“La juventud podrá entender la
lucha intelectual de Ugarte, Scalabrini Ortíz, Jauretche, Hernández Arregui,
Irazusta, Rosa y otros ilustres argentinos sobre la naturaleza del imperialismo
inglés entre el humo de los disparos”. (Jorge Abelardo Ramos)
Introducción
“En grandes olas azules y
encajes de espuma blanca, te va llegando el saludo permanente de la Patria. Ay,
hermanita perdida. Hermanita, vuelve a casa”. (Atahualpa
Yupanqui)
En los
países que solo tienen una independencia
formal, y una realidad dependiente, como sabemos, los
mecanismos de colonización pedagógica
son fundamentales para sostener, a partir de su invisibilización o
justificación, esa situación. Esta colonización pedagógica se manifiesta en las
cuestiones más diversas, pero hay algunas en que se apunta a que no existan
prácticamente fisuras por su potencialidad en el surgimiento o fortalecimiento
de la conciencia nacional, que es lo que
la cultura dominante no quiere que aparezca. En este marco, consideramos que,
después de la guerra de Malvinas (y aún antes), de la finalización aparece un
proceso fuerte de desmalvinización
que es fruto de la colonización
pedagógica que cala tanto fuera de lo que podemos denominar como campo
nacional y popular, lo cual aparece como absolutamente lógico, pero también lo
hace dentro de dicho campo (sobre todo en el sector del progresismo), lo que
llama la atención. La Causa Malvinas
aparece en cierto sentido como un “hecho
maldito” del progresismo. Asimismo podríamos considerar, y relacionados con
nuestra temática también el anti-militarismo abstracto y las consideraciones en
torno al sindicalismo.
Pensamos entonces que la desmalvinización va de la mano con el pensamiento colonial, y que una
relectura desde la perspectiva del pensamiento nacional, desde su esquema de
análisis nos lleva a una reivindicación más profunda y consecuente en torno a
la cuestión. Esto último en tanto la Causa
Malvinas es puntal donde se asienta y fortalece la conciencia nacional. Cuando se cristaliza en el sujeto individual
y/o colectivo la lesión de la soberanía se vigoriza el sentir nacional y su
defensa.
Malvinas
cala profundo en el pueblo argentino, basta recorrer nuestro país y observar
pintadas en las paredes, calcomanías en los más diversos objetos y espacios, actos
solidarios en torno a la cuestión, tatuajes en todas sus formas, remeras, etc. Evidentemente
sigue presente lo que supo ver con su profunda mirada sobre las “cosas de la
patria” el gran José Hernández cuando afirmó que “los argentinos, especialmente, no han podido olvidar que se trata de
una parte muy importante del territorio nacional, usurpado merced a
circunstancias desfavorables, en una época indecisa, en que la nacionalidad
luchaba aún con los escollos opuestos a su definitiva organización”. (Hernández,
2012: 10)
Nuestra
intención aquí entonces es hacer una relectura en torno a la temática desde la
matríz de pensamiento nacional-latinoamericano para poder avanzar en la ruptura
de la colonización pedagógica, y más específicamente, contra la
desmalvinización. A medida que vayamos avanzando en la temática veremos donde
se asienta ese discurso, y cómo romperlo.
Breves apuntes
históricos
“Amarillentos papeles te pintan
con otra laya. Pero son veinte millones que te llamamos: hermana”. (Atahualpa
Yupanqui)
La cuestión Malvinas no tiene tan
solo treinta y cinco años, y tampoco solo se relaciona con la guerra. Sino que
viene de varios años más atrás y hunde sus raíces en lo más profundo de la
formación de la conciencia nacional en
tanto se vincula a la lucha del pueblo
argentino contra el imperialismo inglés. No es nuestra intención aquí hacer
la historia de nuestras islas, pero sí realizar unas breves referencias para
enmarcar y contextualizar mejor el tema. La descontextualización, o mejor dicho
el obturar la relación de la cuestión con la historia, es una de las formas que
encuentra la desmalvinización para hacer lugar a su discurso. Revisar la
historia y dar cuenta que la Causa Malvinas es de larga data rompe con ese
puntal donde se asienta la desmalvinización.
-Primera
invasión, reconquista del pueblo y conciencia nacional
Tempranamente Inglaterra despierta el
interés colonialista en nuestro territorio, pues la invasión Inglesa al Río de
la Plata en 1806 y 1807 no es una simple aventura de piratas que los ingleses
nos tienen acostumbrados, sino más bien un intento de colonización y de
imposición del libre-comercio ligado, entre otras cuestiones, a la pérdida por
parte de Gran Bretaña de las colonias del Norte. En este sentido Miguel Ángel
Scenna afirma que “el único propósito del
gobierno inglés, en 1806 y 1807, fue anexar el Río de la Plata a su imperio, y
convertir la región en colonia británica”. (Scenna, 1974: 82) Recordemos
que con los refuerzos de Whitelocke vienen para colonizar cantidad de familias,
siete pastores y un obispo anglicano. Enmarcando la estrategia general Marcelo
Gullo afirma que “durante la guerra
contra napoleón, Gran Bretaña planificó un triple ataque a la América española:
por el nordeste desembarcarían en Venezuela, por el sudeste en el Río de la
Plata, y por el sudoeste en Chile”. (Gullo, 2013: 61)
Afortunadamente, tanto la primera
parte de la invasión, como la segunda logran ser rechazadas por el pueblo
criollo. La primera, comenzada el 25 de junio de 1806 a cargo de Beresford y
Popham en las costas de Quilmes, obtiene el apoyo de la clase dominante
(siempre lista para “venderse” al invasor), pero mientras las “familias
distinguidas” hospedan y cubren de agasajos a los colonialistas, los criollos
organizan la defensa “por lo bajo”, silenciosamente. Martín de Álzaga y
Santiago de Liniers se hacen cargo de la organización que finalmente logra la
reconquista de la Ciudad el 12 de agosto cuando la bandera pirata es arriada y
Liniers cumpliendo su promesa entrega a la virgen del Rosario en la iglesia de
Santo Domingo las banderas del regimiento 71º de Highlanders (cuyo comandante
Denis Pack también cae preso de los patriotas).
Pero la invasión no termina allí
porque rendido Beresford, Popham en el río comienza a preparar la segunda parte
con los refuerzos de Achmuty, Craufurd y Whitelocke (que es finalmente quien comanda la
operación). Esta parte de la invasión, mucho más poderosa (unos doce mil
hombres), se inicia a mediados de 1807, y la épica defensa del pueblo lleva a los
británicos a la capitulación el 7 de julio. La gesta heroica del pueblo le
cuesta la sangre a cerca de dos mil compatriotas (cinco veces más que en la
primera reconquista), es el 4% de la población. Salvador Ferla asevera que “el pueblo no sabía quién era Adam Smith,
pero sí conocía a Morgan, Drake y Cavendish. Buenos Aires peleó por orgullo,
por amor propio”. (Ferla, 2007: 49) El nombre de los ingleses estaba
estrechamente ligado en la conciencia popular a la piratería, así permanece
hasta nuestros días.
