Arturo
Jauretche y el pensar en nacional
Por
Juan Godoy*
“Jauretche es un
pensador que se adelantó a su tiempo, y no se hizo un clásico universal porque
no era europeo. Formuló una teoría del conocimiento antes que Paulo Freire
difundiera su Pedagogía del Oprimido, antes que Franz Fanon hiciera su parte con Los condenados de
la tierra, antes que Armand Mattelart
y Ariel Dorfman, que Marshall Mac Luhan y Noam Chomsky le pusieran título
a la manufactura de los consensos. Antes que Michael Foucault describiera la socialización por los recursos represivos
del Estado, Jauretche ya había
definido los mecanismos y la intelligentzia que constituyen la “superestructura cultural del coloniaje” (Arturo Peña Lillo)
Breve
biografía política de un criollo
La
idea de este breve apartado, para comenzar a delinear el pensamiento de Don
Arturo Jauretche, es esbozar algunos aspectos biográficos del pensador haciendo
énfasis en su militancia política[1],
de modo que logremos comprender en forma más acaba sus ideas, y además porque
Jauretche fue ante todo un militante político profundamente comprometido con
las luchas nacionales que le tocó vivir, expresándose en ellas ya sea a través
de su participación en alguna agrupación política, en la pluma como periodista
o como escritor (profundamente nacional), como funcionario, o en la tarea que
la hora demandaba, desde cualquiera de estas trincheras pero siempre del lado
de la nación… del pueblo.
Nuestro
pensador nace con el siglo, en 1901, un 13 de noviembre[2]
en Lincoln, provincia de Buenos Aires, ese “pago chico” había sido tierra
ranquelina durante largos años. De familia numerosa, hijo de un empleado y una
maestra, de joven aparece como una promesa política del conservadurismo, ya que
milita en sus filas, y entre 1917 y 1918, cuando ya hacía uno o dos años las
mayorías populares se expresaban en el yrigoyenismo, preside el Comité de la Juventud Conservadora en su
pueblo, asumiendo una posición aliadófila en la Primera Guerra Mundial,
enfrentando el neutralismo pregonado por Yrigoyen. Por entonces abandona la
carrera docente, y prueba suerte con abogacía, de la cual años más tarde se
gradúa.
Apoya
la Reforma del ’18[3], y hacia
el año 21, comienza a despertar del sueño conservador, aquí cumple un rol
importante el estudio de la Revolución Mexicana, allí el joven lee acerca de
Emiliano Zapata, Pancho Villa, y de los revolucionarios mexicanos, pero lo
fundamental es que observa la importancia del papel de las masas en la
historia. Tiempo después abraza la causa yrigoyenista. Homero Manzi, a quien
conoció en la Facultad de Derecho, ayuda al joven Jauretche en este tránsito.
Veamos justamente qué dice Manzi acerca de qué rescatan estos jóvenes del
primer movimiento nacional-popular del Siglo XX, cuenta Homero que una vez
visitando a un Yrigoyen ya muy anciano éste les dijo: “salgo de mi rancho a la edad que los hombres se jubilan, en que solo
se tiene serenidad para esperar la llegada de la muerte, y ello lo hago por mi
ley del petróleo, para salvar de garras ajenas y propias los tesoros que Dios
desparramó en esta tierra. Alguien deseoso de sorprender… su pensamiento, le
preguntó: ¿y la tierra, Doctor? Sonrió Yrigoyen con una paternal sonrisa, y le
dijo: amigo mío del subsuelo al suelo hay un poquito así” (citado en Ford,
1971)
Cuando el golpe de estado del 6 de
septiembre de 1930, que agrupó a todo el espectro político de derecha a
izquierda, Jauretche se encontraba en Mendoza, y no dudará de desenfundar el
arma para enfrentar a algunos “pitucos” que festejaban la caída del “Peludo”, y
gritarles “Viva Hipólito Yrigoyen”. Por este hecho caerá preso. Ya en libertad
participa de las conspiraciones cívico-militares del yrigoyenismo por la vuelta
del “Peludo”, así en diciembre de 1933 lo encontramos “con las armas en la
mano” en la sublevación de Paso de los Libres, que tenía ramificaciones en todo
el territorio nacional, y que participaban Dellepiane, los hermanos Francisco
y Roberto Bosch, Gregorio Pomar, Scalabrini Ortíz (quien actúa desde Buenos
Aires), y otro puñado de patriotas, no obstante el levantamiento fracasa, y son
apresados varios de los revolucionarios, entre los que está Arturo Jauretche.
Allí escribe un poema: “El paso de los
libres, relato gaucho de la última revolución radical” rescatando la
gauchesca del Martín Fierro, y poniendo en la voz de un paisano, Julián
Barrientos, el relato del levantamiento[4].
Luego de estos hechos, tiempo más
tarde, el 29 de junio de 1935 Jauretche es miembro fundador de la Fuerza de
Orientación Radical de la Joven Argentina (FORJA), donde participa Manzi,
Dellepiane, Scalabrini Ortíz, Amable Gutiérrez Diez, Gabriel Del Mazo, etc., y
que vienen a realizar una doble denuncia: por un lado a los gobiernos
entreguistas de la década infame, y por otro es la primera denuncia profunda y
sistemática del accionar del imperialismo británico (el que realmente tenía
injerencia en nuestro país). Al mismo tiempo los forjistas hacen una tarea
“titánica”, editando cuadernos, dando a conocer volantes, haciendo unas 4 mil
conferencias, etc. sin contar prácticamente con recursos económicos, pero sí
con una profunda voluntad patriótica u militante. Dicen los forjistas: “somos una Argentina colonial, queremos ser
una Argentina libre”… “el proceso histórico Argentino en particular y
Latinoamericano en general, revelan la existencia de una lucha permanente del
pueblo en procura de su Soberanía Popular, para la realización de los fines
emancipadores de la Revolución Americana, contra las oligarquías como agentes
de los imperialismos en su penetración económica, política y cultural, que se
oponen al total cumplimiento de los destinos de América” (Declaración FORJA
29/6/35. En Jauretche, 1976: 87). FORJA se desintegra poco tiempo después del
17 de octubre de 1945 (al cual apoya), porque las banderas por las que lucharon
por 10 años en soledad, las asume otro movimiento nacional-popular con
posibilidades políticas de realización.
