de la aparición de una conciencia, de un pensamiento
nacional en ¿qué es el ser nacional?,
así “la conciencia de la necesidad de una
filosofía autónoma, no antieuropea pero sí americana, profetiza la aparición de
pensadores fidedignos. En América Hispánica ese señuelo ha empezado por la
literatura, se ha continuado por la revisión de la historia y el interés, nada
casual, por la sociología”.[33]
Tenemos entonces trazado el camino, la literatura, el revisionismo
histórico y por último la sociología, podríamos considerar que “lo real aparece en la conciencia como
expresión, recuerdo y conocimiento”.[34]
La sociología
de Germani se pierde el camino, no quiere expresión, sentimientos, ideología,
pues la ciencia debe abogar, como veremos a continuación, por el neutralismo valorativo; tampoco acierta
en la revisión histórica, ya vimos que Hernández Arregui nos alerta de la
a-historicidad de la sociología del sociólogo italiano; por lo que el
conocimiento al que llegue será desfigurado.
Sociología
carente de valores decíamos, “un buen
ejemplo de esta ciencia “apolítica” fue Gino Germani, campeón de una sociología
neutral”.[35] Pues la tarea del
intelectual en Hernández Arregui, es de un compromiso militante, el intelectual
nacional (no miembro de la intelligentzia)
debe utilizar su conocimiento, si no quiere caer en la inteligencia pura, como crítica a la superestructura de dominación,
a la situación de opresión, “un intelectual
que calla las causas, la vergüenza y el horror del colonialismo, es un
mercenario que sirve a las potestades que paralizan al país”.[36]
No es casual
que utilice aquí la palabra mercenario, pues Hernández Arregui (como venimos
viendo) pone de relevancia un entramado que hay entre el autoritarismo
expresado en las dictaduras que obturan los procesos populares, el papel del
imperialismo norteamericano en apoyo a éstas, el sostén intelectual de las
universidades intervenidas, y por último el rol que juegan las organizaciones
internacionales (como por ejemplo la Fundación Ford), y/o las universidades
extranjeras que financian investigaciones en nuestro país. Aritz Recalde
sostiene que “Germani y la sociología
argentina fueron un instrumento divulgador de la ciencia neocolonial, cuya
matríz de pensamiento operó como un medio de implementación de los proyectos
desarrollistas de extranjerización de la economía y la cultura”.[37]
Sociología
alejada de los procesos populares, financiada por organismos internacionales,
inexpresiva, que estudia a la sociedad a través de la recopilación de datos
estadísticos y estudios minúsculos que no hacen referencia a marcos más
amplios, observa problemas relacionados con el cambio social e intenta
resolverlos de forma práctica. Estos son algunos de los elementos que surgen
del análisis de nuestro autor de la sociología presente en su época, que nos
dan lugar a preguntarnos si ¿hoy en día es muy diferente la situación de la
sociología con posición dominante en la universidad Argentina?, ¿no son
similares varios de los problemas que denuncia el autor de Nacionalismo y Liberalismo?
Hernández
Arregui sostiene en relación a la universidad
antinacional y a la relación de los pensadores nacionales y comprometidos
en un proceso de lucha que: “ya no
tenemos padres. No queremos que nos enseñen nada, porque esa enseñanza fue
siempre, en todos los casos, una enseñanza contra nosotros mismos”.[38]
¿Es una renuncia al conocimiento?, claro que no, de lo que se trata es de
despreciar un tipo de conocimiento que no se adecua a las necesidades del país,
del pueblo, que de esa forma es solo un conocimiento formal, aparente.
En su visión
de la universidad, ésta no debe cumplir el papel de perpetuar el sistema de
dominación, sino que más bien debe contribuir a transformarlo. Sociología
acentuada en la realidad nacional, que de cuenta explícita de su compromiso
político con un proyecto político de liberación, con el pueblo, que construya
conceptos desde aquí (¡que construya conceptos!), por lo tanto propone una sociología creativa, que no desprecie el
conocimiento surgido en otras latitudes, pero que lo incorpore en la medida de
las necesidades del país.
En línea con la sociología que desea
desarrollar pone en consideración un documento de docentes de la carrera de
sociología que data del año 1970[39], en el cual se deja ver
otro tipo de concepción de la sociología comprometida en los procesos de lucha.
Entre los firmantes de aquel documento hay varios miembros de las “cátedras
nacionales” entre los cuales se encuentra Roberto Carri, el próximo autor al
cual trataremos aquí.
Roberto Carri y
los “bandoleros sociológicos”
Roberto Carri, resuena su
nombre en la historia de la sociología Argentina, como uno de los máximos
exponentes y más fieles de las llamadas “cátedras nacionales”, como miembro de
una sociología militante, comprometida, transitando de la cerrazón, de la
oscuridad, pasando cerca del asalto del cielo, y terminando en el infierno.
Resuena también como parte de la tragedia nacional, detenido-desaparecido,
deshumanizado en la urdimbre del plan sistemático de genocidio corporal,
social, cultural, político y económico. Si armáramos el panteón de los malditos de la sociología por el que nos
preguntábamos más arriba, seguramente tendría un lugar allí.
Carri,
con tan solo 28 años, iba a escribir un relato acerca de Isidro Velázquez,
personaje chaqueño de la década del ’60 que robaba a los estancieros, y
repartía su botín entre la población campesina sobre todo de la localidad de
Machagai y Colonia Aborigen, logrando así la protección de éstos[40].