La invasión no influye como pretenden
algunos historiadores liberales pro-británicos en que los invasores en esos
días traen el “ideal de libertad” contra España, ¡de qué libertad hablan si estaban
mostrando la más cruda cara del colonialismo!, pero como sabemos a muchos les
cuesta decir que los británicos son
colonialistas, ¡ay, la colonización pedagógica! Lo que sí consideramos más
bien es que “la acción que, sin
proponérselo, tuvieron las invasiones inglesas, fue provocar una poderosa
sensación de autosuficiencia, una orgullosa conciencia de las propias
capacidades y, por supuesto, una sólida afirmación de la personalidad política
rioplatense”. (Scenna, 1974: 116) Aumentar, podríamos decir, la conciencia nacional al oponerse a la
opresión extranjera directa.
Esa conciencia no se expresa
solamente en el Río de la Plata, sino que aparece en toda Nuestra América. Se
cristaliza en las manifestaciones de solidaridad de los pueblos, lo cual se
repite en la guerra del 82. En la invasión 1806-1807 llegan de los pueblos
hermanos, pólvora, armas, y otros recursos, “se
olvida comúnmente que, en 1806 y 1807, el invasor inglés fue expulsado del Río
de la Plata no sólo por porteños sino también por paraguayos, orientales,
peruanos y altoperuanos”. (Gullo, 2013: 67) El triunfo sobre el invasor se
festeja en toda la Patria Grande. Hasta México llega la algarabía popular. Así
en nuestros países se dan multitudinarias manifestaciones, grandes misas,
fiestas, etc. La conciencia nacional más bien comienza a ser nacional-latinoamericana.
Los pueblos entienden que su suerte y destino está en la unidad, lo que se desarrolla como proyecto político (y termina
fracasando), en el periodo de nuestra emancipación.
En las invasiones inglesas también se
conforman milicias populares que van a dar nacimiento al Cuerpo de Patricios (cuya primera jefatura es de Cornelio
Saavedra). Es este
marco Jorge Abelardo Ramos señala que “el pueblo criollo en
armas se improvisa en Ejército para combatir la invasión británica. Así nace el
Ejército argentino; y la palabra “argentino” se creará por esa misma razón (…) La milicia se hará Ejército y el nativo se
hará argentino al nacer ambos para la historia en lucha con Inglaterra”. (Ramos, 1968: 15-16) Como se observa viene de
muy lejos la historia de la lucha de nuestro pueblo contra el imperialismo
británico, incuso como vemos es anterior al periodo de la emancipación y más
aún al de la revolución democrática del 10.
- Los “hilos
invisibles” de la dominación
No obstante estos intentos de
colonización directa (como también lo será –lamentablemente en forma exitosa
para los ingleses- Malvinas), lo que toma fuerza en los mismos días de la
invasión al Plata es el famoso memorial que el Ministro Robert Stewart,
vizconde de Castlereaght, eleva al Gabinete el 1º de mayo de 1807. Ahí se
establece otra política de dominación (en tanto considera que la militar es muy
onerosa), que es la que se adopta mayormente en Sudamérica, la colonización indirecta. Por eso
Scalabrini Ortíz afirma que “más
influencia y territorios conquistó Inglaterra con su diplomacia que con sus
tropas o sus flotas. Nosotros mismos, argentinos, somos un ejemplo irrefutable
y doloroso. Supimos rechazar sus regimientos invasores, pero no supimos
resistir la penetración económica y a su disgregación diplomática”. (Scalabrini
Ortíz, 2001: 43)
Buscar la dominación por la
diplomacia, la corrupción, el peculado, etc., y a partir de estas herramientas
lo fundamental: la penetración económica
conjuntamente con la cultural. Así,
Gran Bretaña va a cumplir en el proceso de emancipación de nuestros países, un
doble papel: por un lado presta apoyo de diversas formas a los movimientos
revolucionarios, pero por otro va a intentar fundamentalmente dos cosas, una no
permitir que se genere la unidad posteriormente a la emancipación, balcanizando
el continente, y la segunda, procura imponer a esas “nuevas naciones” el
librecomercio, el “primitivismo agropecuario”, y la dependencia.
- Otra
intervención y resistencia nacional
En 1845
Inglaterra, esta vez conjuntamente con Francia (y también con aliados internos
claro), vuelve a intervenir directamente en el territorio nacional. El objetivo
esta vez abrir la libre navegación de los ríos[1] y
segregar la Mesopotamia (dominando los interventores Uruguay y el Paraná, no
les sería muy dificultoso disgregar la Confederación), creando un nuevo estado
tapón. (Trías, 1975) Al momento de la intervención armada Rosas, estableciendo
una fuerte, decidida e inteligente defensa de la soberanía nacional, rompe
relaciones con ambos países, al tiempo que suspende el pago del empréstito[2],
medida que hubiese sido absolutamente lógica tomarla en la guerra del 82, claro
si la conducción de la misma hubiese sido como la de Rosas.
Los ingleses y franceses quieren avanzar por el
río Paraná, procurando imponer el “derecho” de ser naciones fuertes. Estallan
entonces las batallas de Obligado y
Quebracho. En éstas, a pesar de la desproporción de fuerzas, los criollos
resisten férreamente, con el ingenio de cruzar en un recodo del Paraná (la
Vuelta de Obligado), unas embarcaciones con cadenas, la construcción de cuatro
baterías, la utilización de cañones grandes y pequeños, algunos del tiempo de
la lucha por la emancipación, en fin, ¡esas armas que habían servido para logra
la emancipación política, ahora se usan para evitar la dominación económica!
Son poco más de dos mil criollos los que luchan contra la intervención
anglo-francesa (250 mueren defendiendo la soberanía nacional, y otros 400 son
heridos). Lucio Mansilla los arenga: “¡Miradlos!
¡Allá los tenéis! Considerad el insulto que hacen a nuestra patria al navegar,
sin más título que la fuerza, las aguas de un río que corre por el territorio
de nuestro país. ¡Pero no lo conseguirán impunemente! ¡Tremola en el Paraná el
pabellón azul y blanco y debemos morir todos antes que verlo bajar de donde
flamea!”. (Mansilla, cit. en Rosa, 1967 46)
Así, no dejan que los gringos se la lleven de arriba, logando algo
fundamental que es, a pesar de la derrota militar, llevar la expedición al
fracaso en sus objetivos y como misión comercial[3].
Por eso José María Rosa afirma que fundamentalmente se da la batalla “para mostrarle a los gringos que en esta
tierra nadie se asusta de los Peysar y los Paichans”. (Ibídem: 44) Más tarde, se obtiene la victoria diplomática, pues con
los tratados Arana-Southern (1849) y Arana-Lepredour (1850), se establece la
exclusiva navegación nacional de los ríos interiores, y el desagravio del
pabellón nacional con 21 cañonazos. (Rosa, 1979)
El mismo historiador considera que la batalla
de obligado es una de las más heroicas de toda nuestra historia, “tan heroica, tan argentina, tan
nacionalista, que la historia de la academia (que tiene más de catorce tomos de
pavadas) sólo la recuerda con dos líneas de circunstancias y equivoca la fecha.
Otra cosa sería si en vez de una batalla por la soberanía hubiese sido un
tratado para entregarla, o un empréstito que nos hipotecaba al de afuera”. (Rosa,
1967: 46) Valen estas líneas del historiador argentino para pensar a Malvinas
en general, más aún la guerra del 82 en particular y la desmalvinización. Cuánto
de lo mismo hay en estos “olvidos” y tergiversaciones, se recuerdan más las
entregas y a los entregadores (y mayormente desde la reivindicación), que a los
patriotas.