Jauretche entonces se integra, como
la inmensa mayoría de los forjistas, al peronismo naciente, lo hace en la
Provincia de Buenos Aires que gobierna Domingo Mercante, como Presidente del
Banco de esta provincia. En los años del peronismo Jauretche “se planta” en la
defensa del movimiento nacional-popular, y pelea con los adulones porque le
hacen mal al proyecto nacional de liberación, son quienes destruyen, no
informan, engañan, no ayudan, bloquean iniciativas, son los que una vez Evita
le dijo “estos alcahuetes son los que nos
van a joder” (Eva Perón, citada en Galasso, 2003:546).
Luego que la barbarie oligárquica
arrojara bombas sobre la población civil en la plaza de mayo, y en septiembre
hiciera un golpe de estado que dejara inconcluso el proceso de la Revolución
Nacional peronista, y al otro año, en junio, fusilara a más de una veintena de
patriotas, sostiene Salvador Ferla “la misma noche del 17 (de octubre de 1945), se la tiene jurada
al pueblo. Esa misma noche la oligarquía empezará a soñar con la hora de la
impunidad para la venganza” (Ferla, 2008: 23), Don Arturo (que tiene
que exiliarse en Montevideo), estará de nuevo en la trinchera, demostrando las falacias
del plan económico de Prebisch, con un librito: “El Plan Prebisch. Retorno
al coloniaje”, luego con “Los Profetas del Odio” al cual le suma “La
Yapa”, “Ejército y política”, y poco más tarde con el “Manual de
Zonceras Argentinas”,[5]
“Política Nacional y Revisionismo histórico”. También luego de la clausura
del periódico “El Líder”, funda “El 45”. Apoya por esos años la candidatura de
Frondizi [6] (esta
en esos años junto con Scalabrini Ortíz en la trinchera desde la Revista
“Qué”), pero ante la traición de éste se aleja, diciendo que Frondizi tenía un
problema con la letra LL pues pasó de “un programa para veinte millones de
argentinos a un programa para veinte millonarios” (Citado en Galasso, 2011:
382).
Hacia 1962 edita el libro “FORJA y la Década Infame”, y más
tarde “El Medio Pelo en la Sociedad Argentina”. Luchador incansable, los
últimos años lo encuentran cercano a la Tendencia, a las juventudes
revolucionarias peronistas (no obstante su oposición al camino de la lucha
armada, el cual no creía conveniente en el momento), dirige la Editorial
Universitaria de Buenos Aires (EUDEBA), vota la fórmula Perón-Perón pero a
través de la boleta de la izquierda nacional (la del Frente de Izquierda
Popular –FIP- que lidera Jorge Abelardo ramos), que decía “vote a Perón
desde la izquierda”, lo que lo lleva a decir, recordando sus comienzos
político en el conservadurismo, que: “al revés de tantos políticos, yo subí
al caballo por la derecha y terminé bajándolo por la izquierda”. Este gran
pensador argentino, profundamente patriota, se nos fue justamente el día de la
Patria, el 25 de mayo 1974. No lo queremos abrumar más con los aspectos
biográficos de Don Arturo, con lo dicho basta para tener un panorama general de
su vida, dejemos de lado entonces éstos, y entremos “de lleno” a su ideario,
que nos sirve hoy para orientarnos en la lucha.
El Ideario Nacional de Don Arturo
El
País semi-colonial, la colonización pedagógica y la construcción de zonceras
Jauretche
ocupa un lugar, podríamos decir privilegiado en el “Panteón de los Pensadores
Nacionales”. Ha tenido en los últimos años, sobre todo en los posteriores al
2001, una constante revalorización, más aún en los ámbitos militantes, aunque
también en otros “ambientes culturales”. No obstante muchas veces su pensamiento
es tergiversado, o bien reducido a un par de frases, aunque interesantes,
terminan disminuyendo un pensamiento profundo y complejo en algunos slogans que
se utiliza no pocas veces fuera del contexto y quitándoles el sentido que les
había dado el pensador. El comienzo de la revalorización de Jauretche lo
podemos ubicar entonces entre los años 2001-2003 (de todas formas anteriormente
tenemos pensadores que lo rescatan, pero son grandes esfuerzos aislados).
Se
revaloriza, pensamos aquí, en parte porque la sociedad Argentina se está
re-pensando. Tengamos en cuenta que por esos años se dispara también la venta
de libros relacionados con la historia, fundamentalmente nacional (y sobre todo
los relatos disonantes con la historiografía nacional). Consideramos que esta
importancia que ha recobrado es muy merecida, aunque resaltamos que todavía la
re-valorización no se expresa en las academias tradicionales, más preocupadas
por el último “grito” de la moda del pensamiento europeo y/o norteamericano. De
esta forma, este pueblo argentino que se “vuelve a pensar”, vuelve a “los
clásicos del pensamiento nacional”, no como una mera tarea arqueológica, sino
porque en ellos encuentra las respuestas necesarias para orientarse en la senda
de “lo nacional”. Valorizamos de esta forma en este escrito la vigencia del
pensamiento nacional en general y del de Don Arturo en particular.
Desde
esta perspectiva, sostenemos que Pensar la política nacional del último siglo
(sobre todo del 30 en adelante) sin realizar una profunda lectura de los
pensadores nacionales (en contraposición a los enajenados), como lo fueran
Hernández Arregui, Scalabrini Ortíz, John William Cooke, Arturo Jauretche, Juan
Perón y tantos otros, es tarea imposible. Pues para que un pueblo se desarrolle
como tal es necesario que realice una lectura de su pasado desde la perspectiva
de los oprimidos, de los marginados, acallados, silenciados, para así poder
abordar el presente en la elaboración de un proyecto común orientado por la
utopía. Es necesario escuchar esas voces y esos silencios que están presentes
en nuestro continente latinoamericano, al mismo tiempo que criticar las ideas
dominantes (de los sectores dominantes) imperantes en nuestros países. Es aquí
donde consideramos que Don Arturo ha cumplido un papel implacable respecto de
éstas, una inmensa tarea de des/colonización
pedagógica.
