Viernes 25 de Mayo de 2012
“Toda industrialización es un intento consciente del
país que la ejecuta para alcanzar la plena soberanía”J. J. Hernández
Arregui. Imperialismo y cultura
“La historiografía liberal tanto como la nacionalista de derecha (a Mariano Moreno)
lo han deformado. Y hay que restituirlo a la causa nacional”.
Carta de J. J. Hernández Arregui a Norberto Galasso.
Por Dionela Guidi, Licenciada en sociología (UBA). Miembro del Centro de Estudios Hernández Arregui I La
decisión del Gobierno Nacional de expropiar el 51% de las acciones de
YPF, hasta ese entonces en manos de REPSOL, reviste el carácter de
estratégico no solo porque recupera para todos los argentinos el control
de recursos fundamentales, sino porque además permite profundizar el
rumbo hacia un Estado interventor, presente y dotado de capacidad de
planificar y desarrollar políticas a largo plazo, muy diferente al
Estado “mínimo”, reducido a sangre y fuego en décadas anteriores, en
donde finalmente se impuso la larga noche neoliberal, etapa que,
entendemos, se abre en 1976 y estalla en las calles, allá por el año
2001 con intensas movilizaciones populares, fuertemente reprimidas por
el gobierno de Fernando De la Rúa. Desde entonces, nuevos paradigmas se
hicieron necesarios para hacer frente a esta crisis sistémica, política,
económica y social.Pero, estas medidas, entre las que se destacan la recuperación de YPF, de los fondos de las jubilaciones, de desendeudamiento con los organismos multilaterales de crédito, por mencionar algunas, se entroncan con el pensamiento y también con las disputas que se dieron en los orígenes de la Patria, producida la revolución de mayo.
El Plan Revolucionario de Operaciones, redactado por Mariano Moreno (con la colaboración de Manuel Belgrano), obra que suscitó grandes polémicas, que muchos autores consideraron apócrifa, y que Mitre en un “descuido”, “perdió” cuando le fue entregada por Eduardo Madero, manifiesta el programa del ala jacobina de la Revolución. Esta generación, influenciada por Rousseau, por el ideario de la Revolución Francesa, por los Derechos de Hombre y del Ciudadano no encontró en estas tierras el correlato de una burguesía nacional que propulsara el desarrollo económico, consolidara el mercado interno y generara las condiciones para acceder a nuevas formas de producción (Galasso, 2004). Por el contrario, a la poderosa burguesía comercial porteña poco le importaba y poco le importará la conformación de una Nación, más bien, como expresión de un proyecto antagónico a la línea morenista, solo se interesará por realizar buenos negocios con Gran Bretaña y acapara para sí las ganancias de su posición de privilegio con respecto al puerto, y a la Aduana de Buenos Aires.
Es, entonces, el Estado quién debe llevar a cabo este desarrollo, esta unificación y este cambio de sistema. Dice el Plan: “Deben todos los cabildos hacer presentes la energía del nuevo gobierno, el que se esmera por fomentar las artes, la agricultura e industria (…) se trata del fomento de las minerías de oro y plata, cuyos resultados serán pruebas fidedignas (Moreno; 1961:290) Se verá que con una cantidad de doscientos o trescientos millones de pesos, puestos en el centro del Estado para la formulación de las artes, agricultura, navegación, etc., producirá en pocos años un continente laborioso, instruido y virtuoso, sin necesidad de buscar exteriormente nada de lo que se necesite para la conservación de sus habitantes” (Moreno;1961:297).
Más adelante, promueve el impedimento de la concentración en pocas manos de la riqueza en pos de su distribución a fin de que el goce de la misma sea colectivo: “las fortunas agigantadas en pocos individuos, a proporción de lo grande de un estado, no solo son perniciosas, sino que sirven de ruina a la sociedad civil(…) en nada remedian las grandes necesidades de los infinitos miembros de la sociedad, demostrándose como una reunión de aguas estancadas(…) pero si corriendo rápidamente su curso bañasen todas las partes de una a otra, no habría un individuo que no las disfrutase (Moreno;1961:297)
Este Plan Nacional que promulga un Estado interventor, proteccionista, monopolizador de los recursos naturales, promotor de la unidad continental para fortalecer la liberación de las antiguas colonias españolas (por ejemplo, sumando a la a las fuerzas artiguistas de la Banda Oriental, colaborando con los revolucionarios chilenos contra las tropas realistas. liberando el Paraguay del mando absolutista) es el que florece y entra en diálogo de una u otra forma cada vez que se plantea una solución popular y soberana para la Nación que aún estamos construyendo.
Afloró en el gobierno de San Martín en Cuyo, cuando se creó el ejército de los Andes y se emprendió desde allí la liberación de Chile y Perú. Afloró en la Ley de Aduanas de Rosas y en su tozuda defensa del territorio frente a la Intervención anglo-francesa, con las Montoneras Federales y su alianza con el Paraguay de los López y los blancos orientales, en la defensa de las barreras proteccionistas de Carlos Pellegrini, Rafael Hernández, etc., la denuncia del papel del imperialismo inglés a través de los ferrocarriles de Civit y Magnasco, en el programa yrigoyenista, en la prédica de FORJA, y en los gobiernos del Gral. Perón. Como contrapunto, el programa de la burguesía comercial portuaria, con Rivadavia y Mitre como principales exponentes, europeísta, de espaldas a la América del Sur, dependiente de los Imperios, apéndice de la economía de las metrópolis, sigue siendo el plan deformante que proponen las viejas élites, con su ejército de intelectuales, escribas y mercenarios de toda laya.
Hoy, el Plan de Operaciones de los jóvenes revolucionarios de Mayo, vuelve a iluminar la senda de un pueblo argentino y latinoamericano que parece decido a romper las cadenas de la dependencia política, económica y cultural para emprender el camino hacia su definitiva emancipación.
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