Nuestro
país luego del proceso de emancipación se va convirtiendo en una semi-colonia
de Inglaterra. Más aún, se suele decir que a una derrota le sigue otra mayor,
así a Caseros le siguió Pavón y el mitrismo que tiende las bases de la
Argentina como semi-colonia británica. Así se va profundizando esa realidad
dependiente y llegamos a la década infame y observamos ya que toda la
estructura económica le pertenece al país imperialista. Esta situación es la
que viene a romper el peronismo a partir del desarrollo de una revolución
nacional que nacionaliza la economía, desarrolla la industria y establece las
bases de la Argentina soberana[4].
Luego del golpe de estado del 55, la oligarquía procura volver a “acomodar” la
situación avanzando en la sumisión neocolonial de la Argentina al imperialismo
norteamericano y británico. Vale recordar la frase de Winston Churchill al conocer el golpe de estado del 55: “el derrocamiento de Perón es un hecho tan
importante como la derrota de Alemania en la Segunda Guerra Mundial”. (Churchill.
Cit. en Labaké, 2016: 210)
Nos interesa rescatar, muy brevemente, tres conocidas patriadas en relación a las islas y a nuestra reivindicación de la soberanía. La primera refiere al vuelo realizado por Manuel Fitzgerald a Malvinas en 1964, una vez que aterriza en las mismas despliega la bandera patria y entrega un documento donde se reivindican los derechos argentinos sobre las islas. A su vuelta al Continente es recibido con júbilo y “paseado” por las calles de Buenos Aires. El mismo piloto vuelve a hacer un vuelo cuatro años más tarde, esta vez con el apoyo del diario Crónica. Más conocido se hizo el conocido como Operativo Cóndor del 28 de septiembre de 1966 donde dieciocho jóvenes peronistas conducidos por Dardo Cabo “secuestran” un vuelo de Aerolíneas Argentina que se dirigía a Río Gallegos y lo ponen rumbo a Malvinas. Al descender despliegan siete banderas argentinas, bautizan el aeropuerto como Rivero y reafirman la soberanía sobre nuestro territorio. Había una intención de hacer una acción armada sobre la casa del gobernador, que al final no se logra realizar ya que por el fuerte viento no llegan a aterrizar cerca, ni de cara a la casa del mismo. Luego de una misa oficiada por un sacerdote de las islas y de cantar el himno nacional ese día y al otro con el izamiento de la bandera nacional, son detenidos y remitidos a Continente. (Manson, 2010; Entrevista Juan Natalizio a Ricardo Ahe, 2017)
- Breve crónica de
un crimen: la usurpación
“Malvinas, tierra cautiva, de
un rubio tiempo pirata. Patagonia te suspira”. (Atahualpa
Yupanqui)
Resulta
probable que antes de las expediciones de los europeos hayan llegado a las
islas pobladores yámanas (restos hallados en las islas lo avalan), sin embargo,
a la llegada de los europeos no había una población permanente en las mismas. Durante
el siglo XVI la Corona española recorría el Atlántico Sur, así en 1520 Estevao
Gomes[5],
que integraba la expedición de Magallanes, descubre la islas y las bautiza como
Sansón (el mapa más antiguo donde figuran es de ese año). Otros indicios
sostienen que anteriormente Américo Vespucio habría llegado a las islas. Muchos
años después, hacia 1690 John Strong en una expedición británica con la nave
“Welfare”, hace pie en las islas y las llama Falkland Sound. En 1764 el francés Bougainville bautiza a las islas como Malouines (de ahí
Malvinas), y ocupa dicho territorio (se asienta en lo que será Puerto de la
Soledad). España protesta y finalmente el francés se retira en 1767
(reconociendo la soberanía española).
Luego del avistaje de Bougainville
se produce el que realiza Byron en 1765 asentándose el mismo en el Islote de
Saunders (de la Gran Malvina o Malvina Occidental), esta ocupación estuvo a
punto de llevar a una guerra entre ambos países en tanto la primera no acepta
la protesta de la segunda, finalmente se acuerda (1790), y Gran Bretaña se
compromete a no establecerse en el territorio Hispanoamericano. Es importante
destacar que estas incursiones británicas, francesas, y también por parte de
Holanda eran secretas y que una vez descubiertas España protestaba
diplomáticamente[6].
Asimismo, resulta relevante señalar que entre 1767 (primera vez que España se
instala oficialmente en las islas con el nombramiento del Gobernador Ruiz
Puente), y 1810, las autoridades de Buenos Aires (capital del Virreinato) nombran
28 gobernadores, ratificados por el Rey de España. (AA.
VV., Malvinas: 2011) (Muñoz Azpiri, 1966)
Nuestro país hereda legítimamente
el territorio de las Malvinas de España como parte de la integridad territorial
luego de la Revolución de Mayo (y de la posterior independencia), “en virtud del principio de derecho
internacional universalmente aceptado entonces y ahora, del uti possidetis, el
archipiélago pasó a depender de la Junta de Buenos Aires”. (Muñoz Azpiri, 1966:
88) En agosto de 1810 la Junta de Gobierno Patrio decreta el envío de
determinados individuos a la “Patagonia y Malvinas”. (Garro, Rep. en ibídem. T III) En 1811 España retira sus
autoridades. Es así que en 1820 David Jewett a bordo de “La Heroína” toma
posesión de las islas en nombre de las Provincias Unidas del Río de la Plata.
El 6 de noviembre iza por primera vez la bandera nacional en nuestras islas
cumpliendo órdenes de Sarratea. A lo largo de la década del 20 los diferentes
gobiernos de Buenos Aires designan gobernadores en las islas que dictan leyes
sobre la pesca, otorgan concesiones territoriales, sobre el comercio de cueros
carnes, etc. En fin, gobiernan un territorio propio. Incluso en 1823 el
Ministro británico Canning designa como Cónsul de Buenos Aires a Woodbine
Parish, y en 1825 Gran Bretaña reconoce la independencia Argentina, en ninguno
de los dos casos hace alguna referencia a las islas. (Caillet Bois. Rep. Muñoz
Azpiri, 1966. T III)
En 1829 por un Decreto del
Gobernador Marín Rodríguez se fija la Comandancia Política y Militar de Soledad
con jurisdicción en las Malvinas e Islas adyacentes al Cabo de Hornos,
designando (por disposición de Juan Lavalle), a Luis Vernet como Comandante.
(Rosa, 1979) A partir de ese mismo año podemos establecer Gran Bretaña
recrudece su interés en las Malvinas, ya que el oficial de Marina W. Langton le
escribe al parlamento británico la conveniencia de establecer una colonia allí.
Ricardo Caillet Bois (Rep. Muñoz Azpiri, 1966. T III) destaca la necesidad de
los británicos de establecer una base para sus navegaciones en el Atlántico
Sur, sobre todo por entonces, a la colonia que había fundado en Tasmania (Gran
Bretaña transportaba miles de colonos, recordemos que en la colonización había
masacrado a la totalidad de la población).
De esta forma nos vamos acercando
al crimen, a la ocupación de nuestro territorio. En 1831 se produce el conocido
como “incidente Lexington”, un buque norteamericano capitaneado por Silas Duncan
que llega a Malvinas sobre fin de ese año, con motivo del apresamiento por
parte de nuestro país del buque Harriet que se había negado a obedecer las
órdenes de Vernet de frenar la actividad pesquera ilegal por la cual el
gobernador (haciendo uso de sus facultades), la captura. La Lexington llega a
nuestras islas apresa a las autoridades y a casi toda la población, saqueando y
destruyendo las instalaciones antes de irse a Montevideo. Este atropello y
violación a la soberanía nacional (que quedará impune), y que según considera
Alfredo Palacios deja nuestras islas como “tierra de nadie” (Palacios. Rep.