En ese relato, Carri se posiciona contra toda una corriente de la sociología
Argentina. De ese texto, esa es la parte que nos interesa aquí, en tanto
crítica a la sociología formalista.
Carri va a criticar a la sociología desde la
fundación de Germani, en sus impulsos modernizadores y desarrollistas presentes
también en la época en que realiza su crítica. Va a vincular a la fundación de
la carrera de sociología, a su reconocimiento como ciencia con el derrocamiento
del peronismo. También va a marcar el vínculo con las corrientes predominantes
en ese momento en los Estados Unidos. Denuncia al mismo tiempo, la penetración
imperialista en la sociología en relación a los subsidios de diversas
fundaciones extranjeras, especialmente de Fundación Ford, y nos dice al
respecto que “aquí no rechazamos esos
aportes por el hecho de su nacionalidad, el problema es si todavía existe en
las áreas metropolitanas que han entrado en la etapa imperialista un aporte
generalizado de carácter creativo o científico, o si las posibilidades del
mismo están agotadas en la actualidad y la dinámica (y por lo tanto la verdad
histórica) actualmente se encuentran fuera de esas áreas”.[41]
Resonancias
del pensamiento de Lenin, El
imperialismo, la etapa superior del
capitalismo, y de Trosky en su complementación a Marx, donde aparece la cuestión imperial, y donde “el fantasma
de la revolución” reaparece en los países coloniales y semicoloniales. El
cambio social no vendrá ya dado por el avance de los países centrales sobre los
pueblos coloniales o semi-coloniales, sino más bien el cambio se encuentra
anidado allí.[42] La
fábula de que las inversiones extranjeras traerán el progreso no hace mella en
Carri. Él observa que los subsidios de estas fundaciones, no traerán ninguna
clase de beneficio, de progreso para el conjunto del pueblo argentino.
El
joven sociólogo retoma el tema sarmientino de civilización y barbarie, para su crítica, así sostiene que “los que continúan el hilo teórico de
Sarmiento son los sociólogos contemporáneos que imbuidos de una falsa idea de
progreso y la evolución de las sociedades (…) analizan la cuestión aceptando la
tradicional dicotomía entre civilización y barbarie”.[43] Nuestro
autor traza aquí una línea de pensamiento que comenzaría en Sarmiento, y
continuaría por diferentes pensadores, categorías hasta hacerse presente en su
momento, en un tipo de construcción de conocimiento social, “hacia fin del siglo pasado comienza a
desarrollarse en nuestro país la ciencia social con contenido positivista y
evolucionista. Son Juan B. Justo, José Ingenieros, y José M. Ramos Mejía, entre
otros, quienes aportan nuevos enfoques en el análisis de nuestra patria,
siempre dentro del esquema civilización y barbarie”.[44]
Ese
camino que va a devenir en la institucionalización de la sociología “fue una consecuencia de las teorías
“pre-científicas” elaboradas desde mediados del siglo pasado por los ideólogos
del régimen oligárquico”,[45] va
a estar marcada por diferentes postulados antitéticos, de la civilización y
barbarie, pasamos al de desarrollo y subdesarrollo, y al de sociedad
tradicional – sociedad de masas.
Nuestro
autor nos va a hablar de una ciencia
social reconocida, es decir la sociología en tanto parte de la academia a
partir de 1957, no sería la única sociología posible, pues hay todo un
conocimiento social anterior que no se puede desdeñar. Es más, va a sostener la
existencia de otro tipo de conocimiento científico que es construido por el
pueblo en lucha, que no tiene capacidad de expresar su alternativa, en tanto
que carece del poder suficiente para poder hacerlo.
Carri
pone de relevancia el entramado político-científico que se da desde los
profesionales formados en las ciencias sociales, y el “campo político”. Es la
tecnificación del conocimiento. Es la universidad al servicio del Estado, pero
aportando conocimiento técnico, aquí no hay (o no debería haber, ¿no la hay?)
política, ideología, solo se busca la “eficiencia”. La política no importa, el
técnico es funcional a cualquier modelo de país. Nuestro autor observa que la
sociología sirve (en una línea de pensamiento similar a la que consideráramos
anteriormente de Hernández Arregui) de sostén intelectual, teórico al
desenvolvimiento del desarrollismo en nuestro país, pues “la dominación imperialista en todo el mundo provocó el desarrollo de
la sociología como un medio de detectar problemas en sus países y descubrir los
modos de superar las tensiones del mundo moderno”.[46]
Plantea
asimismo el rol que ha cumplido la universidad en el desarrollo de la cultura
nacional. El balance no es para nada positivo, pues considera que ésta fue
creada para servir y mantener un orden social de dominación, “la universidad Argentina fue el laboratorio
de formación de ideologías al servicio del mantenimiento del orden”.[47] Contribución
de la sociología al mantenimiento del statu
quo, va a ser un tema recurrente en Carri.
