"En sus afanes por la independencia, San Martín
afirmaba que lo único importante es existir como Nación y luego ver cómo
existir, porque empezar a existir señala ya el camino de una conducta de la
existencia. San Martín, a quién solamente preocupaba nuestra existencia misma,
adoptó una manera de empezar a existir-la manera de vivir su propia vida- y nos
infundió con ello, para toda la historia una manera de ser Pueblo soberano en
el concierto de la humanidad: la manera de la dignidad, de la justicia, del
desinterés, de la soberanía sin egoísmos, de la generosidad". (Juan Domingo Perón. Cit.
Urriza, M. (2007). San Martín y Bolívar
vistos por Perón. Bs. As.: Coihue, pp. 35)
El traslado del sable corvo del
Libertador José de San Martín desde el Regimiento de Granaderos a Caballo al
Museo Histórico Nacional resulta un hecho significativo que nos impone algunas
reflexiones en torno a los avatares de la historia Argentina y a la conformación
de una conciencia nacional.
El sable acompañó Libertador durante
todos los años de la lucha por la emancipación de la Patria Grande, resulta
relevante resaltar que sirvió a ese proyecto, el de la liberación y unidad de
Nuestra América, por eso cruzó la Cordillera (no con bandera Argentina como se
ha dicho muchas veces, sino del Ejército de los Andes), junto con jefes
chilenos, continuó camino hacia el Perú bajo bandera chilena, también con jefes
trasandinos, peruanos, etc., y luego en su gobierno como Protector del Perú se observa
nuevamente esta posición latinoamericana pues es integrado por personajes de lo
que serán las “patrias chicas” de nuestra Gran Nación.
Asimismo aparece San Martín
negándose a que su sable sirviera para derramar sangre entre hermanos, dice el
Libertador en carta a Estanislao López cuando la burguesía comercial porteña le
pide que “baje” a reprimir a la montonera de Artigas: “cada gota de sangre americana que se vierte por nuestras disensiones,
me llena de amargura. Paisano mío: hagamos un esfuerzo, transemos nuestras
diferencias y dediquémonos solamente a destruir a los maturrangos que quieren
volver a esclavizarnos” (Carta de San Martín a Estanislao López, 8-7-1819.
Cit. Galasso, 2000: 302). El Ejército de San Martín es para la liberación, no
para la represión en el orden interno. El sable tuvo la opresión por causa, y
la Patria Grande como proyecto (compartido por Bolívar, quien termina la
campaña en 1824[1]).
Es un ejército para enfrentar la opresión extranjera.
En este sentido también se enmarca
que el Libertador legue su sable al Brigadier General Don Juan Manuel de Rosas,
en tanto la defensa de los intereses
nacionales en la Vuelta de Obligado (1845), contra la invasión anglo-francesa.
Le escribe a Guido con motivo de la agresión: “he recibido noticias bien desagradables de nuestra patria. Es
inconcebible que las dos más grandes naciones del universo se hayan unido para
cometer la mayor y más injusta agresión que pueda cometerse contra un estado
independiente” (Carta de San Martín a Guido. 20-10-1845. Cit. Galasso,
2000: 548). Como se sabe, en su testamento dejará expresado que “el sable que me ha acompañado en toda la
guerra de la independencia de la América del Sud, le será entregado al General
de la República Argentina, Don Juan Manuel de Rosas, como una prueba de la
satisfacción que como argentino he tenido, al ver la firmeza con que ha
sostenido el honor de la República contra las injustas pretensiones de los
extranjeros que trataron de humillarla”. (Testamento San Martín. Cit.
Galasso, Op. Cit.: 545).