Muñoz Azpiri, 1966. T III), es aprovechado por los
británicos quienes inmediatamente envían la fragata de guerra “Clío” comandada
por John James Onslow que ocupa nuestro territorio el 3 de enero de 1833. Los
británicos siguen la política exterior caracterizada por el Primer Ministro
Palmerston, quien le otorga rango de doctrina nacional al principio por el cual
Gran Bretaña establece su “derecho” de intervenir en cualquier lugar del
planeta para imponer sus intereses y el librecomercio, incluso mediante la
utilización de buques de guerra. (D’Atri. Rep. Muñoz Azpiri, 1966. T
III) Por eso los hermanos Rodolfo y Julio Irazusta expresan que si Inglaterra “había asegurado la independencia argentina (en
1825), era sin duda respecto de otros
estados, no de ella misma”. (Irazusta, 1934: 55)
José María Pinedo, que había
llegado en la goleta de guerra “Sarandí”, eleva por escrito una tibia protesta,
pero no resiste militarmente como le indicaba la orden con que fue enviado a
las islas,[7]
Onslow lo intima a retirarse en 24 horas. Muy diferente será la defensa de la
soberanía nacional (en circunstancias que podemos considerar en varios puntos
similares), cinco años más tarde emprendida por un grupo de patriotas liderados
por Jerónimo Costa en la Isla Martín García contra la intervención francesa.
La “cobardía” de Pinedo (de las
familias tradiciones, pro-británicas, de la Argentina), es salvada por el
accionar de los sectores trabajadores de las islas, comandados por gaucho
patriota entrerriano Rivero (patriada que la Academia Nacional de Historia “dictaminó”
como un motín de simples asesinos[8]), quienes se repliegan para resistir la ocupación, y el 26
de agosto de 1833 se rebelan, toman la Comandancia y asesinan a Dickson, Simón
y Brisbane, colaborador de Vernet, que se había pasado del lado británico (y comenzado
a explotar a los anteriores y legítimos habitantes). El gaucho Rivero arría la bandera pirata y manda a
izar la nacional. Permanece a cargo de las islas, esperando refuerzos, durante
cuatro meses. A comienzos del otro año, los británicos son los que mandan
refuerzos y esta vez los patriotas no pueden resistir[9].
(Almeida, 1972) Rápidamente, el gobierno
nacional realiza la protesta diplomática por la ocupación colonial, a través de
un documento escrito por Manuel Moreno[10].
César Quirós, basándose y en la misma línea que José Francisco Ugarteche,
sostiene que al momento de la ocupación envía al Ministro de Guerra de Balcarce
(Enrique Martínez), una nota procurando convencerlo de la necesidad de
reivindicar y retomar el control de las islas lo más rápido posible enviando
refuerzos a las mismas, y considera que “el
gobierno pudo y debió retomar las Malvinas”. (Quirós. Rep. en Muñoz
Azpiri, 1966. T III: 396)
Cuando la ocupación británica, afirma en su monumental
y profusamente documentada obra José Luis Muñoz Azpiri (1966), que la nación
que se solidariza rápidamente con nuestro país es Bolivia. La doctrina lanzada
por James Monroe tiempo atrás, que “supuestamente” era una forma de defensa
contra cualquier ataque extra-continental. Claramente no “funcionó”, como
tampoco “funcionará” (para el caso norteamericano), el TIAR en el 82. “América
para los Americanos” era el lema, cuando en realidad debería ser “América
Latina para los Norteamericanos”, aquí queda claro. Cuando el 16 de enero la
noticia llega al continente hubo una “enorme
indignación de la masa popular”. (Caillet Bois. Rep. Muñoz Azpiri, 1966. T
III: 41) Ese pueblo no podía reaccionar de otra forma al enterarse de la “nueva
intromisión” y afrenta a la soberanía nacional si un cuarto de siglo atrás
había expulsado heroicamente a los piratas del Río de la Plata. Incluso, ya
anteriormente, cuando el avasallamiento yanqui con la Lexington, anota Norberto
D’Atri que “un sentimiento de indignación
general sacudió a toda la ciudad cuando se tuvo noticia del atropello
norteamericano contra nuestra soberanía”. (D’Atri. Rep. Muñoz Azpiri, 1966. T III: 122)
No es nuestra intención aquí, desde
ya, hacer un repaso por toda la historia de nuestras Malvinas, tampoco de las
relaciones entre Gran Bretaña, Argentina, y la lucha de nuestro pueblo por la
emancipación de dicho imperio y de cualquier otra potencia extranjera. Ahora
bien, la intención con este repaso es mostrar algo que es evidente pero muchas
veces, y desde la desmalvinización es patente, que la historia de Malvinas y de
nuestra lucha contra Inglaterra viene de mucho más atrás que la guerra del 82.
Al mismo tiempo, enmarcar la cuestión en un contexto más amplio de las formas
de dominación, colonización y explotación del imperialismo británico sobre
nuestro país. Por último, dar cuenta de diferentes formas de resistencia, y
triunfos sobre la opresión echando por tierra la autodenigración de lo
nacional. En este sentido, la idea del “borracho” que decidió emprender una
aventura sin sentido se oscurece. Así, Malvinas ya no es solo la “idea loca” de
la dictadura, sino un reclamo legítimo del pueblo argentino desde hace casi dos
siglos. Julio Cardozo al respecto argumenta que la desmalvinización elaboró lo
que denomina como “el punto del vista del loco”: “a la sombra de esa idea repetida hasta el cansancio que el país “fue
arrastrado por la locura de un general borracho a una guerra absurda con el
solo fin de perpetuarse en el poder”, se ha producido, en la Argentina, una de
las operaciones discursivas más perniciosas de nuestra historia contemporánea”.
(Cardozo. En AA. VV., 2011b: 199)
- ¿De qué territorio
hablamos?
En
relación a la ocupación británica de las Malvinas, en realidad vale destacar
que nos referimos a un territorio mucho más grande que el de las Malvinas en
sí. Lo que los británicos ocupan desde 1833 son unos 3 millones de kilómetros
cuadrados (tengamos en cuenta que todo el territorio nacional son poco más de
10 millones de kilómetros cuadrados –contando espacios terrestres,
continentales, insulares y marítimos). También resaltamos la proyección sobre
el sector Antártico Argentino. Así, el Congreso Nacional reconoce por ley que
las Islas Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur, conjuntamente con la Antártida
Argentina son una unidad geográfica, histórica y jurídica de nuestro país (que
entonces tiene un carácter bicontinental), y forman parte de la provincia de
Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur. El archipiélago está
ubicado a 346 kilómetros de la Isla de los Estados en el extremo sur de Tierra
del Fuego, y a 14 mil kilómetros de Londres. (AA. VV., Malvinas: 2011)
La soberanía Argentina sobre las
islas es “reconocida” directa o indirectamente (a veces sin querer pensamos,
otras por “creerse” impunes), hasta por varios autores británicos y hechos
producidos por políticos de ese imperio, como la Enciclopedia Británica que
establece que “forman esencialmente una
parte de la Patagonia, con la que están geológicamente conectadas por una
plataforma submarina”, o bien el Atlas del Instituto de Geografía de
Londres que afirma que a las islas “como
posesiones británicas, adquiridas en 1833”, también podemos recordar al
Gobernador usurpador de nuestras islas que festejó el centenario de la colonia
británica en Malvinas el año 1933, inaugurando un monumento que establece
también el dominio de cien años. (Pondal. Rep.