Estos
profesionales que son formados en la universidad, en donde el interés radica en
“aportar a sus alumnos un curriculum
profesional, formar una “personalidad profesionalmente equilibrada”, etc. Tiene
como objetivo despolitizar ideológicamente al sociólogo convirtiéndolo en un
fiel servidor del estado, en un técnico eficiente”.[48] Se
separa la técnica y la razón, de la ideología y la irracionalidad, aquí yace el
fundamento de este tipo de conocimiento sociológico. Es una concepción
científica fría, desprovista de pasiones, que desea escapar del proceso que se
analiza, no involucrarse, se posiciona en un lugar donde lo único admirable y
que efectivamente se admira es la ciencia
y la tecnología, el progreso. Hay una
concepción de progreso como desarrollo, de lo tradicional a lo
moderno, el cambio no es de orden social, no es una transformación
revolucionaria, sino más bien es el desarrollo lógico de la evolución natural
de las sociedades. El cambio como resultado de un progreso acumulativo. Es la separación entre conocimiento y práctica, entre ciencia y
sociedad, la que trae aparejada que no exista “integración del conocimiento con la praxis, por lo tanto no hay
conocimiento real. O mejor dicho, hay conocimiento burgués”.[49] Es
una construcción teórica a-histórica.
Pero
Carri resalta que por más que se intente de huir de la ideología, de la
política, se trate de enmascarar debajo del tecnicismo, esto no es posible dado
que “las concepciones de la ciencia no
tienen autonomía real, se subordinan a un orden o práctica social y política, y
más allá de la buena o mala voluntad del investigador”.[50]
Así,
vemos que el “bandolero sociológico” (mote que le achaca porque algunos sociólogos
denominaban como bandolero social a Isidro Velázquez, donde Carri consideraba
que había una violencia pre-revolucionaria) es aquel que todavía cree que la objetividad científica es lo más
importante, y de esta forma no da cuenta que cae en un pensamiento formalista,
teórico, del cual solo se puede escapar poniendo la acción política en primer
lugar. Aquí, la concepción de Carri, es la primacía
de la política. Horacio González sostiene que con la acusación de
“bandoleros sociológicos”, “deseaba, de
ese modo, hacer valer una ruptura con Germani que apelase menos a un cambio
profundo en el “estilo sociológico (lo que de todos modos insinuaba con gran
fuerza) que a una radicalización anarco-populista de la tesis ilustrada de la
modernización”.[51]
Más bien un rechazo al pensamiento ilustrado.
Acerca
del Formalismo en las ciencias sociales,
nuestro autor iba a escribir una nota en la revista (con vinculación
-conjuntamente con Envido- con las
cátedras nacionales) Antropología. Tercer
Mundo (que con el correr de los números iba a ser mucho más Tercer Mundo
que Antropología). Allí iba a criticar nuevamente a esta corriente en posición
hegemónica.
En
dicha nota duda acerca de que la sociología como ciencia pueda superar el orden
social en el cual es producida. Superarlo en tanto orden de dominación, donde
hay división entre dominantes y dominados. En el campo sociológico se
reproducirían las mismas relaciones que en el seno de la sociedad.
Dado
ese orden de dominación, concibe una sociología que oculta dichas relaciones
sociales en su politicidad. La sociología es moldeada por la sociedad a la cual
pretende analizar. ¿Cuáles son las posibilidades de escapar a esa lógica en la
que se la encuentra envuelta? Algo de la respuesta venimos considerando. Pero
avancemos en los argumentos tomando las ideas de Valentina Salvi quien
argumenta que “lejos de acotar el tema
del formalismo a un tema epistemológico de justificación científica, por el
contrario, es el horizonte para problematizar la doble inversión fetichista que
anida en las ciencias sociales, para denunciar su pretensión autárquica y para,
finalmente, enfrentarlas con el fantasma de la política que quisieron eliminar
de entre sus fundamentos; y así recuperarlas en su propia dimensión utópica”.[52] Dar
cuenta de sus construcciones formales, abstractas que se valen por sí mismas,
poniendo en evidencia su politicidad. Recuperar su dimensión utópica en tanto
ciencia transformadora de la sociedad en la que se desarrolla.
El
científico que pretende objetividad, “el bandolero sociológico”, no da cuenta
que el conocimiento científico siempre se relaciona con individuos e intereses.
Es el método por encima de todo. El científico, en tanto poseedor de tal,
construye un modelo teórico en soledad, en su mente (cual científico en su
laboratorio -“de ideas”-), considerando que el conocimiento es puro, no tiene
valores, es autónomo de la sociedad, y luego lo aplica a la realidad concreta.
Si este modelo no se adecúa a la realidad en la cual es aplicado, concluye que
la realidad no existe, o se encuentra deformada. Olvida que los hombres sí
tienen valores, y que actúan en un contexto social del cual no se pueden
evadir, ni abstraer.
El
conocimiento formal solo analiza “objetivamente”, no busca la transformación de
la sociedad, “es un hacer que tiene como
característica el no ir más allá de lo que ya es: no modifica nada (…) es
empirismo acrítico, el fetichismo de los hechos inmutables”.[53] El conocimiento se transforma en
fetiche, se autonomiza del sujeto que lo crea, lo pasa a dominar, el sujeto se
transforma en objeto y el objeto que lo pasa a dominar en sujeto. El creador ve
a su objeto como ajeno. Pues el sociólogo “crea
la ciencia, pero ésta una vez puesta en movimiento es dejada por su creador (…)
moverse libremente en su específica legalidad”,[54]
se convierte en instrumento de sus propios instrumentos.
Por
último vemos que, como discípulo de Arturo Jauretche, iba a “recoger el guante”
cuando en la Revista Latinoamericana de
Sociología, Francisco Delich hiciera una nota severamente crítica acerca
del medio pelo en la sociedad Argentina, con
motivo de su aparición en las librerías de Buenos Aires. De esta manera
comentaremos brevemente dicha polémica, pues hay allí un enfrentamiento entre
los dos tipos de conocimiento sociológico que venimos viendo, y nos ayudará a
comprender mejor las críticas de Carri a la sociología cientificista[55].