Nuestro
pensador va a impugnar, desde su prosa incisiva, a la estructura económica y a
la superestructura cultural. Respecto a la prosa Jauretcheana (la cual tiene
una fuerte impronta del precursor de FORJA Manuel Ortíz Pereyra), incisiva,
pareciera escrita con el pulso agitado por las circunstancias que exigen las
luchas nacionales, una escritura profundamente sentimental, que puede lograrse
a su vez porque don Arturo (según nos cuenta René Orsi-1985-) no escribía sino
que dictaba. Consideramos este punto como relevante para la divulgación de sus
ideas. Jauretche mismo desde su humildad sostiene en la Revista Gente que “para mí, los libros son simplemente un
medio (…) son nada más que un divulgador. Creo haber logrado y a esto atribuyo
el relativo éxito de mis libros, hacerme entender (…) he tratado de lograr el
arte de decir fácil, las cosas difíciles. Generalmente, parece que los
escritores se esmeraran en decir difícil, las cosas fáciles” (Jauretche,
2004:181-182).
Decíamos
descolonización pedagógica, lo que
nos obliga para poder entender mejor desde donde realiza su crítica, a indagar
en la noción de semi-colonia y de colonización pedagógica. Jauretche
concibe a nuestro país en una situación de semi-colonia,
parte de una Gran Nación latinoamericana frustrada, en el sentido que lo
expresó Ramos: “somos un país porque no
pudimos integrar una nación, y fuimos argentinos porque fracasamos en ser
americanos, aquí se encierra todo nuestro drama y la clave de la revolución que
vendrá” (Ramos, 1986: 15).
Desde
donde está pensando Jauretche es entonces desde la noción de semi-colonia, ¿qué quiere decir con
esto? Que si bien la Argentina obtuvo su independencia formal al liberarse del yugo
español, y tiene su himno, su bandera, sus fechas patrias, la situación real,
por dependencia del imperialismo (ya sea inglés o yanqui), por penetración de
la estructura productiva, etc. dista mucho de ser de plena soberanía, por lo
cual nuestro país es una suerte de colonia informal, en la cual tiene una
importancia fundamental la colonización
pedagógica (en detrimento de las armas como en las colonias) que va a
asegurar la dominación. Por el contrario en las colonias, la garantía está dada
por las armas, y por la presencia del invasor extranjero, por lo que es
estimulada la creación de una conciencia nacional, a diferencia de lo que
sucede en las primeras.
En
la colonización pedagógica aparece el
relato liberal de nuestro pasado, la falsificación de la historia, los medios
de comunicación, la enseñanza enciclopedista y/o eurocéntrica, etc. Lo expresa
así: “la mentalidad colonial enseña a
pensar el mundo desde afuera, y no desde adentro. El hombre de nuestra cultura
no ve los fenómenos directamente sino que intenta interpretarlos a través de su
reflexión en un espejo ajeno, a diferencia del hombre común, que guiado por su
propio sentido práctico, ve el hecho y trata de interpretarlo sin otros
elementos que los de su propia realidad” (Jauretche, 2004; 112). Con
respecto a los diarios, radios y la televisión (claro que hoy con mucha más
presencia que en la época que escribe nuestro autor). Jauretche sostiene que “nada más engañoso que la prensa llamada
independiente” (ibídem, 159). Así
calificará a la libertad de prensa como libertad de empresa, libertad de los
dueños de los medios de comunicación.
A
la vez que esta colonización pedagógica
va a dar forma a una intelligentzia
(no inteligencia), conformada por individuos que se autodefinen como
intelectuales y están profundamente
penetrados por esa superestructura, que se reduce a la determinación de modos y
de un instrumental que opera en su formación y difusión, al tiempo que no
permite que se transforme en inteligencia, y forme una cultura nacional, vale decir,
una conciencia nacional, “desentrañando
la trama de nuestro coloniaje económico, que fue primera tarea, descubrimos que
él se asentaba sobre el coloniaje cultural. Descubrimos que ambos coloniajes se
apuntalan y conforman recíprocamente, pero que si el coloniaje económico daba
los puntos de apoyo cultural, éste era, a su vez, la forma de penetración y
estabilización de aquél. ¡La traición de la inteligencia! Esa es la primera en
el orden de culpas. La primera que debíamos evitar” (Jauretche, 2004: 180).
Tenemos un coloniaje económico, y uno cultural, los cuales se apuntalan y
refuerzan mutuamente. Jorge Enea Spilimbergo afirma al respecto que la actitud
de Jauretche era “estrictamente
consecuente, a partir del hecho de que la Argentina semi-colonial importaba
ideologías (como capitales, mercancías, medios de producción) todas las cuales
se convertían en factores de dependencia, en cuanto ideologías importadas” (Spilimbergo,
1985: 68)
Va
a contar Jauretche, por esto de la colonización pedagógica, en una suerte de
memorias, aunque él no quería que se las llame así, porque memorias escriben
los hombres importantes, también diferenciándose de Victoria Ocampo que por
esos años, estamos hablando ya de los 70’s, había escrito unas memorias… Bueno
Jauretche llama a estos escritos “De
memoria, pantalones cortos”, es el primer tomo de una obra que quedaría
inconclusa por la muerte de él. En ese texto Jauretche cuenta que en la escuela
sabían más de un río de Asia, del
Danubio que del Salado que nacía ahí cerca.