Muñoz Azpiri, 1966. T III)
Para tener el marco general, debemos observar
que Gran Bretaña entre los siglos XVI y XX llega a
ocupar 33 millones de kilómetros cuadrados. Un quinto de la superficie
planetaria. Llegando a tener bajo su égida a más de 450 millones de personas.
(AA. VV., Malvinas: 2011)
- Un resplandor
en medio de la oscuridad: la recuperación
“Toda la Pampa te
llama. Seguirán las mil banderas del mar, azules y blancas”. (Atahualpa
Yupanqui)
Vamos ahora sí a avanzar más
profundamente en algunas cuestiones en relación a la última guerra y la
posguerra, sin hacer tampoco un relato de los hechos, sino sobre todo de las
que sirven al discurso desmalvinizador
para asentarse y difundirse como tal. Al mismo tiempo que discutirlas desde las
herramientas del pensamiento nacional
dando cuenta, como decíamos al principio, que la desmalvinización aparece como
“un fruto” del pensamiento colonial
aprendido. Coincidimos con Francisco Pestanha que entiende que se suele
marcar como inicio de la desmalvinización una entrevista de Alain Rouquié de
marzo del 83, pero que en realidad (sin quitarle los “meritos” al francés), la
cuestión viene de tiempo atrás, pues durante la misma dictadura y la guerra los
intereses económicos de Inglaterra no fueron afectados. (Pestanha, S.f.) Por
eso, apenas terminada la guerra “con una
admirable capacidad de comprensión, toda la sociedad anglófila, la prensa, los
partidos políticos de la “multipartidaria” (que olfateaban las lecciones), los
intelectuales europeizantes, en suma, toda esa parte de la sociedad argentina
que se había formado en los últimos cien años a la sombra de Europa, respiraron
con satisfacción apenas velada. Nadie quiso hablar más de la guerra. Todo el
mundo quería hablar de la “postguerra”. La canalla de los vendepatria quería
tapar cuanto antes la batalla de las Malvinas”. (Ramos, 1982: 210-211)
Para enmarcar la reivindicación
soberana sobre Malvinas tomamos a Juan José Hernández Arregui que no nos
permite caer en equívocos en relación al nacionalismo.
El autor de “la formación de la conciencia nacional” pone de relevancia la
distinción del nacionalismo de un país
opresor en relación al que pregona un país
oprimido. Mientras el primero es un nacionalismo expansivo que “constreñido”
por sus fronteras nacionales procura avanzar sobre las mismas ya sea de forma
directa y/o indirecta avallando la soberanía de los pueblos, es el nacionalismo
de las potencias coloniales o imperiales. Por el contrario, el segundo
nacionalismo, el de los países coloniales o semi-coloniales, es un nacionalismo
defensivo, procura defenderse ante el avasallamiento de su soberanía nacional
por el colonialismo y/o el imperialismo. Levanta banderas nacionales ante la
opresión extranjera. En palabras de Arregui: “hay un nacionalismo defensivo de los pueblos débiles y un nacionalismo
expansivo o que tiende a él”. (Hernández Arregui, 2004: 63) En este
sentido, claramente Inglaterra se desenvuelve como nacionalismo opresor y
nosotros reivindicamos el nacionalismo desde un país oprimido. Equivocar uno
con el otro es sumamente pernicioso en términos históricos y políticos,
desorientación que aparece en la desmalvinización.
De esta forma, cualquier esquema de
análisis de un enfrentamiento entre naciones de este tipo debe comenzar por
esta distinción, y si se precia de un contenido de reivindicación nacional
deberá tomar posición claramente por la defensa de lo nacional ante el avance
colonizador en la forma que sea. Este es el enfrentamiento principal que no
podemos soslayar en un análisis Debemos destacar también que toda guerra anti-colonial se hace,
al menos en principio, en inferioridad de condiciones por las características
de los países que se enfrentan.
Por su
parte tomamos nuevamente a Scalabrini Ortíz quien sostiene que Gran Bretaña
tuvo con la Argentina una política con dos caras: la visible y la invisible.
De esta forma, “la voluntad de mando de
la política sudamericana derivaría por dos cauces: uno visible, impetuoso,
apasionado, muy florecido de grande palabras y bellas declaraciones, otro
(invisible) secreto, cauteloso, de connivencias personales y pactos musitados
más que dichos”. (Scalabrini Ortiz, 2001: 113) La primera consiste en las
declaraciones de amistad, el reconocimiento de nuestra independencia, las
supuestas ayudas, todo adornado de bellas palabras en las cuales los ingleses
no tienen ningún otro interés que el de cooperar con nuestro país. Ahora bien,
esa claramente no es la política que se impone, la real es la que denomina
invisible. Esta última consiste en que Gran Bretaña va a procurar una vez
emancipados nuestros territorios ejercer una dominación indirecta sobre nuestra
patria, colonizando la estructura económica y haciendo que la misma responda a
su interés, logrando que nuestra riqueza drene al extranjero y manteniéndonos
en el “primitivismo agropecuario”. Al mismo tiempo que apuntalar un proceso de balcanización en Nuestra América que
impida la posibilidad de realización de la Patria
Grande. En fin, obturando nuestra posibilidad de ser realmente
independientes. Complementariamente a esto, Marcelo Gullo afirma certeramente
que “Malvinas fue el rostro visible de la
ocupación invisible de Gran Bretaña en la Argentina y en América Latina”. (Gullo.
En AA. VV., 2011b: 23)
Ahora bien, si como afirma Hernández
Arregui “la conciencia nacional es la
lucha del pueblo argentino por su
liberación. En este sentido el interés por la historia es la conciencia
de la libertad como necesidad. Esta conciencia es colectiva pese a que sus formulaciones
conscientes surjan de mentes individuales” (Hernández Arregui, 2004b: 43),
la Causa Malvinas aparece como un jalón en la conformación de la misma, de ahí
también la necesidad de revisar su historia pero no desde cualquier punto de
vista, menos aún claro desde el colonial, sino que se debe hacerse en función
del fortalecimiento de la misma y de la
liberación.
Las potencias imperialistas se valen
de la superestructura cultural de colonización pedagógica, para reforzar la
conciencia falsa de lo que somos, y desarticular las fuerzas defensivas para la
liberación de las ataduras que nos impiden el desarrollo pleno como nación.
(Hernández Arregui, 1973) Asimismo, coincidimos con Fermín Chávez que considera
que el quiebre de los hábitos que impone la colonización
pedagógica, mayormente viene de la mano de la experiencia vivencial, más
concretamente de la práctica política. Esto pensamos aparece claramente en el
caso Malvinas. (Chávez, 1994) Muchos compatriotas se “desayunaron” en el 82 que
la argentina no pertenecía a Europa, es más ésta nos despreciaba, sino a
Latinoamérica.