La polémica se suscita entre fines de 1967, y principios de 1968, a través de
varios números de dicha revista. Francisco José Delich; por ese entonces parte
del Centro de Investigaciones en Ciencias Sociales (CICSO, que comienza a
funcionar en el ‘67), y que en el año 1977 iba a publicar el libro Crítica y autocrítica de la razón
extraviada, veinticinco años de sociología con una fuerte crítica a la
experiencia de la sociología de la Universidad de Buenos Aires, en tanto ligada
a los procesos revolucionarios de América Latina; es quién lanza el “primer
golpe”.
Lo
hace al criticar el método que
Jauretche denomina estaño, acerca del
cual nos dice que Jauretche “no indica
los parámetros de su nuevo método”,[56] así sostiene que en el libro “los datos son escasos y las reflexiones
sobreabundan”.[57] Se queja asimismo de que Jauretche no de una
definición sistematizada del medio pelo: “no
es esta ni la única ni la última definición de medio pelo”.[58]
También
le achacará la falta de precisión en su definición de status, y la idea de que una burguesía industrial, esquiva al
desarrollo, ha fracasado tres veces, “el
autor no atina a definir ni siquiera con términos vagos y de uso corriente, las
distintas burguesías que señala”.[59] Entre
otras críticas más argumentará contra las ideas que veíamos antes de Jauretche
acerca de la no infalibilidad de las estadísticas, Delich considera que
Jauretche no cree (como si fuera una cuestión de fe) en las estadísticas, y que
cuando hace uso de ellas (curioso que alguien utilice una herramienta en la
cual no cree) lo hace mal.
Carri,
en su respuesta va a refutar no solo la crítica específica al libro de Jauretche
en cuestión, sino que con ella va a rebatir a “toda una corriente entre los sociólogos argentinos”.[60] Aquí
Carri se refiere a lo que venimos llamando “sociología cientificista”, a su
concepción de ciencia, sus métodos, y sobre todo la concepción política e
ideológica que subyace a sus planteos.
Para
él no puede haber teoría que sea la consecuencia de una decisión individual, la
imagen del científico en su “sala de ciencia” mezclando los diferentes
conceptos, aislado de la sociedad en la cual produce y por la que es producido
generando teoría se revela falsa, pues la teoría es considerada aquí “como la expresión de la conciencia social
(…) la ciencia es producto colectivo de la sociedad (…) pero los científicos
creen que esos conocimientos son la consecuencia de la aplicación individual de
su empirismo”.[61]
Carri,
va a criticar que Delich separe al libro de la biografía del autor, de su
trayectoria política. Así Delich viene a criticar el libro de Jauretche con los
parámetros de la “sociología formalista”, sin poner en duda en ningún momento
su validez como ciencia. Es decir, el punto de partida para la crítica de
Delich, Carri lo juzga erróneo. Pues “Jauretche
tiene una posición política muy conocida (radical, forjista, peronista), sus
conclusiones expresan la particular opinión que sobre la independencia nacional
tuvieron y tienen en los movimientos nacionales y anticoloniales distintos
sectores (…) A Delich no le importa, solo ve que no es “científico”, y critica
“científicamente” su obra”.[62]
Es la actitud de rechazar como no
científicas, todas las concepciones que no sigan “las reglas del método”.
Carri
también va a ir refutando las críticas puntuales de Delich, pero aquí nos
interesa su impugnación al formalismo en la sociología. No obstante, en esas
críticas más puntuales que realiza Delich, Carri por ejemplo va a sostener que
el concepto de status, halla su “utilidad” en tanto su ambigüedad, y que
Jauretche no acepta acríticamente los esquemas teóricos sino que actúa con los
pies en la realidad que analiza. El autor de Isidro Velázquez y las formas prerrevolucionarias de la violencia,
finaliza su planteo argumentando que los análisis que realiza Francisco Delich
y con él toda una corriente de la sociología son fruto de lo que Jauretche
denominara colonización pedagógica,
que termina por internalizarse, por hacerse cuerpo en los cientistas sociales (y
demás sectores de la sociedad).
Delich
contesta la nota (la cual no recibirá respuesta), con fastidio, dado que según
él Carri hace, “precoz terrorismo intelectual
(sociólogo de medio pelo, intelectual colonizado, deshonesto intelectual)”.[63]
En dicha respuesta no aportará nuevos elementos a su crítica inicial.
Podemos
ver cómo Carri va a aprovechar la reseña que realizara Francisco Delich al
libro de Jauretche, para avanzar en crítica no solo a su interlocutor, sino
también a una amplia gama de sociólogos que éste viene a representar en la
crítica. Así como venimos viendo, tenemos expresados aquí también claramente los
dos modelos de sociólogos que se encuentran (aún hoy) en pugna.