Dice
también que el pueblo, como dijimos se llamaba Lincoln, y sabían que era un
prócer, pero nada sabían de los gauchos que habitaron la zona, o bien de los
ranqueles que también habían estado allí. Lincoln es territorio ranquelino,
reflexiona además que: “la escuela no
continuaba la vida sino que abría en ella un paréntesis diario. La empíria del
niño, su conocimiento vital recogido en el hogar y en su contorno, todo eso era
aporte despreciable. La escuela daba la imagen de lo científico; todo lo
empírico no lo era y no podía ser aceptado por ella, aprender no era conocer
más y mejor, sino seleccionar conocimientos, distinguiendo entre los que
pertenecían a la 'cultura' que ella suministraba, y los que venían de un mundo
primario que quedaba más allá de la puerta” (Jauretche, 2002: 170). La colonización pedagógica nos
presenta una educación que desprecia el sentido común, intenta obstaculizarlo,
pero claro no hay que perder de vista que ellos proponen una educación
desvinculada del mundo real y en este contexto es lógico que se tenga al
sentido común como el peor de los sentidos. Jauretche, en cambio, proclama que
el sentido común es el buen sentido y todos lo tenemos pero hay que buscarlo
por debajo de la formación cultural a la que nos tienen acostumbrados desde
pequeños. Es la búsqueda de lo original, de una “virginidad” en el pensamiento.
Dicha intelligentzia identificó a los valores universales con cultura
despreciando toda otra cultura. Así identificó cultura con civilización, por lo
cual se buscó un pensamiento extraviado, no propio, enajenado, que apuntaba a
crear Europa en América. No se trató enriquecer nuestra cultura con otra sino
de suplantarla, eliminar una e imponer otra. Pero lo fructífero, creador, en
realidad, es asimilar a la cultura nacional los valores universales, y no
introducirlos como absolutos, ya que pertenecen a otros tiempos y a otras
realidades. Jauretche pone de relevancia la actitud que dicha intelligentzia tiene respecto del
hombre, a saber: “considera al hombre una
entelequia, una abstracción y no un hombre de carne y hueso que está a nuestro
lado (…) sustituyen a ese hombre concreto por una idea: la humanidad, y para
ella son sus amores y sus devociones” (Jauretche, 2004: 79-80)
En esta colonización pedagógica que venimos
comentando, adquieren suma importancia las zonceras
con la que trabaja don Arturo Jauretche, y nos hace un llamado a liberarnos de
ellas. Estas consisten en “principios
introducidos en nuestra formación intelectual (y en dosis para adultos) con la
apariencia de axiomas, para impedirnos pensar las cosas del país por la
aplicación del buen sentido”. (Jauretche, 2004b: 12) Las hay políticas,
culturales, económicas, etc. Descubrir las zonceras aparece como un acto de liberación.
La madre de todas las
zonceras, la que las parió a todas las demás, es la que esboza Sarmiento en El
Facundo, es la civilización y barbarie… Ahora bien, al respecto de esta zoncera
y el desarrollo de nuestro país Jauretche plantea algo bien interesante: “se confundió civilización con cultura, como
en la escuela se sigue confundiendo instrucción con educación. La idea no fue
desarrollar América según América, incorporando los elementos de la
civilización moderna; enriquecer la cultura propia con el aporte externo
asimilado, como quién abona el terreno donde crece el árbol. Se intentó crear
Europa en América, trasplantando el árbol y destruyendo al indígena que podía
ser un obstáculo al mismo para su crecimiento según Europa, y no según América”.
(Jauretche, 2004: 101)
En
este sentido Jauretche argumenta que “La
instrumentación cultural se encarga que el país se venga zonzo (…) de aquí que
suele suceder que los que andan con libros no entiendan los intereses del país
y sólo los entiendan los que leen alpargatas en lugar de libros. Éstos saben poco
pero llevan la ventaja de no saber lo que enseñan los colonizadores. Y no
saber, cuando saber es tontería, es sabiduría” (Citado en Galasso, 2005:
407)
Hay que quitarse el
“entripado”, descubrir nuestras zonceras para ser un poco “menos zonzos” y
sobre todo pensar desde nuestras tierras, desde América Latina, desde “La
Patria Grande”. Las zonceras no se acaban, se multiplican y varían a lo largo
del tiempo. Así que hay que estar atentos, porque siempre uno puede caer en
éstas, Jauretche mismo dice que él no es un vivo, sino apenas un gil avivado.
Pensar
en nacional, la posición nacional y su crítica a la izquierda abstracta
Don Arturo entonces nos hace un llamado a pensar en nacional, ¿Qué entiende nuestro autor por pensar en nacional?,
pensar
desde nuestra propia realidad, desde nuestras categorías, quitándonos las
zonceras adquiridas por la colonización pedagógica, pensar desde nuestras
problemáticas, desde el
centro del planisferio, no como estamos acostumbrados de abajo y desde un
rincón (Jauretche, 2008).
No se
trata, desde ya, de negar aportes que puedan surgir en otras
latitudes, pero no incorporarlos acríticamente, sino más bien en relación a
nuestras necesidades, pues como afirma John William Cooke, se trata de una
construcción propia “sin trasladar
mecánicamente conclusiones que fueron válidas en otro cuadro histórico social;
a nadie se le ocurre que tenga que ser una construcción hecha con elementos
conceptuales surgidos como productos nativos. Lo que hace que una ideología sea
foránea, extraña o exótica, antinacional, no es su origen sino su
correspondencia con la realidad nacional y sus necesidades” (Cooke, 2009:
155). En línea similar Juan Perón años más tarde
sostiene que “los argentinos tenemos una
larga experiencia en esto de importar ideologías, ya sea en forma total o
parcial. Es contra esta actitud que ha debido enfrentarse permanentemente
nuestra conciencia” (Perón, 2006: 17).
