Gente Retro. Por Dionela Guidi



Episodio I: Un caudillo que te “parla en inglés”

Levantando polvareda, de Anillaco al Obelisco, como un trueno se erige “ÉL”. Una vieja bruma de la arisca montonera se asoma en sus patillas espesas.
Todavía se escuchaba el ronquido de la maquinaria feroz de los tipos de uniforme.
Un señor hacía malabares en la cuerda floja de la conflictividad social argentina, y otro, en cuero, transpiraba discursos al laburante para no caer jamás: Saúl querido.
Todo era un inmenso abismo con un enorme Punto al Final. Nunca Más se dijo. Pero la Justicia llegaba tarde en un tren de décadas y muertos y lágrimas y rondas y vendavales que vendrían después.
El Imperio, viejo zorro, vende dictaduras y democracias.
Y vos ahí, con el cuello dislocado de ver subir y bajar los precios, le prendés velas a Mandiga para que te “corte la situación”.
Todavía las aguas bajaban turbias.
Todavía vibraba la excitación del “destape”. Una sociedad adolecía sedienta, después de largos años de censura. La Libertad andaba “en bolas” en las tapas de las revistas, casi diosa, casi prostituta.
Sonaba fuerte, puerta a puerta, el rugido del “salariazo” y la “revolución productiva”.
Él y su mueca dicen lo que quieren escuchar. Calla más de lo que dice, y repta al compás de un Muro que se cae, de un gobierno que se cae, una nueva frustración.
Los compañeros vimos un tipo de “pura cepa” y el pueblo un Mesías Salvador.
El mundo blasfema “la nueva era”.
Welcome.


Episodio II: “Verás que todo es mentira”

Del tren fantasma se bajaron todos, veloces y prolijos, de riguroso traje de seda italiana, para la ocasión.
¡Qué rápido te bajaron de un hondazo, piscuí! 1 a 1 te vendieron, todo te vendieron. Rígido y con los músculos de la cara tiesos te dijeron: “Nada de lo que deba ser tuyo, será tuyo”.
Y vos ahí, todavía atolondrado con el derechazo de Muhammad Alí , te indigestas con la pizza, te deslumbrás con el shopping y el monigote importado.
-¡Poné la mesa, viejo, que la Susana trajo fotos de Europa!, grita la cuñada, algo celosa, soñando con la Torre Eiffel y las urbes higiénicas (¡en dónde no ves un papel en el suelo!, y los trenes salen a horario).
De a poco, brota un ejército andrajoso de fábrica cerrada.
De a poco se apagan las luces del paraíso inventado.
Una Alzogaray, posa desnuda envuelta en un tapado de piel, postal obscena del saqueo.
De a poco te va invadiendo la angustia de futuro corto, de futuro oscuro, de no tener a dónde ir, a quién pedir.
Las rutas no van a ningún lado. Se cortan con hombres del margen, con mujeres del barro, con pibes que gastan la infancia en picaditos que mueren sobre las gomas quemadas.
Las rutas no van a ningún lado. Se inundan con sangre obrera, sin pan y sin trabajo.
¿Será que fui tan gil?


Episodio III: La clase obrera no va al paraíso

Y la fiesta era para unos pocos, nomás.
La tijerita del Ministro hacía estragos en jubilados y laburantes.
Cada tanto, llegaba un gringo bien trajeado, que nos mandaba a todos a hacer las cuentas… y siempre nos daban mal… ¡achique m’hijo, meta!
A esta altura, hay pobres como para hacer dulce. A esta altura, te dejaron las migajas.
Los medios de comunicación hacen la “nota sensible” con la miseria del día a día. El hambre de los pibes con violines y notero compungido.
El puchero, con lo que haya.
Desayuno, si se puede.
La “changa” y el “gasolero” vocablo de época.
Abogados y arquitectos, de tacheros melancólicos.
La esquina se pone brava. Se amontonan los que no entran en el “perfil” del éxito.
Y vos miras con nostalgia la foto vieja en Mar del Plata, la pelopincho emparchada, la platea del cine repleta, ese que ya no existe, que es Iglesia de desesperados con pastor que “fala portugués”.
A los supermercados les ponen vallas. La comida es un bien de lujo.
La olla a presión estalla y salimos todos, a ocupar los espacios nuestros.
En helicóptero, al atardecer, se escapan los verdugos.
¡Mirá que repartieron! ¡Mirá que pusimos el pellejo cuando vinieron con saña! Pero todavía faltaban un par, y en un puente que separa a los “blancos” de la indiada, se llevaron los que faltaban… Muy cerquita de ahí un cartel recuerda una frase de otro al que también le llegó la bala: “ser capaces de sentir, en lo más hondo, cualquier injusticia”.
Y, mierda, que  arrastrábamos una mochila de toneladas de injusticias atravesadas en la memoria, como un viejo que se niega a morir.
Un peón, en un tren mugriento, bosteza 100 horas sin dormir. Un indigente, medio borracho, medio filósofo, da cátedra de como sufrir. Rodolfo Walsh dijo una vez:- hablaba por él, pero también hablaba por mí.