Para
finalizar, consideramos que en la concepción de nuestro autor hay, como vemos,
una profunda relación entre sociología
y política, es más la sociología
aparece como intrínsecamente cumpliendo un papel político. Así va a identificar
a estas dos formas antitéticas de construir conocimiento (la cientificista,
formalista; y la nacional, popular y revolucionaria) con la contraposición
entre “las fuerzas que luchan por un
desarrollo independiente y por las modificaciones de base que el mismo supone;
y las fuerzas vinculadas a la dependencia y al mantenimiento del statu quo”.[64]
La
teoría aparece como el enfrentamiento entre esas dos fuerzas en pugna. Así las
teorías de cuño liberal y/o desarrollistas, serían la expresión de los sectores
oligárquicos y pro-imperialistas; y las teorías revolucionarias,
transformadoras aparecen no solo como expresión del pueblo, sino como el pueblo
mismo. Esa es la “verdadera” ciencia para Carri, en tanto no parte de modelos
abstractos. Es una sociología que puede responder sus interrogantes, los ¿para
qué?, ¿para quién?, etc.
El
sociólogo y también periodista, va a proponer un camino similar al que
planteara Hernández Arregui, pues hace un llamado a la “revalorización crítica de la cultura popular, producida incesantemente
por los pueblos, revalorización colectiva que actúa como motor (…) del proceso
de transformación revolucionaria”.[65] De
todas formas, Carri no va a caer en un reduccionismo cultural, dado que la
tradición, en una línea similar a la de Frantz Fanon, es un arma del pueblo contra la opresión de las
potencias, pero cuando ésta es un obstáculo a la liberación, es dejada de lado.
Es
en el conocimiento de la cultura propia, de la historia nacional de donde van a
surgir el proyecto y los medios para llegar a su concreción. Es en el
conocimiento profundo de nuestra historia, de nuestras fortalezas y debilidades
donde se encuentra una fuente de suma importancia para la conformación de una
nueva sociedad que se base en otros principios, otros valores, en un hombre
nuevo.
La
construcción propuesta es de la mano del pueblo, es la combinación entre la
teoría y la práctica. Hay un carácter activo en su construcción, una
vinculación con el pueblo en lucha. No se trata ya de partir de esquemas
teóricos mentales, para aplicarlos a la sociedad, sino que se trata de nutrirse
de la sociedad, específicamente del pueblo para producir teoría. Es una
relación dialéctica entre esos dos polos. Pues “para nosotros hay una sola verdad y es la necesidad de la lucha popular
por la liberación de la patria (…) y no pretende descubrirla desde afuera ni
fijar cambios ajenos a la capacidad creadora de las masas”.[66]
Es romper con el iluminismo, con la diferenciación entre sujeto con capacidad
de conocer, y sujeto sin esa capacidad. La sociología que nos propone Carri es
transformadora, popular y revolucionaria… Es una sociología plebeya.
De la primacía
del método a la primacía de la política. A modo de Conclusión.
Tenemos
en los tres autores tratados aquí grandes líneas de continuidad en sus
pensamientos, ideas, conceptos, incluso en sus luchas. Los tres iban a dar
“batalla”, entre otras, contra la universidad surgida luego del golpe de estado
cívico-militar-religioso del ’55, y sus continuadores a través de los dieciocho
años de proscripción de las mayorías populares, que encontraban expresión en el
movimiento peronista.
Podríamos
considerarlos como tres generaciones de lucha por la liberación nacional
diferentes, así tenemos a Arturo Jauretche, nacido con el siglo, luchador incansable,
y forjador de los primeros atisbos de la conciencia nacional; Hernández
Arregui, nacido ya luego de la sanción de la Ley Sáenz Peña, uno de los
pensadores más lúcidos teóricamente que pretendía la formación de una izquierda
nacional dentro del peronismo; y Roberto Carri, nacido pocos años antes del
advenimiento del peronismo al poder, quien fuera un joven sociólogo militante
del peronismo revolucionario, que retomaba las tradiciones nacionales y
populares para una sociología transformadora.
En
las críticas a la sociología que hemos denominado aquí, entre otros,
cientificista, formalista, objetivista hemos ordenado la exposición a manera de
embudo. Pues, comenzamos con Arturo Jauretche, y su crítica a la superestructura cultural de dominación
colonial, donde se encuentra la universidad en general (y la sociología en
particular) cumpliendo un papel fundamental, a través de la conformación de una
intelligentzia, en la difusión y
propagación de la colonización pedagógica.
Aquí Jauretche también tipificará como la zoncera madre de todas, a la dicotomía entre la civilización y la barbarie (cuestión que
va a recorrer el pensamiento de nuestros otros dos autores). Continuamos con Juan José Hernández Arregui, quien va a observar la trama tejida entre la
“revolución fusiladora”, la universidad intervenida, y la creación de la
carrera de sociología que sirven de sostén ideológico a la dictadura. Criticará
a la sociología de Gino Germani, como intelectual de la “patria chica”, por su
concepción de neutralidad valorativa, anti-nacional, y no compromiso con las
causas populares. Finalmente, consideramos a Roberto Carri, que pondrá sobre la mesa también el entramado entre
el golpe de estado y la sociología surgida luego de la intervención. La
relación entre sociología y política. Criticará el método, el formalismo en las
ciencias sociales, la abstracción teórica. Así, la sociología como puntal de un
orden social de dominación, debe ser recuperada para el cambio social en su
función transformadora.
A
nuestros tres autores se los ha etiquetado de una u otra forma como por fuera
de la ciencia, en los márgenes de ésta por no seguir los cánones científicos.
Los tres pondrán en consideración que detrás de esta catalogación hay una
intencionalidad política, que es justamente lo que se quiere obviar,
ocultándose detrás de la máscara de la objetividad en la ciencia. Se resaltará
que este discurso es tan político como cualquier otro, y que la tan mentada
a-politicidad de la sociología no existe, siempre se responde a individuos, a
diferentes intereses.