El pensar en
clave nacional aparece como fundamental en los países, como la Argentina,
bajo una dominación semi-colonial,
donde existe una cuestión nacional a
resolver, e implica pensar revolucionariamente, romper con el esquema
dependiente del imperialismo, y al mismo tiempo, el pensar juntas la cuestión nacional y la cuestión social. Los problemas
argentinos deben ser enfrentados con criterio argentino, generar categorías nacionales, así afirma que hay que
procurar “dirigir el pensamiento nacional
hacia los hechos concretos y sus implicancias económicas sociales y culturales
propias, para tratar de contribuir a la elaboración de un pensamiento propio
(pues) comprende oportunamente que su tarea fundamental es aportar al
pensamiento argentino el método y los modos de conocer nuestra realidad y
señalar los rumbos necesarios de una política nacional” (Jauretche, 1976:
68-29)
Este pensar en nacional, lleva a la construcción de una herramienta de
análisis y acción política que es fundamental en su pensamiento, la noción de
posición nacional. Desde FORJA la define claramente: “al espíritu colonial de entrega, se opone equivocadamente un espíritu
colonial de rebelión. FORJA que, por primera vez en nuestra historia, estudió
la raíz de nuestros problemas y denunció las formaciones extranjeras que se
oponen a la unidad fundamental de la Nación, toma también para sí la tarea de
orientar paulatinamente la rebelión de nuestra juventud, hasta encauzarla en la
línea más amplia de nuestra tradición, honrada y patrióticamente practicada,
para darle así la eficacia de acción de que ahora carece. FORJA cree que sólo
del pueblo argentino, de la masa innumerable sin voz y sin más conocimiento que
la certeza de sus propias dificultades, puede surgir la salvación entera de la
nación” (citado en Galasso, 2003: 393)
Es
que la colonización pedagógica se impide que lo social se identifique con lo
nacional, se crean problemas marginales que dividen, y de esta forma no hay
posibilidad de arribar a soluciones sociales por el único camino posible la integración vertical de todos los
sectores enfrentados a la oligarquía y al imperialismo para lograr
la emancipación integral de la nación. Se trata de buscar puntos de coincidencia para construir la patria,
en base a los intereses de la misma que son los intereses del pueblo, “hacer la nación: esa es nuestra tarea y
traición es todo lo que se le oponga… Es necesario unirse bajo la gran bandera
de la causa argentina frente al régimen, alternativamente democrático o
fascista, de los entregadores. (…) Las
nuevas generaciones como la de mayo, tienen un deber emancipador que cumplir” (Citado
en Galasso, 2003: 411-412).
Nuestro
autor esta enfatizando aquí que el camino para emprender la liberación nacional
en un país semi-colonial como la Argentina es la creación de un frente nacional que aúne a todos los
sectores “nacionales” enfrentados a la oligarquía y al imperialismo, la
unificación de éstos bajo una línea nacional, que es la conciencia histórica de
los argentinos. De todas formas, debemos dejar claro que si bien distintos
sectores sociales pueden integrar ese frente, el eje, la columna vertebral o la
cabeza deben ser si o si, los trabajadores. Largamente se ocupó Jauretche de
demostrar el papel esquivo de la burguesía nacional, que la lleva en forma
directa a la traición,[7]
estos sectores entonces pueden acompañar al movimiento nacional, pero nunca
conducirlo. “el drama de la Patria
enfrenta dos personajes solamente: el pueblo encadenado y la finanza
imperialista. Lo demás no cuenta. Cuando están en juego los destinos de un
pueblo, toda reclamación particular perturba y divide” (En cuadernos de
FORJA, 2012: 229)
De
esta forma, en el esquema jauretcheano “la
izquierda y la derecha no son generalmente sino distintos modos de eludir la
“cuestión nacional”, en beneficio de intereses exteriores” “la izquierda y la
derecha no son generalmente sino distintos modos de eludir la “cuestión
nacional”, en beneficio de intereses exteriores” (Jauretche, 2008, 69) Lo
que sucede según Don Arturo es que la “izquierda tradicional”[8] con sus órganos y partidos, no escapan a esta
estructura cultural de un país semi-colonial, se desenvuelve como una izquierda abstracta, que no tiene en
cuenta la cuestión nacional, y
termina siendo una derecha concreta. Realiza
así Jauretche una crítica a “los novios asépticos de la revolución”, ¡estos novios que quieren casarse con la
revolución, y le piden certificado prenupcial!” (Jauretche, 2010: 85)
Esta “izquierda” no tiene otra historia, ni otra
literatura que la oligarquía, no le oponen (no le pueden oponer), un punto de
vista nacional. Esta “izquierda” se enfrenta a la derecha en el plano externo
(a veces siquiera, sobre todo cuando surgen movimientos de corte nacional y
popular, calificándolos -peyorativamente- como populistas). Sino recordemos
(por citar uno de los numerosos ejemplos), la infame diferenciación del Partido
Comunista durante la década del ’70 entre Videla, un General democrático; y
Pinochet, un dictador. La gran división en un país que lucha por la elaboración
de una identidad y por la liberación es entre lo nacional y lo antinacional
Una
de las claves en la crítica del autor del Manual
de zonceras Argentinas, sobre todo pensando en Juan B. Justo (pero vale
para varios otros también), es la división que realiza éste entre la política criolla y la política científica, lo cual conforma la zoncera número 12 de
aquel libro. Así en esta división, Juan B. Justo establece que “todo lo que venía de afuera era científico
y lo que nacía adentro anti-científico, es decir, criollo” (Jauretche, 2004
b; 88). Así, los trabajadores que consideraba en “condiciones científicas” eran
tan solo unos pocos inmigrantes, y las inmensas masas criollas eran
anti-científicas, “el sindicalismo de
importación fue incapaz de comprender los problemas del proletariado nacional y
se redujo a sectores obreros calificados, o al proletariado extranjero que
transfería su problema al país”. (Jauretche, 2008; 50).
También,
al partir de este esquema dicotómico, Juan B. Justo dirigía la política del
Partido Socialista en contra de la protección aduanera y de la intervención
estatal para el desarrollo industrial, pues seguía la idea que el socialismo en
los países centrales había desarrollado, estableciendo que la división
internacional del trabajo redundaba en beneficio a los trabajadores. Coincidía
así la “izquierda”, con la “derecha liberal” (y las potencias imperiales), en
los supuestos beneficios del libre comercio. De esta forma, abortó todo
entendimiento con el sujeto que podía ser revolucionario en nuestras tierras, a
la vez que se opuso a toda posibilidad de desarrollo industrial, que era el que
podía generar una clase trabajadora, un proletariado industrial, “no pudo hacer socialismo con los
trabajadores existentes porque eran anti-científicos y se opuso a la creación
de una industria que pudiera generar trabajadores científicos”. (Jauretche,
2004 b; 89).