Interesante línea de continuidad
marcará Rosas cuando legue su sable al Mariscal Solano López por la defensa del
Paraguay contra la Triple Infamia (a la que se debe sumar un cuarto actor: Gran
Bretaña). Expresó Rosas “Su excelencia el
generalísimo, Capitán General don José de San Martín, me honró con la siguiente
manda: La espada que me acompañó en toda la guerra de la Independencia será
entregada al general Rosas por la firmeza y sabiduría con que ha sostenido los
derechos de la Patria. Y yo, Juan Manuel de Rosas, a su ejemplo, dispongo que
mi albacea entregue a su Excelencia el señor Gran Mariscal, presidente de la
República paraguaya y generalísimo de sus ejércitos, la espada diplomática y
militar que me acompañó durante me fue posible defender esos derechos, por la
firmeza y sabiduría con que ha sostenido y sigue sosteniendo los derechos de su
Patria". (Cit. en Rosa, 1964: 302)
De este hecho se desprende una línea
de continuidad, un “puente” entre el pensamiento del Mariscal Solano López,
Juan Manuel de Rosas y San Martín, al menos, en torno a dos cuestiones: la
defensa de la soberanía nacional y el proyecto industrial. En el caso de Rosas
aparece la Ley de Aduanas de 1835 que protege la manufactura local, acerca de
la misma José María Rosa afirma que restablece la manufactura criolla
perseguida desde 1809, y la producción agrícola, casi extinta, haciendo renacer
la riqueza del Virreinato (Rosa, 1967).[2] En el caso de Solano López lleva a Paraguay a
ser la nación más desarrollada de Sudamérica en base a un proyecto de
desarrollo industrial endógeno[3].
Por
último, en referencia a San Martín destacamos (en menor escala), la
conformación en Cuyo del Ejército Libertador, para el cual San Martín hace un
gobierno fuerte que interviene en la economía (con esta acción reemplaza la
falta de una burguesía nacional), y a pesar de la oposición de la burguesía
comercial porteña realiza una
planificación económica de recursos, y moviliza a sus habitantes. Así,
entre otras cosas, crea un impuesto de base directo sobre la tierra, otro a la
compra-venta de propiedades, hace empréstitos forzosos sobre españoles y
criollos opuestos a la causa revolucionaria, también confiscaciones, obliga
asimismo a estancieros a entregar caballos, y otros animales, hace una fábrica de
pólvora y piezas de artillería, se confeccionan los uniformes, las mujeres del pueblo de Cuyo entregan telas
para camisas y bolsos, cosen los uniformes del ejército, etc. Los arrieros
hacen traslados gratuitos, los artesanos también colaboran sin pedir nada a
cambio. Impulsa fuertemente la minería. Funda la fábrica militar, donde se
hacen armas (cañones, balas, granadas, etc.), herrajes, y hasta calzado. Hace
medidas proteccionistas en relación a los productos extranjeros. Interviene en
conflictos entre patrones y trabajadores, a favor del aumento del salario para los
últimos. Abre una escuela con el método lancasteriano, una biblioteca, unos
jóvenes fundan un periódico. Le pide a las demás provincias ayuda: Tucumán
envía monturas; San Luis, ponchos, frazadas; Córdoba, pólvora, espadas, sables,
lanzas; San Juan y La Rioja, plomo. Libera esclavos, primero de los españoles
opositores, luego a todos los de Cuyo. Incluso quiere liberar esclavos en todo
el país, pero tiene mucha oposición. Galasso considera que (como en el caso de
Paraguay), es la aplicación práctica del Plan de Operaciones de Mariano Moreno
(Galasso, 2000)[4]. Es el pueblo movilizado
por la emancipación.
En este sentido llamamos la atención acerca de la significación del sable, que nos lleva a romper con el anti-militarismo abstracto, como prenda de unión entre las Fuerzas Armadas y el Pueblo, expresada en diferentes momentos de nuestra historia, como la que destaca Jorge Abelardo Ramos que sostiene “la tradición nacionalista, democrática, popular, y revolucionaria del Ejército de San Martín se había perdido durante el predominio oligárquico y el nacionalismo aristocrático no podía restablecerla. Había que encontrarla de alguna manera. Esta histórica necesidad debía ser llenada por la iniciativa de la clase trabajadora y por la lucidez del político más audaz del Ejército. Resulta obvio señalar que nos referimos al coronel Perón y al 17 de Octubre” (Ramos, 1959: 17).