Desde
los tres pensadores se abogará por una sociología que tenga un fuerte basamento
en la realidad, que tenga “estaño”, que no se base solamente en esquemas
formales, en “las reglas del método”. En este punto, lo que hay es una lucha
por la construcción de la verdad. La discusión por el método trae aparejada la
discusión por la palabra, por la historia, por la verdad.
Damos
cuenta de esta forma que antes de 1957, del reconocimiento de la sociología
como parte de las ciencias, no hay un
“agujero negro”, donde no existe ningún tipo de pensamiento sociológico.
Rescatar esa otra historia, también
es rescatar otros sentidos, considerar a la sociología desde otro punto de
vista, no “encorsetada” en métodos que poco aportan, sobre todo en la forma en
son utilizados, el método por encima de todo (“el fetichismo de la
metodología”). Es también el rescate, y a la vez el reconocimiento de la
existencia de diferentes saberes, los cuales no hay por qué jerarquizarlos.
Son
más que dos modelos de ciencia, dos modelos de construcción de la nación los
que están expuestos. Carri da cuenta de esta situación y considera que hay una
intrínseca relación entre las corrientes de pensamiento, y los proyectos
políticos en pugna a través de la historia nacional. Fruto de una de estas
líneas de pensamiento es la institucionalización de la sociología.
Así
a la idea de Jauretche de civilización y barbarie, Carri argumentará que a lo
largo de la historia se fue sucediendo la misma dicotomía, pero bajo otras formas
(el contenido es el mismo). Así los sociólogos de hoy en día, se basan en la
misma antinomia entre la civilización y la barbarie, la que se irá
complementando con la de desarrollo y subdesarrollo, y sociedad tradicional
enfrentada a sociedad de masas.
Lo
que está presente es una idea de progreso
unilineal, tanto del conocimiento científico como de las sociedades. De ahí
la crítica de Hernández Arregui y de Carri a los vínculos establecidos entre la
sociología y los organismos internacionales, con sus becas y subsidios. Lo que
se presenta aquí es otra forma de penetración imperialista. Denunciar esa
situación, detenerla es un acto de protección de nuestra propia
autodeterminación como pueblos, y como tal de nuestra cultura.
Tenemos
diferentes conceptos creados por nuestros autores que fuimos viendo a lo largo
de la exposición, pero aquí queríamos resaltar el de zoncera de Jauretche, porque consideramos que es, por un lado, un
llamado a la revisión del pasado; y por otro, uno a la revisión de nuestras propias
concepciones, a desnaturalizar nuestras propias prácticas, nuestras propias
concepciones acerca de la realidad social, para no estar mirando siempre “la
paja en el ojo ajeno”. Descubrir zonceras como un acto de descolonización pedagógica.
En
nuestros tres pensadores nacionales hay un llamado a rescatar la cultura
nacional, nuestras tradiciones por dos motivos: por un lado como un acto de
resistencia; y por el otro, como forma de encontrar el camino para la
construcción de un proyecto que rebase los moldes pre-establecidos.
Todos
son pensadores de la patria grande, por eso también la crítica a una sociología
que tiene como fiel representante a Gino Germani, que tiene una fuerte
influencia de la sociología norteamericana, y que pretende colocar a la Argentina
en línea con los países centrales, como un país blanco de clase media que poco
tiene que ver con los demás países del continente latinoamericano.
Tenemos
otra concepción de universidad, en los tres podemos observar los ecos de
las mejores concepciones de la Reforma del ’18, consideramos aquí sobre
todo su concepción latinoamericanista (que se enfrenta a una concepción
europeísta imperante). Recordemos que en el Manifiesto
Liminar de la Reforma, está dirigido a los “hombres libres de Sudamérica”, y se resalta que es la “hora americana”, la reforma se
extendería efectivamente por varios países de América Latina, y las distintas
federaciones se comprometían a efectuar propaganda activa para hacer efectivo
el ideal del americanismo, procurando el acercamiento de todos los pueblos. Hay
una concepción de que tanto los problemas como las necesidades son comunes a
todos los países de Latinoamérica.
Hay
que dejar de lado la pretensión de objetividad, la separación entre la política
y la ciencia, entre la razón y la ideología. Hay que rescatar a la sociología,
revalorizarla en su politicidad, en su dimensión de transformación de la
realidad social. Solo así la sociología podrá escapar al camino que se le trazó
en su formación, de sostén ideológico de las relaciones sociales de dominación.
Abandonar una sociología que no puede dar respuestas sobre la realidad
nacional, y menos la puede transformar[67].
Una sociología disonante de las corrientes conocimiento hegemónicas, que se
reconozca como parte de una creación colectiva, que parta de aquí, de nuestra
realidad, que cree, invente, que no se encandile con las “luces de la
civilización”, que se involucre codo a codo con el pueblo en lucha, que se
nutra de las experiencias de éste, que reflexione teóricamente pero que también
tenga un compromiso con las luchas populares, no solo de la Argentina sino de la
Patria Grande Latinoamericana, de Nuestra América.
Tres flores de ceibo contra la sociología
cientificista. Acerca de las críticas de Jauretche, Hernández Arregui y Carri a
las flores de Romero. Ponencia
presentada en la Mesa Nº 65 “Sociologías de Nuestra América”, en las IX Jornadas de Sociología realizadas los días 8 a 12 de agosto de 2011,
en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires (UBA).
Publicado como material de las mismas
jornadas, agosto de 2011.