Esta
zoncera que establece una división entre política criolla y política
científica, encuentra su fundamento en la madre de todas las zonceras, a
saber: Civilización y barbarie, es
una nueva forma de establecer la preeminencia de lo ajeno, exótico en
detrimento de lo propio, así se conforma una intelligentzia que piensa desde esquemas extraños, dado que “la mentalidad colonial enseña a pensar el
mundo desde afuera, y no desde adentro” (Jauretche, 1983; 112)
El camino del revisionismo
histórico
En la colonización pedagógica, como dijimos, adquiere suma relevancia la
historiografía liberal, el relato de nuestra historia por parte de la
oligarquía. Por eso, para avanzar en la descolonización
pedagógica, hay que desarrollar un revisionismo
histórico. Acentuado por la condición de país dependiente en el que la
historia aparece “como un campo de
batalla permanente”.
Siguiendo
un “poquito” con la crítica a la izquierda tradicional, y en relación a la
historia, Jauretche va a sostener entonces la existencia de una corriente de
interpretación de la historia que es el mitro-marxismo,
personajes que desde una postura de izquierda realizan una interpretación
histórica con rasgos similares a la desarrollada por Bartolomé Mitre. Podemos
ver cómo Álvaro Yunque ve a Mitre como fuerza burguesa progresista y
civilizadora frente a la barbarie medieval del interior. También Aníbal Ponce,
es la misma visión de civilización y barbarie. Ahí éste reivindica la campaña
contra “el Chacho”. Rodolfo Ghioldi sostuvo siempre que Mitre fue el más grande
historiador y que todavía no ha sido superado.
Ahora
sí, avanzamos con el revisionismo
histórico. Jauretche va a hacer importantes estudios en relación a esta
posición historiográfica. No está interesado en el pasado por el pasado mismo,
como un nimio “juego intelectual” sino que busca puntales donde asentarse,
desde donde construir su identidad para avanzar en un proyecto político.
Indagar en las vivencias, ideas, anhelos, sueños, etc., del pueblo, Una memoria
que posibilite la reconstrucción del tejido
social.
Considera el autor de “política
nacional y revisionismo histórica”, que en el análisis de la historia no hay asepsia u objetividad, sino que hay un entrecruzamiento con intereses políticos. Así en la pregunta por la historia se ponen en
juego dos operaciones básicas, a
saber: la heurística, la acumulación
y el ordenamiento de los datos históricos; y la hermenéutica, la interpretación de esa información. De esta forma
damos cuenta de que fruto de este proceder en el abordaje de la historia, han
surgido diferentes corrientes
historiográficas de acuerdo a la perspectiva ideológica desde la cual
abordan la información histórica, y al proyecto político que pretenden
sustentar. Resaltamos aquí que la heurística, también aparece teñida por la
ideología, por la perspectiva desde la cual se recortan los datos, las citas,
etc.
De
esto se desprende la existencia de una política
de la historia, en la cual se ha construido un relato de forma
sistematizada, que no puede ser meramente casual, de esta forma argumenta que “no es pues un problema de historiografía,
sino de política: lo que se nos ha presentado como historia es una política de
la historia, en que ésta es solo un instrumento de planes más vastos (la
superestructura cultural de colonización pedagógica, al mismo tiempo difunde
doctrinas económicas, sociales, etc.) destinados
precisamente a impedir que la historia, la historia verdadera, contribuya a la
formación de una conciencia histórica nacional que es la base necesaria de toda
política de la Nación. Así, pues, de la necesidad de un pensamiento político
nacional ha surgido la necesidad del revisionismo histórico” (Jauretche,
2008: 16), y avanza en el planteo afirmando que “no hay política nacional sin historia revisada, porque el cipayo y el
vende patria son consecuencias lógicas y hasta prestigiosas en una historia que
ha condenado la política nacional y glorificado la sumisión al extranjero” (ibídem: 84)
La
falsificación de la historia ha buscado que no tengamos las herramientas, las
aptitudes para concebir y pensar una
política nacional. Esta historia, la historia
liberal, oficial, es falsa
en tanto pretende arrojarse la totalidad
del relato histórico, pretende ser La
Historia Única y Verdadera, no sería falsa si estableciera que solo es un
relato parcial acerca del pasado, la cual es complementada con la prensa y la
enseñanza, para perpetuar la deformación
histórica. Argumenta
que “los falsificadores no fueron
individuos aislados sino los instrumentos de una sistemática política del
conocimiento histórico desteñida a servir la política de la oligarquía y la
dependencia económica del país”. (Jauretche, 2004c: 151)
Procuramos
establecer que Bartolomé Mitre
(continuada su obra por otros) realiza un doble
movimiento (consciente o no) funda el
relato histórico liberal, de acuerdo a sus conveniencias
políticas (por citar un ejemplo, la revolución de mayo como separatista de
España, y pro-británica), para el establecimiento de su proyecto político de tender las bases
de la Argentina semi-colonial; al mismo tiempo que con la aniquilación de
la población nativa, del gaucho, del criollo, de la montonera, del interior
provinciano, y la posterior inmigración no
va a permitir el surgimiento de una fuerte tradición oral que confrontara con la visión de la oligarquía
porteña ligada al puerto de Buenos Aires, de cara al Atlántico y espaldas al
interior provinciano. Al respecto Jauretche refiere que: “nos encontramos en presencia de una brusca sustitución de una sociedad
por otra. Se corta la continuidad social (…) con el aluvión inmigratorio,
provoca bruscos desplazamientos que alteran el asiento de las familias y su
misma constitución, provocan el nomadismo y los traslados frecuentes de un
medio a otro y se alteran las jerarquías tradicionales (…) quedan así cegados
los conductos naturales de la transmisión oral (no obstante) la tradición oral solamente subsistió firme
en aquellas provincias del interior que recibieron con menos fuerza el impacto
de la nueva economía”. (ibídem: 26)
De este contexto de doble eliminación: primero física, con
el avasallamiento del interior; y luego simbólica, con la eliminación o
deformación en el campo historiográfico, es donde van a hacer mella la inmigración y la posibilidad de las izquierdas abstractas, de construir un
relato similar al de la oligarquía porteña, produciéndose así (entre uno de sus
motivos) el desencuentro entre estos partidos, tendencias y las masas
populares. Esta tendencia basa su relato en intereses ajenos a los sectores
populares de nuestro país, basa su relato y su acción en esquemas importados,
vinculados a Europa, acríticamente. Hay que tener en cuenta también en relación
a esto los medios de difusión (las dificultades para ello y/o el ocultamiento
de los mismos) de los relatos históricos construidos por ejemplo, por los
historiadores de las provincias, o bien por los payadores, músicos, etc. Vemos
por ejemplo, en nuestra historia, el aflorar de zambas, chamamés, y demás
ritmos con letras disonantes de la historiografía liberal.