Episodio IV: Últimos boletos a la “nave del olvido” (y no el bar)

Si te veo, y no lo puedo creer.
Ya no andas con la cabeza gacha, el cuerpo encorvado, pateando piedritas en las horas aciagas de la nada.
Te miro, y se me viene a la memoria todo el tiempo Discepolín y su “Mordisquito”.
Un buen día, el negocio caminó, o conseguiste un laburo que te permite vivir, dentro de todo, cómodo, con aumentos todos los años. Eso no pasaba, te acordás?
Hasta la vieja se jubiló. Por fin le reconocieron todos esos años de trabajo, firme como un soldado cuidando a la familia y corriendo por todos.
Te vi, ladrillo por ladrillo, como una hormiguita, levantarte tu casa. O te compraste un auto, o te ahorraste unos mangos y te fuiste afuera. Ya sé, me vas a decir: “Lo hice porque me esforcé”. Y tenés razón, no te lo niega nadie, pero sabés qué, hermano? De tu culo no sale el mundo y si no te generan las condiciones para que crezcas, te aplastan como una lombriz.
Ya sé: no se hizo todo, ni todo lo que se hizo se hizo bien, y falta una vuelta lunga, lunguísima para que alcancemos el esplendor de los “gloriosos años”. Pero se hizo mucho. Sí, se hizo mucho.
De a poco fuiste volviendo, en un éxodo lento de caminata de elefantes a la radiante Mar del Plata. De a poco arreglaste la casa, y volviste a colmar las plateas de los cines y los teatros. De a poco florecieron los comercios y los restoranes.
Pero ahora resulta que te rompen las bolas los “planes” y los “vagos que no quieren laburar”.
Si te miro y no te conozco. A vos! Que te vi en un abrir y cerrar de ojos pasar  de changarín con mil oficios a “inspector de estadísticas” con un broche en la nariz.
Pareciera que vos abrís la boca pero las palabras las ponen otros.
Pero, si lo vimos juntos, vimos como vendían los aviones, los trenes, el petróleo, los servicios…todo. Vimos el cartel de bancarrota clavado en el marote de todos nosotros.
Sii!, lo vimos juntos! Los retiros, los despidos, el que ponía el quiosco y se fundía en 2 días, al estudiante de “carreras cortas”, porqué para qué carajo servía un ingeniero en este país.
La jornada laboral, el que tenía, de 1500 horas.
Aahh! Te olvidaste que éramos “flexibles”? Si, así lo llamaban, “flexibilidad laboral”.
Te lo tengo que contar yo a vos??? A vos??? Que cambiabas en el trueque. Traías una tarta de manzana y te llevabas una camiseta de algodón. A vos?? Que hacías colas interminables en las embajadas o en las direcciones de los pocos avisos laborales que salían en los diarios.
Y no me vengas con la “seguridad juridíca”, el diálogo, y la “grieta”… Mama mía, la “grieta”! Si la “grieta” no está entre vos y yo, que somos dos perejiles que nos cagamos a puteadas porque vos decís blanco y yo digo negro. La grieta está entre los dueños de todo, los que se afanaron todo y nosotros, los que ponemos el hombro.
Y si no, date una vuelta por los cementerios de la historia, y fíjate quienes anduvieron poniendo los muertos, por este temita de la “grieta”, entre quienes querían someter la patria y quienes intentaban liberarla. Pero, si no inventamos nada!
Mirá, más miedo que todos los planes de ajuste, de recorte y de hiper -mega devaluación, me da tu olvido. Sí. Tu olvido. Que te olvides cuando te hacía ruido la panza.  Que te olvides de la tierra arrasada. Que te olvides cuando vivimos los tiempos de impunidad.
Mirá, yo te voy dejando. Pero antes te voy a pedir un favor. Que te tomes un ratito, pero un ratito en serio, de reflexión profunda y a solas. No me des bola a mí, que me sospechas de “ideologizada”. Y sacate de encima toda la prensa y la manija que te das todos los días.
El barullo aturde, venga de donde venga. En silencio, hacé ese viaje al pasado en el que te puedas ver a vos, a ese que fuiste y a este que sos.
Todavía tenés unos días para pensarlo.
Mientras tanto, la boca del lobo se abre dispuesta a engullirse de un solo bocado todo lo que conseguimos.
Después, el cronómetro se pondrá en cero, y otra vez la timba se dispondrá a su festín. Después, la ola que nos tapa.
Y esto no es porque te lo digo yo, sino porque ya lo vivimos.
La “nave del olvido” ya zarpa. Se están vendiendo los últimos boletos.
En esa no contés conmigo, en esa no.

                                                                                                
Nota publicada en "La Yoli". Revista del gremio Nodocente ATUNLA. Noviembre 2015


























No hay comentarios:

Publicar un comentario