[1] Galasso, Norberto. (1999). La historia social. Cuadernos para la Otra Historia Nº 2. Buenos
Aires: Centro Cultural Enrique Santos Discépolo.
[2] Parera Dennos, Alfredo. (2007). Gino Germani
sobre C. W. Mills o las enojosas reflexiones de la paja seca ante el
fuego. Sociología en debate. 1. 42-63.
[3] Wainsztok, Carla. (2007). Gino Germani y la enseñanza de la sociología.
Sociología en debate. 1. 26-31.
[4] Jauretche, Arturo. (2004). Los Profetas del Odio y la Yapa los
profetas. Buenos Aires: Corregidor, página 22.
[5] Jauretche, Arturo. (2004a). El Medio Pelo en la Sociedad Argentina
(apuntes para una sociología nacional). Buenos Aires: Corregidor, página 8.
[6] Del Brutto, Bibiana Apolonia. (2000). Raza y
carácter: algunos apuntes sobre la sociología de las mentalidades. En H.
González (Comp.). Historia crítica de la
sociología Argentina (pp. 217-238). Buenos Aires: Colihue, páginas 233-234.
[7] Citado en Jauretche,
Arturo. (2004). Textos selectos.
Buenos Aires: Corregidor, página 151. Originalmente en Revista Dinamis, 1972.
[8] Jauretche, Arturo. (2008). Política nacional y revisionismo histórico.
Buenos Aires: Corregidor, página 14.
[9] Jauretche, Arturo. (2004a). Op. cit., página 9.
[10] Spilimbergo, Jorge Enea. (1985). Desmontando
por la izquierda. En D. Parcero (Comp.). Cabalgando
con Jauretche (pp. 67-72). Buenos Aires, Roberto Vega, página 69.
[11] Manuele, Matías. (2000).
Arquetipos de una sociología orillera: tilingos y guarangos en Arturo
Jauretche. En H. González (Comp.). Historia
crítica de la sociología Argentina (pp. 301-305). Buenos Aires: Colihue En
página 303.
[12] Citado en Jauretche, Arturo. (2004). Textos selectos. Buenos Aires:
Corregidor, página 173.
[13] Jauretche, Arturo. (2004a). Op. cit., página 15.
[14] Jauretche, Arturo. (1976). Forja y la década infame. Con un apéndice de
manifiestos, declaraciones y textos volantes. Buenos Aires: Peña Lillo,
páginas 63-64.
[15] Jauretche, Arturo. (2004b). Manual de Zonceras Argentinas. Buenos
Aires: Corregidor, página 23.
[16] Jauretche, Arturo. (2010). Prosa de hacha y
tiza. Buenos Aires: Corregidor, página 44.
[17] Jauretche, Arturo. (2004b). Op. cit., página 12.
[18] Podemos recordar que
Jauretche deja sobre el final del Manual de zonceras Argentinas, varias hojas
en blanco para que el lector mismo se anime y anote sus propias zonceras.
[19] Jauretche, Arturo. (2004). Textos selectos. Buenos Aires:
Corregidor, 171. Originalmente en Revista La
Hipotenusa, 25/5/1967.
[20] Jauretche, Arturo. (2010). Polémicas 3. Libros y alpargatas. “Civilizados o bárbaros”. Buenos Aires:
Colihue, página 49.
[21] Jauretche, Arturo. (2009). Polémicas 2. Que al salir salga cortando. Buenos Aires: Colihue, página 50.
[22] Galasso, Norberto. (2005). Jauretche y su época. La revolución
inconclusa, 1955-1974. Tomo II. Buenos Aires: Corregidor, página 592.
[23] Jauretche, Arturo. (1983) Filo, contrafilo y punta (otras prosa de
hacha y tiza). Buenos Aires: Peña Lillo, página 45.
[24] Galasso, Norberto. (2005). Op. cit., página 200.
[25] Goldar, Ernesto. (1975). Jauretche. Buenos Aires, editorial del
noroeste. Cuaderno Nº 17 de Crisis.
[26] Hernández Arregui será de
los primeros autores que haga referencia a F.O.R.J.A. (Fuerza de Orientación
Radical de la Joven Argentina), donde Jauretche es miembro fundador. También
podemos recordar que el ingreso de Hernández Arregui al peronismo lo hace la
mano de Arturo Jauretche. Galasso,
Norberto. (1986). J.J. Hernández Arregui:
del peronismo al socialismo. Buenos Aires: Ediciones del Pensamiento
Nacional.
[27] Recalde, A. (Marzo, 2010). Hernández Arregui y la sociología
Argentina, página 12. Disponible en
Hernández Arregui va a ser destituido de
las cátedras en las que trabaja (durante el peronismo había trabajado, entre
otros, como profesor en la Universidad de Buenos Aires y en la de La Plata), y
se le impedirá el ingreso a los debates del mundo académico.
[28] Hernández Arregui, Juan
José. (2004). Nacionalismo y liberación.
Buenos Aires: Peña Lillo (Continente), páginas 155-156.
[29] Ibídem,
página 157.
[30] Hernández Arregui, Juan José. (1973). ¿Qué es el ser nacional?. Buenos Aires:
Plus Ultra, página 154.
[31] Ibídem,
página 160.
[32] Hernández Arregui, Juan José. (2004). Op. cit., página 154.
[33] Hernández Arregui, Juan José. (1973). Op. cit., página 302.