Esta
colonización pedagógica, como sabemos, disemina en todo el tejido social un
conjunto de zonceras, entre las cuáles Jauretche considera que civilización y barbarie es la madre de
todas las demás. Como sabemos, la definición de la civilización refiere a lo
ajeno: lo europeo, norteamericano, lo anglosajón, etc.; y lo bárbaro lo propio:
el indio, el negro, el gaucho, también la herencia española, etc. (Jauretche,
2004) Recordemos incluso que Sarmiento había dicho con respecto a la ocupación
colonial del 33: “Inglaterra se estaciona
en las Malvinas. Seamos francos; su invasión es útil a la civilización y al
progreso”. (Cit. en Galasso, 2011: 433) Así, como se verá, la desmalvinización
aparece totalmente penetrada por la lógica de la madre de todas las zonceras.
También podemos considerar que es otra de las hijas de aquella.
Hernández Arregui piensa que cuando
se produce el proceso de emancipación con respecto a España la clase dominante
Argentina va acercándose cada vez más a lo británico y lo francés (bastante
posteriormente también lo hará a los Estados Unidos), mientras que el pueblo
sigue “aferrado al suelo”, a la cultura nacional. Así, el enfrentamiento de dos
identidades que se van conformando recorre nuestra historia: la identidad
nacional, como identidad del pueblo argentino y latinoamericano, contra la
identidad de las clases dominantes, la oligarquía, ligada a las potencias
imperiales. Las clases dominantes poseen la superestructura cultural a partir
de la cual van a “penetrar” en su “forma de ver al mundo” a otros sectores
sociales, principalmente los medios, pues “la
anglofilia y la francofilia fueron la enfermedad sutil más difundida en las
costumbres, la cultura y la vida social argentina en los últimos cien años”. (Ramos,
1982: 194). El imperialismo penetra y rompe con la cultura nacional. Apunta a destruir el ser nacional, barrera defensiva contra el avance imperial.
Para su
accionar el imperialismo cuenta con la “pata interna”, la oligarquía que
conforma el país dependiente, aparece como aliada y agente de los intereses
extranjeros, es anti-nacional. Salvador Ferla considera que esa oligarquía fue
en la guerra de Malvinas “el sector más
reticente en respaldar la recuperación militar del archipiélago (…) que en
contraste con la reacción popular se mostraba desesperada por el deterioro de
la relación con los ingleses y norteamericano”. (Ferla, 1985: 53)
A partir de esto, observamos que en la
guerra de Malvinas nuestro país se enfrenta a Inglaterra (y a los Estados
Unidos[11]),
es decir combate contra las potencias que las clases dominantes (y otras
también a partir de la difusión), habían adoptado como aliados, y por qué no,
“amigos”. La “desmalvinización”, entre otras cuestiones, apunta a re-establecer
(¿y a pedir perdón?), esa relación “dañada”. Hay que “volver al mundo
civilizado”. El objetivo político es “deslegitimar
la guerra contra el imperialismo inglés por la vía de sembrar indignidad y
deshonra en todo lo que tenga que ver con Malvinas (…) impedir que esa
reivindicación (…) se convierta en una consigna que galvanice voluntades
opuestas a la entrega nacional”. (Cangiano, 2011: 2) La “desmalvinización”
entonces ligada a una operación de sometimiento con respecto a las potencias
que avanzan sobre Nuestra América, y sobre todo a partir de la implementación
de regímenes neoliberales que van a sembrar de “hambre y miseria”, como había
profetizado el Libertador Simón Bolívar, a nuestro continente en general, y a
la Argentina en particular. Por eso estas dos identidades que decía Arregui se
hacen presentes en la guerra, porque “mientras
el pueblo común sigue con todo su corazón la evolución de los acontecimientos,
los intelectuales, las clases “cultas”, los políticos, los banqueros, están
cavilosos. Temen al poderoso Occidente. Tiemblan al pensar en la pérdida de sus
preciosos contactos con las grandes potencias, de los que se envanecían hasta
no hace mucho tiempo”. (Ramos, 1982: 204)
En la “desmalvinización”, afirma
Fernando Cangiano (psicólogo y veterano de Malvinas), “el ex combatiente fue arrojado a una zona de invisibilidad social en
tanto sujeto con identidad propia y con un mensaje para transmitir. Pierde la
palabra de protagonista activo, solo se le permite describir el hambre y el
frío padecido en el terreno. Comenzó a cobrar forma la figura del chico de la
guerra”. (Cangiano, 2011: 1) Esta cuestión del “chico de la guerra” va a
calar profundo en amplios sectores de la sociedad. El que combatió por una
causa nacional pasa a ser considerado una víctima más de la última dictadura
cívico-militar genocida, “la
desmalvinización es una operación discursiva que hizo desaparecer al
combatiente y nos los devolvió transfigurado en víctima, en una sombra de sí
mismo, alguien que no tendría otra cosa para decir más que el relato de sus
padecimientos personales. (Cardozo. En AA. VV., 2011b: 200).
Resulta evidente, pero conviene
remarcarlo, los combatientes de Malvinas no fueron a las islas a defender
ninguna dictadura, sino nuestra soberanía sobre las Islas. En esta concepción
de los “chicos de la guerra” “se continúa subestimando la acción
de los combatientes que impidieron desembarcar y tomar posesión en tierra a los
británicos y a la OTAN por casi 3 semanas, que destruyeron o averiaron 31
buques y 45 aeronaves y que ocasionaron, según fuentes oficiales británicas, la
muerte de 255 agentes enemigos, hiriendo más de 700 de ellos”.
(Recalde, 2011: 1) En los últimos años incluso apareció en un documental
británico testimonios que indican la posibilidad que nuestro país hubiese
ganado la guerra (Bonasso, 2012; La Nación, 2012), sobre todo en relación a si
lograba resistir un tiempo más, y si algunas de las bombas caídas sobre buques
británicos hubiesen explotado (aquí también la “desmalvinización” hace mella
sosteniendo que no explotaban por deficiencias cuando no es así), y otras
circunstancias. incluso hay relatos e informes de británicos que afirman que
pensaron en rendirse ante la férrea posición de nuestros combatientes. Si bien
resulta contra-fáctico lo que llama la atención es la autodenigración de lo nacional que comentamos en relación a
nuestras “nulas posibilidades” de triunfo. Así como también "la
anglofilia va unida a la autodenigración, y estas manifestaciones de alienación
cultural están conectadas a los planteos económicos que nos asignan el rol de
factoría, y a la conducta de estos personajes de utilizar su influencia en los
factores de poder argentinos para servir intereses extranjeros”. (Ferla,
1985: 25)
Los asesinos de nuestros compatriotas
ya no parecieran ser los ingleses, ¡cómo van a ser ellos que son la
civilización!, sino los propios argentinos. Los culpables de los muertos no
serían los que viajaron catorce mil kilómetros, cometieron varios crímenes de
guerra (todos impunes), los que apretaron el gatillo o tiraron bombas contra
los nuestros, sino los que “decidieron” una “aventura loca”. No importa la
ocupación colonial, sino la dictadura. Un veterano de Malvinas escribió hace
poco tiempo con claridad en una carta: “nosotros,
la gran mayoría de los Veteranos de Guerra de Malvinas, no nos sentimos
víctimas de la dictadura, por el contrario estamos orgullosos de haber ido a
defender a la Patria. Fuimos a Malvinas por mandato popular con el uniforme de
San Martin a defender la Bandera de Belgrano, no fuimos pensando en Galtieri, y
fuimos a combatir contra un enemigo externo, el imperio y su aliado EE.UU.”. (Carta
Rubén Pablos. 2016)
Los crímenes de guerra como el del
Crucero General Belgrano son invisibilizados por el discurso “desmalvinizador”
según el cual se llega a afirmar que los británicos nos trataron mejor que los
argentinos. Julio Cardozo apunta que “por
esta razón, las posiciones desmalvinizadoras tiene enormes dificultades para
incorporar a su discurso palabras como héroe, sacrificio, Patria, coraje,
causa, América, imperio, coloniaje, saqueo. Son palabras que resultan
problemáticas porque la carga de sentido de la que son portadoras es
inconcebible desde el punto de vista “del loco”. Al evitar el carácter anti-colonial
del conflicto, la desmalvinización opta por un discurso de perspectiva
introvertida que pone acento en otro vocabulario: fuimos llevados, zapatillas,
estaqueo, hambre, frío, vergüenza, miedo”. (Cardozo. En AA. VV., 2011b:
200)
Rosana
Guber, que desde la academia intenta pensar la cuestión Malvinas lejos del
pensamiento y de las zonceras desmalvinizadoras, rara avis en dicho ámbito, argumenta que las preguntas realizadas a
los veteranos sobre las “penurias” de la guerra, del estilo ¿tuviste frío?, ¿hambre?,
evidencian una actitud de un adulto con respecto a un niño. Devuelve a los
veteranos a la condición de “chicos de la guerra”, no los deja “poner” como
“sujetos” con un discurso a pronunciar, los deja en la “minoría de edad”, al
mismo tiempo los transforma “en las
víctimas indefensas de sus superiores, no de los ingleses”. (Guber, 2012:
166) Lleva a transformar también entonces a la Causa nacional de Malvinas en
una “guerra absurda”.