El sable,
luego de ser heredado por la hija de Juan Manuel de Rosas, es donado al Museo
Histórico Nacional a fines del siglo XIX, sitio de donde fue el 12 de agosto de
1963 (en los años de la Resistencia Peronista), apropiado por un grupo
embrionario de la Juventud Peronista, entre los que estaban “Cacho” Envar El
Kadri, Jorge Rulli y Héctor Spina (el operativo lo hacen Osvaldo Agosto y
Manuel Gallardo), finalmente Agosto y Gallardo son apresados y el sable
devuelto al museo.[5]
(Koening, 2013) El impreso arrojado al salir y luego enviado a las redacciones
decía “Comunicado Nº 1”, estaba firmado por la Juventud Peronista, y afirmaba: “La juventud argentina se ve forzada a
realizar un acto heroico (…) aquella espada, la purísima espada del Padre de la
Patria, aquel sable repujado por la gloria, aquella síntesis viril y generosa
por la Patria, por milagro de la fe, volverá a ser el santo y seña de la
liberación nacional. Desde hoy aquella espada que un día el Libertador, en
plena lucidez legara al brigadier general Juan Manuel de Rosas, por la
satisfacción con que viera la defensa de su patria frente a las agresiones del
imperialismo, dejó su reposo en el Museo Histórico Nacional para brillar de
nuevo en magno combate por la reconquista de la argentinidad. Desde hoy el
sable de San Lorenzo y Maipú, quedará custodiado por la juventud argentina,
representada por la Juventud Peronista”. (Baschetti, 2012: 252-253)
Se
pedía asimismo anular los contratos petroleros, y los convenios con trusts eléctricos,
la libertad de todos los presos políticos, gremiales y del CONINTES, el
levantamiento de la proscripción y la realización de elecciones libres, etc.
Estas reivindicaciones aparecen nuevamente cuando dos años más tarde (el 19 de
agosto de 1965), el sable vuelve a ser apropiado por la Juventud Peronista,
esta vez lo esconden en un colchón y luego en una guardería de muebles usados hasta
que el 4 de junio de 1966 es devuelto nuevamente, y llevado por el Gobierno de
Onganía al Regimiento de Granaderos (Entrevista a Piovera, 3-4-2013)
Este último domingo soleado, el
recorrido del sable por las calles de la Ciudad de Buenos Aires (que hace
recordar al de Bolívar que también cabalga por América Latina), fue acompañado
por una multitud. Acto cargado de emotividad, bastaba ver a los niños y niñas
vistiendo el traje, gorro y sable de San Martín (lejos de los héroes de
historietas, películas y series que nos impone la colonización pedagógica).
Ahora los niños y niñas de nuestro país pueden jugar a ser libertadores de la
Patria Grande y soñar con serlo. Bastaba ver asimismo los ojos rojizos al ver
pasar el sable y cuando el recibimiento del mismo a manos de la Presidenta
Cristina Fernández de Kirchner de algunos que ya peinaban algunas canas, los
cánticos patrióticos de las juventudes, la emoción de los granaderos a caballo
ante los gritos del pueblo de “¡Viva la Patria!”, “¡Patria Sí, Colonia no!”, o
el clásico (y siempre actual) “¡el que no salta es un inglés!”.
Hernández Arregui opone en toda su
obra dos identidades: la identidad nacional, como identidad del pueblo
argentino y latinoamericano, contra la identidad de las clases dominantes, la
oligarquía, ligada a las potencias imperiales. Hay una puja constante entre
estos dos, pues las clases dominantes tiene una posición privilegiada, en tanto
posee los medios para esparcir por todo el tejido social su visión de nuestro
pasado nacional, de nuestras luchas, del lugar de nuestro país en el mundo,
etc. El imperialismo cumple aquí el
papel de disolvente de las culturas autóctonas. El mismo pensador desarrolla la
noción de conciencia nacional
(Hernández Arregui, 2004), que es la lucha del pueblo argentino por su
liberación, aquí lo nacional entendido
como popular. El domingo evidentemente se avanzó en la conformación de una
conciencia nacional-latinoamericana.