[34] Berger, Enrique. (2000). Sobre método y
estética de la reflexión social: la sociología en el pensamiento de J.J.
Hernández Arregui. En H. González (Comp.). Historia
crítica de la sociología Argentina (pp. 293-300). Buenos Aires: Colihue,
página 294. Nosotros podemos pensar por ejemplo en: Scalabrini Ortíz (El hombre
que está solo y espera), ¿el joven Borges?; el primer revisionismo, el de
FORJA, y por último, los autores tratados aquí.
[35] Hernández Arregui, Juan José. (1973). Peronismo y socialismo. Buenos Aires:
Corregidor, página 152.
[36] Ibídem,
página 163.
[37] Recalde, A. (Marzo, 2010). Op. cit., página 15.
[38] Hernández Arregui, Juan José. (2004). Op. cit., página 170.
[39] El documento se titula Declaración de los docentes peronistas de la
Carrera de Sociología. En Hernández Arregui, Juan José. (2004a). La formación de la conciencia nacional.
Buenos Aires: Peña Lillo (Continente), páginas 414-415.
[40] Hoy día Isidro Velázquez
es venerado como un santo popular en el Chaco, y todos los primeros de diciembre
–día en que es asesinado- se realiza una procesión popular).
[41] Carri, Roberto. (1970). Pensamiento nacional
y sociología anti-nacional. En Touraine, A., Nikolaus, M., Novikov, N. V., Fals
Borda, O., Marsal, J. F., Menéndez, E. L., Cárdenas, G. H., Carri, R., Verón,
E. Delich, F.. Ciencias sociales: Ideología y realidad nacional (pp.
143-165). Buenos Aires: Tiempo Contemporáneo, página 165.
[42] Galasso, Norberto. (1996). El socialismo que viene. Buenos Aires:
Ediciones del Pensamiento Nacional.
[43] Carri, Roberto. (2001). Isidro Velázquez. Formas pre-revolucionarias de la violencia.
Buenos Aires: Colihue, página 101.
[44] Carri, Roberto. (1970). Op. cit., página
154.
[45] Carri, Roberto. (1970). Op. cit., página
148.
[46] Carri, Roberto. (1969). El formalismo en las
ciencias sociales (2da. Parte). Antropología
- Tercer Mundo. 2, (55-66), página
57. Reedición Facsimilar de la Editorial de la Facultad de Filosofía y Letras
de la Universidad de Buenos Aires.
[47] Carri, Roberto. (1970). Op. cit., página
160.
[48] Carri, Roberto. (2001), página 110.
[49] Carri, Roberto. (1968). El formalismo en las
ciencias sociales (1ra. Parte). Antropología
- Tercer Mundo. 1, (1-6), página 3.
Reedición Facsimilar de la Editorial de la Facultad de Filosofía y Letras de la
Universidad de Buenos Aires.
[50] Carri, Roberto. (2001), página 103.
[51] González Horacio. (2000). Cien años de
sociología en la Argentina: la leyenda de un nombre. En H. González (Comp.). Historia crítica de la sociología Argentina (pp.
15-100). Buenos Aires: Colihue, página 80.
[52] Salvi, Valentina. (2000). La ceguera
sociológica. Sobre “el formalismo en las ciencias sociales de Roberto Carri.,
En H. González (Comp.). Historia crítica
de la sociología Argentina (pp. 381-386). Buenos Aires: Colihue, página
381.
[53] Carri, Roberto. (1968). Op. cit., página 2.
[54] Carri, Roberto. (1969), Op. cit., página
56.
[55] Hemos realizado un tratamiento más extenso
de la polémica, véase Godoy, Juan Esteban. (2010). De la sociología del medio pelo a la sociología de la liberación.
Acerca de la polémica Carri-Delich.Disponible en http://hernandezarregui.blogspot.com/
[56] Delich, Francisco. (1967). Notas sobre el
medio pelo. Revista Latinoamericana de
Sociología. 2, pp. 302-308, página 303.
[57] Ibídem,
pp. 302.
[58] Ibídem,
pp. 303.
[59] Ibídem,
308.
[60] Carri, Roberto. (1968). Un sociólogo de medio
pelo. Revista Latinoamericana de Sociología. 1, pp. 127-129, página 127.
[61] Ibídem,
127.
[62] Ibídem,
128.
[63] Delich, Francisco. Carri, Roberto. (1968). Respuesta. Revista
Latinoamericana de Sociología. Nº 1,
pp. 129-130, página 129.
[64] Carri, Roberto. (1970). Op. cit., página
144.
[65] Carri, Roberto. (1968). Op. cit., página 4.
[66] Carri, Roberto. (1969), Op. cit., página 62.
[67] Una anécdota basta de
ejemplo del tipo de conocimiento impartido universidad imperante: hablando con
un cientista social, el cual se estaba acercando al pensamiento nacional decía
que cuando el ya estaba avanzado en la carrera de sociología, muchas veces le
preguntaban, y ¿cómo ves el país?, y contestaba titubeante, pensando en no
mostrar una postura subjetiva, buscando en conceptos parsonianos, weberianos,
varianza, covarianza, etc., pero no lograba dar respuestas lógicas en las
cuales pudiera entenderse mutuamente con su interlocutor, y terminaba
diciéndolo, bueno es que es un tema muy complejo. Hoy día, dicho cientista,
estudioso de los pensadores nacionales, encuentra más respuestas (muchas de las
cuáles son arrimadas por sus interlocutores).
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