Fernando Cangiano también pone en
cuestión la demonización de los oficiales y suboficiales, en tanto ciertas
caracterizaciones que los tienen como parte del “genocidio planificado” sobre
los soldados, una faceta más del terrorismo de estado. Los actos heroicos
aparecen limitados a la fuerza aérea. Hubo, desde ya, oficiales y suboficiales
que no “estuvieron a la altura de las circunstancias”, cometiendo aberraciones,
pero también hubo otros que si lo hicieron. En este sentido Cangiano afirma que
“existen innumerables testimonios de
soldados, suboficiales y soldados luchando codo a codo en el terreno contra las
tropas invasoras (no obstante) es
cierto que oficiales y suboficiales no estuvieron, en su mayoría, a la altura
de las circunstancias, pero no por las razones que se invocan. En efecto,
raramente cumplieron su rol de verdaderos líderes en el terreno, esclareciendo
a la tropa sobre la naturaleza del conflicto, el papel de Gran Bretaña en
nuestra historia, la lacra del colonialismo, la solidaridad latinoamericana, el
rol de Estados Unidos, etc.” (Cangiano, 2011: 6)
En el caso de la Fuerza Aérea que es
emblemático y prácticamente no se discute el heroísmo (tanto en muchas de las
crónicas argentinas como británicas), sí aparece otra idea que se hace fuerte
en relación al discurso desmalvinizador. La cuestión reside sobre todo en
vinculación a los “vuelos rasantes” que realizan nuestros pilotos para no ser
detectados por los radares, infligiéndole muchísimo daño a la fuerza naval del
enemigo (no obstante no estar preparada para una guerra aeronaval), incluso
llevándola (según el Ministerio de Defensa inglés), “al día más negro en la historia de la flota británica”[12].
A partir de este tipo de vuelo, y lo arriesgado de lo mismo, comenzó a circular
un discurso que los trata como kamikazes (fuerzas japonesas que se suicidaban
en los ataques, por diversas cuestiones que no vienen a cuenta aquí), la
intención de este “etiquetamiento” es quitarle racionalidad a nuestras fuerzas,
lo cual es conveniente al discurso desmalvinizador. Los pilotos argentinos si
bien sabían que podían encontrar la muerte en combate, lo aceptaban, pero no lo
buscaban, sus maniobras heroicas de combate, rozando los buques, tenían como
finalidad darle el mayor daño al
enemigo, para inmediatamente realizar “el escape”, y quedar disponible para dar
otra batalla. (Guber, 2016)
Otra idea que cala profundo en
amplios sectores sociales, es que la victoria en Malvinas llevaría a la
perpetuación de la dictadura genocida, por lo tanto la derrota significó el fin
de la misma. Un análisis simplista y equivocado, en tanto no tiene en cuenta
las múltiples causas de la caída de la misma (este tipo de análisis, no solo en
este caso, sino en los más diversos obturan la posibilidad de comprensión),
entre la que se destaca la rápida y férrea oposición de los trabajadores
argentinos. Esa visión suele venir “de la mano” a la que Alfonsín sería el
“padre de la democracia”, eclipsando en contraposición el liderazgo de quien
consideramos aquí más ligado al regreso del orden democrático, ligado a la
resistencia de los trabajadores que mencionamos, Saúl Ubaldini. Ahora bien,
aunque resulte contra-fáctico, no es descabellado hipotetizar que una victoria
en Malvinas llevaría a agigantar las contradicciones de la dictadura colonial:
¿cómo congeniar esa entrega con el fortalecimiento de la conciencia nacional y
anti-imperialista del pueblo argentino? Ese renacer de la conciencia nacional
es también lo que viene a romper la desmalvinización. En este sentido “la guerra de Malvinas debía ser eliminada como factor de movilización
popular para la lucha anti-imperialista. Era preciso despojarla de cualquier
vestigio de patriotismo y de heroísmo”. (Cangiano, 2011: 11)
Otro núcleo desmalvinizador es que la
dictadura “usó Malvinas” para llevar al pueblo argentino a una guerra “sin
sentido”. Se sabe a esta altura que el objetivo de la misma no era llegar a un
enfrentamiento sino que con la recuperación del territorio, abrir la negociación y retirarse. El Veterano
de Malvinas Rubén Moro anota que luego de cumplida la misión de recuperación de
la soberanía: “solo debía quedar en las
islas el gobernador designado y una pequeña fuerza militar para respaldar su
autoridad y acción de gobierno”. (Moro, 1985: 61) Esta última etapa del
plan trazado no se logra cumplir.
En relación a estos acontecimientos Virginia
Gamba afirma que “el hecho de que Gran
Bretaña hubiera colocado a las Malvinas en la lista de Descolonización y
tuviera el antecedente de un Memorándum de Entendimiento que proveía la
transferencia eventual a la Argentina en 1968, indicaba que era factible pensar
que Gran Bretaña cumpliría con su palabra si se la presionaba para que
negociara seriamente”.[13]
(Gamba, 1984: 87) Recordemos que la Operación Rosario[14]
tenía entre sus puntos no causar la muerte a ningún inglés, de modo de no llamar
al enfrentamiento armado, “el 2 de abril no fue ninguna
declaración de guerra, ni ninguna guerra comenzó aquel día. Por el contrario,
fue la potencia invasora la que no pudo soportar ni 1 día de negociaciones
pacíficas en condiciones adversas (sin tener ocupado militarmente el territorio
en disputa). De hecho, y el historiador oficial británico así lo prueba, la
decisión de despachar la Task Force se consumó el 31 de marzo. ¡Y la Argentina
había pacientemente negociado con las islas ocupadas durante 149 años!”. (Bernal, S.f.)