* Sociólogo, UBA
Bibliografía
Baschetti,
Roberto. (2012). Documentos de la
Resistencia Peronista. 1955-1970. Volumen 1. Buenos Aires: Campana de Palo.
Entrevista
a Rodolfo Piovera. "No puedo ocultar
mi admiración por aquellos muchachos de la JP”. Tiempo Argentino. 3-4-2013.
Galasso,
Norberto. (2000). Seamos libres y lo
demás no importa nada. Vida de San Martín. Buenos Aires: Colihue.
Hernández
Arregui, Juan José. (2004). La formación
de la conciencia nacional. Buenos Aires: Peña Lillo-Continente.
Koening,
Marcelo. (2013). Vencedores vencidos:
peronismo y anti-peronismo. Buenos Aires: Punto de Encuentro.
Pomer,
León. (2011). La Guerra del Paraguay.
Buenos Aires: Colihue.
Ramos,
Jorge Abelardo. (1959). Historia Política
del Ejército Argentino. Buenos Aires: Peña Lillo.
Rosa
José María. (1967). Defensa y pérdida de
nuestra soberanía. Buenos Aires: Huemul.
Rosa,
José María. (1964). La Guerra del Paraguay
y las montoneras argentinas. Buenos Aires: Peña Lillo.
Urriza,
Manuel (2007). San Martín y Bolívar
vistos por Perón. Buenos Aires: Coihue.
[1] La última batalla que
libera a Nuestra América del yugo español es la batalla de Ayacucho liderada
por el Mariscal Sucre.
[2] Destaca el autor, en la época virreinal, los tejidos de Cochabamba,
centro fabril del Alto Perú, los algodonales en Tucumán que daban materia prima
elaborada en el altiplano para los mineros de Potosí y de la población del
norte, los astilleros de Paraguay y Corrientes que fabricaban hasta navíos de
ultramar, la producción de carretas en Tucumán y Mendoza, la cría de mulas en
Santa Fe y Entre Ríos, los talleres de arreos y Talabarterías en Corrientes, el
aceite de oliva en Salta, La Rioja y Catamarca, etc. Con la ley se fomenta la
actividad industrial con la protección de la herrería, platería, talabartería,
se prohíbe exportar oro y plata, Córdoba y Tucumán hacen zapatos y tejidos,
Tucumán también producía cueros, tintes, tabaco, y una incipiente producción de
caña de azúcar, en Salta se hacían cigarrillos, objetos de alfarería, vinos
como también en Mendoza, en Santa Fe se confeccionan tejedurías, en Corrientes
se explota la construcción en madera, en Entre Ríos cueros curtidos, etc.
(Rosa, 1967)
[3] En el Paraguay del Mariscal Solano López, el estado tenía el
monopolio sobre las maderas de construcción, la yerba mate, existían los Campos
de la patria y Monte, repartos de tierras a los indios, el desarrollo de una
próspera industria metalúrgica, la primera línea telegráfica, una marina
mercante con 11 barcos, industrias de fundición, el primer ferrocarril de
América del Sur, fábricas de armamentos, hornos de fundición, ausencia de
empréstitos extranjeros, etc. Véase Pomer, León. (2011). La Guerra del Paraguay. Buenos Aires: Colihue.
[4] Destaca Galasso que lo
pueden haber influido Thomas Guido, Manuel moreno, o Rodríguez Peña, todos morenistas
con relación con San Martín.
[5] La devolución del mismo
fue realizada por medio de un ex Capitán, Philipeauz, ligado al General Valle
que en 1956 había sublevado las unidades militares en La Pampa, y se salvó de
los fusilamientos. (Koening, 2013)
No hay comentarios:
Publicar un comentario