Profundizando
en esta línea, Sarmiento le otorgó con el Facundo, y específicamente con la
dicotomía civilización y barbarie, a
los sectores dominantes (y sus satélites de los sectores medios) un esquema de
análisis de la historia argentina
Hay
en la revisión del pasado para la implementación de una línea política nacional, una complementación de la cuestión social con respecto a la cuestión nacional. Entre las cuestiones atinentes a
reivindicaciones sociales, políticas, culturales, etc.; y las relativas al
libre desenvolvimiento de la nación, a la independencia plena, al desarrollo de
las fuerzas productivas, las reivindicaciones relativas a ello. No puede haber
revisión de la historia en sentido transformador en la Argentina que no tenga
en cuenta la estrecha relación entre
estos dos aspectos. José María Rosa, en
la misma línea que Jauretche, argumenta al respecto que “nuestra historia, es duro decirlo, no parece escrita por manos
argentinas”. (Rosa, 1967: 37)
Debemos
resaltar que cuando nos referimos a política
nacional no estamos pensando exclusivamente o en términos de la nación
Argentina, en la patria chica, sino que en realidad nos referimos a una idea de Patria Grande.
La influencia sobre el peronismo
Dijimos
anteriormente que la experiencia de FORJA, de la cual Jauretche es una de las
figuras principales, sobre todo junto con Scalabrini Ortíz, culminará en
diciembre de 1945, tras los acontecimientos del 17 de octubre del mismo año,
específicamente el 15 de diciembre. FORJA
se desintegra decíamos también porque supone que las banderas que llevó en alto
por 10 años, ahora se encuentran encarnadas en el peronismo naciente. En este
sentido no fue menor la influencia del forjismo, y en especial de Jauretche con
respecto al peronismo. Así, la agrupación se convierte en un eje entre el yrigoyenismo
y el peronismo. Veamos brevemente para finalizar con esta exposición, porque la
consideramos sumamente relevante, la influencia de FORJA y especialmente de Jauretche
en el advenimiento del peronismo. Asimismo para observar cómo Jauretche hace
jugar estas categorías en el análisis del nacimiento del “nuevo movimiento
nacional-popular”. Afirman en el acta, redactada por Jauretche: “que el pensamiento y las finalidades
perseguidas al crearse F.O.R.J.A. están cumplidos al definirse un movimiento
popular en condiciones políticas y sociales que son la expresión colectiva de
una voluntad nacional de realización” (Jauretche, 1976: 177)
Influye el pensamiento jauretcheano, a través de FORJA, en el en el nacimiento del peronismo de forma
indirecta, por las reivindicaciones, ideas que se habían comenzado a gestar en
un subsuelo de la ciudad de Buenos Aires por un grupo de
muchachos, serán las que aflorarán
luego en millones de personas, en el
pueblo, el día que otro subsuelo, el de la patria… se subleve. El nacionalismo
agrario, defensivo del yrigoyenismo adquiere un cariz diferente, más profundo,
más popular, en este sentido Jauretche dirá que el “modesto programa de realización (de FORJA), llevaba implícita la
diversificación de la producción y el proceso industrial” (Jauretche, 1976:
14)
Como así influye también
de forma directa. Esto nos interesa particularmente, además de otros personajes
que influyen de esta forma, porque Jauretche tiene un rol primordial. Jauretche y Manzi en este caso, según le
cuenta el primero a Scenna en una entrevista (Scenna, 1983) centran su atención
en dos hombres del gobierno juniano (de la Revolución de junio de 1943 que
diera por finalizada la década infame), que pensaban podían tener afinidad con
el ideario forjista, estos dos hombres eran Enrique González y Juan D. Perón.
Al pasar el tiempo irán estableciendo que el hombre era Perón. En la misma entrevista se hace referencia a que Perón había
leído los cuadernos de FORJA, pues
éste estando en Italia los recibía a través de dos militares (que por “esas
casualidades” se llaman uno Quiroga y el otro Sarmiento) que vivían en el piso
de arriba de de la casa de Homero Manzi. También es probable que varios de los
hombres involucrados en el gobierno juniano los conocieran.
Jauretche en 1942 le manda una carta a
un personaje de la época, José Ábalos, donde le dice: “yo no creo que estén agotadas las posibilidades morales del pueblo y
del ejército. La que está agotada es la bandera del radicalismo, de tanto
arrastrarla por el barro, de tanto confundirla con otros banderines” (Carta
de Jauretche a José Ábalos, 9/7/42. En Jauretche, 1976: 140)
Otro acercamiento concreto entre Jauretche y
Perón es que como cuenta Jauretche, desde mediados del año 1943 (fines de
julio o principios de agosto, es decir, al poco tiempo de la revolución juniana),
tuvo contacto prácticamente diario a lo largo de un año con el entonces Coronel
Perón, incluso llevaba una tarjeta que decía “audiencia permanente”. también
Jauretche tiene influencia en la ideación del Estatuto del Peón. Así estos dos
hombres, van tratando los temas concernientes a la realidad política,
económica, cultural, etc. argentina. Jauretche señala al respecto que “Perón aprendió y aprendía con velocidad
porque era muy inteligente. Por ejemplo, sobre la vieja política argentina creo
haberle sido muy útil para informarle, pero le aseguro que pronto sabía más que
yo” (Jauretche, 2010:161). Jauretche participará con su presencia en las
manifestaciones del 17 de Octubre de 1945. Con una columna del Sur del
Conurbano bonaerense, específicamente de la Localidad de Gerli.
Podemos
ver cómo Don Arturo emprende la lucha contra la colonización pedagógica desde
diferentes planos: en el cultural,
sobre todo en los profetas del odio y la yapa y el manual de zonceras; desde lo
económico, como lo hiciera en el Plan
Prebisch impugnando el análisis de éste acerca de la situación del país hacia
1955 y una forma de ver la economía del país que es como ir a comprar al
almacén con el manual del almacenero, también con política y economía; en lo social, en esos apuntes para una
sociología nacional que denominó el medio pelo en la sociedad Argentina; y en
lo político (y/o geopolítico), puede
verse sobre todo en Ejército y Política. En sí, el tema de Jauretche, de sus
trabajos, según sus propias consideraciones, es la cuestión nacional, abordada desde diferentes aspectos, y decimos
asimismo es central en su pensamiento la construcción de un pensar en nacional. Se lo ve como un
polemista profundo, uno de los mejores que haya dado la Argentina, en los
periódicos, en prosa de hacha y tiza, como asimismo en mano a mano entre
nosotros. Jauretche, sostiene Darío Alessandro, se dedicó a “destruir lo que llamara colonización
pedagógica sin cuya destrucción consideraba imposible la liberación nacional” (Alessandro
en Parcero, 1985: 50).
Terminemos con
unas palabras que Juan Domingo Perón, que bien podrían ser de Jauretche, nos
dice al respecto de lo que venimos expresando en el escrito, dice así: “si hemos guerreado durante 20 años para conseguir
la independencia política, no debemos ser menos que nuestros antecesores y
debemos pelear otros veinte años, si fuera necesario, para obtener la
independencia económica. Sin ella seremos siempre un país semi-colonial” (Perón,
7/8/45)
* El autor es
Licenciado en Sociología (UBA). Profesor de Sociología (UBA). Becario CIC.
Docente UNAJ-UPMPM-UTN. Miembro del Centro de Estudios Hernández Arregui. El
texto pertenece a una clase virtual del curso de Filosofía política nacional
dictado en el Instituto GESTAR.
[1]
Para este desarrollo nos basaremos principalmente en la obra su biógrafo, a
saber: Galasso, Norberto. (2003). Jauretche
y su época. Dos volúmenes. Buenos Aires: Corregidor.
[2]
Hoy día el 13 de noviembre se celebra en todo el país el Día del Pensamiento Nacional
como homenaje a Jauretche.
[3]
Aunque años más tarde iba a criticar cómo ésta fue desfigurada y vaciada de
contenido en sus aspectos más importante, en tanto se desligó de las
necesidades nacionales-latinoamericanas.
[4] Jauretche, Arturo. (1992).
El Paso de los Libres. Relato gaucho de la última revolución radical (Diciembre
de 1933), dicho en verso por el paisano Julián Barrientos, que anduvo en ella.
Buenos Aires: Corregidor. La primera edición de este relato la prologa un joven
Jorge Luis Borges por intermedio de Manzi. No sorprende este prólogo (el cual
luego Borges “olvidará”), ya que el escritor de joven había tenido atisbos
populares, cercano al yrigoyenismo, reivindica a Rosas, Quiroga, la gauchesca,
etc. hasta aproximadamente 1935, en que troca su camino hacia la literatura
cipaya. La segunda edición la prologa Jorge Abelardo Ramos. Véase: Galasso,
Norberto. (1995). Borges, ese desconocido.
Buenos Aires: Ayacucho, y [4] Galasso, Norberto. (2012). Jorge Luis Borges. Un intelectual en el laberinto semi-colonial. Buenos Aires: Colihue.
Jauretche aparecía así como una promesa para las letras, como Scalabrini que
había escrito “El hombre que está solo y espera” o Hernández Arregui que había
escrito unos cuentos: “siete notas extrañas”, que le valieron por ejemplo: el
elogio de Nicolás Olivari. O Manzi, que es quien dice finalmente una frase que
le cabe a todos estos personajes, incluso él, que es que él decidió “hacer letras para los hombres en lugar de
ser un hombre de letras”.
[5]
No hacemos referencia aquí al contenido de los libros, pues más adelante los
trataremos profundamente. Este apartado solo tiene la intención de dar cuenta
de algunos aspectos biográficos.
[6]
Recordemos que Frondizi llega al poder con un acuerdo con el peronismo que
luego traiciona.
[7]
Jauretche trata este tema fundamentalmente en “El medio pelo en la sociedad
argentina”, y en “los tres fracasos de la burguesía nacional” (editado en
“textos selectos”). El medio pelo es justamente esta burguesía nacional que
quiere ser oligarquía y no puede. Es ausentista, parasitaria, etc.
[8]
Acá resaltamos no se refiere a la corriente de izquierda nacional (analizada
por el autor como un ala del movimiento nacional), a la cual considera acertada
en sus planteos, al tiempo que evade los “vicios” de la izquierda
anti-nacional.
Bibliografía
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¡Muy bueno! Desde el Gibraltar del Sur, Montevideo, un abrazo americano. Pese a que aquí se niegan a sentirse argentinos, apenas aceptan ser "rioplatenses", siendo ambos términos sinónimos, el primero ya en uso en 1600, cuando Barco Centenera hace el poema Argentina. Como dijo Artigas al ingresar al Paraguay, "argentino nacido en la banda oriental".
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