La presión de los intereses económicos británicos
también resulta fundamental para el estallido de la guerra. Vale destacar aquí
también que es Inglaterra quien se niega a una salida negociada antes de la
guerra, durante la misma (y, desde ya, después). Contextualizando el hecho,
recordemos que antes del conflicto Thatcher había decretado una fuerte
reducción de la flota británica: gran número de fragatas, destructores, el
buque HMS Endurance por ejemplo (incluso el porta aviones Invensible estaba ya vendido a Australia), etc.
En este marco actúan grupos de presión: Falkland
Island Company[15],
la British Antartic Survey y el Falkland Island Committee[16], que
apuntan a que no se logre una salida negociada, “la alianza con los intereses de la Armada Real Británica terminó
generando un pequeño, compacto y poderoso grupo de presión que no solo
mantendría el interés sino que trataría de exacerbar cualquier situación o
incidente para evitar, por las malas, que ellos mismos se quedaran sin su área
de interés y potencial mejora económica”[17].
(Gamba, 1984: 119) El Falkland Island Committee específicamente fue creado por
un influyente abogado William Hunter Christie en Londres en el año 1968
aspirando a consolidar al imperio británico en el Atlántico Sur.
El usurpador que ocupaba el puesto de Gobernador de
las Islas por entonces: Rex Hunt, se identifica con este grupo de presión. Estos
grupos de presión son exitosos en su tarea y determinantes en el curso de los
acontecimientos. Aquí también cumple un importante papel la prensa británica. Rubén
Moro sostiene que “poco (o nada) sabían
los ingleses acerca de unas islas “Falkland” en el Atlántico sur. Pero el hecho
de que un país de tercer orden hubiera osado desafiar al león británico era
algo que incitaba a su curiosidad (por un lado), y ala irascibilidad (por
otro)”. (Moro, 1985: 67)
Ramos
sostiene que las Fuerzas Armadas desde 1965 venían haciendo planes y realizando
ejercicios en torno a la recuperación de nuestro archipiélago. En 1982 se
produce la decisión política del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas, “fundaron su decisión en varias hipótesis,
todas erróneas”. (Ramos, 2006: 464) La dictadura genocida venía haciendo
planes, al menos, desde el año anterior (Rosana Guber sostiene desde diciembre
del 81 la idea toma fuerza y para el 30 de marzo las fuerzas para el desembarco
ya estaban reclutadas –Guber, 2012-). Esto da “por tierra” la idea también
vinculada a la tergiversación de los hechos que impone la desmalvinización que
pretende ligar el acto de fijar soberanía en las Islas el 2 de abril, con la
feroz represión sobre el movimiento obrero organizado de pocos días antes. Vale
mencionar aquí entonces también que el movimiento obrero organizado, con Saúl
Ubaldini a la cabeza, apoya fuertemente la recuperación de las islas. Tradición
que sigue hasta el día de hoy en muchos sindicatos de nuestro país.
La cuestión es que la recuperación de
la soberanía causó una oleada popular de apoyo a ese acto soberano, más nunca a
la dictadura. Los testimonios de la plaza que vitoreaba la recuperación de las
islas, pero condenaba a la dictadura dan cuenta de esto. Enrique Manson cuenta
sobre la manifestación de apoyo del pueblo argentino a la recuperación de la
soberanía, haciendo hincapié en esta distinción que realizaba gran parte del
mismo en relación al apoyo de la gesta soberana, de repudio a la dictadura y a
sus personeros pro-imperialistas. Así además de los clásicos “el que no salta es un inglés”, “Patria sí,
colonia no”, de los aplausos a las referencias a las Malvinas, y los
abucheos cuando se hablaba del “proceso”, se escuchaban expresiones como “Aserrín, aserrán, que se vaya Alemann”,
“Levadura, levadura, apoyamos las Malvinas pero no la dictadura” (…) “Galtieri,
Galtieri, prestá mucha atención, Malvinas Argentinas y el pueblo es de Perón”. (Manson,
2010: 83)
Circula
también la idea que lo combatientes fueron obligados a ir a la guerra,
falsificando la historia. En relación a esto, el corresponsal de guerra Nicolás
Kasanzew cuenta hace poco tiempo en una entrevista al portal Infobae que “200.000 civiles se anotaron como
voluntarios para ir a defender nuestra soberanía en Malvinas. Se anotaron
pilotos civiles que decían que querían ir a estrellarse contra la flota inglesa
con sus avioncitos, se anotaban lisiados con sus sillas de ruedas, se anotaban
personas mayores como mi maestro scout, que tenía 73 años, voluntario número 17
que hubiera hecho un muy buen papel”. (Entrevista Kasanzew. 2017)
A partir de este punto Cangiano
sostiene que “en rigor de verdad, no fue
la dictadura la que empujó al pueblo argentino a la guerra, sino exactamente al
revés (…) ¿cómo alguien podría pensar seriamente que una dictadura apadrinada
por Estados unidos que tenía en su
gabinete a personalidades como Roberto Aleman y Costa Méndez podría tener
intenciones serias de hacerle la guerra a Gran Bretaña?”. (Cangiano, 2011:
10) Federico Bernal en el mismo sentido afirma que los mandos de la dictadura “nunca quisieron librar una guerra, menos
una colonial”. (Bernal, S.f.) Por su parte Jorge Abelardo Ramos
contextualiza en la historia esa actitud al sostener que “el alto mando argentino no quiso luchar a fondo ni en todos los
terrenos, porque como todas las instituciones de la sociedad anglófila había
sido educado en el respeto reverencial hacia el Occidente colonialista”. (Ramos,
1982: 183)
Recordemos que estas fuerzas armadas,
desde el ‘55 (claro con el breve interregno del tercer gobierno peronista), y
más aún con la adopción de la Doctrina de Seguridad Nacional con el cambio del
“enemigo externo” al “interno”, y el envío a la Escuela de las Américas para el
adoctrinamiento, estaban en una posición claramente colonial, pero ahora se
enfrentaban paradójicamente a los que los habían adoctrinado. Ahora bien, Aritz
Recalde destaca que “no es frecuente
escuchar entre tanta “mea culpa por el atrevimiento argentino”, de que los
ingleses mataron, torturaron y constituyeron crímenes de guerra hundiendo al
General Belgrano en la zona de exclusión (…) La severidad para cuestionar a los
mandos argentinos, no se aplica para criticar las atrocidades de los ingleses
en los fusilamientos a soldados y poco se dice de los maltratos que recibieron
de los colonialistas y que por ejemplo, los enviaban a sacar minas que
explotaban el camino”. (Recalde, 2011: 2)
El
fortalecimiento de la conciencia nacional es más bien nacional-latinoamericana,
en línea con la historia, tradición e identidad de nuestro pueblo, “en esas jornadas los argentinos nos
volvimos latinoamericanos, abandonamos nuestros aires de europeos exiliados,
dejamos de pensar que solamente veníamos de los barcos y descubrimos que
también veníamos de la cruza de indios y españoles y de esa forja de miles de
razas que constituyó al ser nacional argentino”. (Baraibar. En AA. VV.,
2011b: 93)
La solidaridad de Nuestra América es enorme,
demostrando que somos una gran nación inconclusa. Es conocido que Fidel Castro
se entrevistó con Nicanor Costa Méndez en las antípodas ideológicas, lo que no
obturó la posibilidad que el líder de la revolución cubana, que batalló largos
años contra el imperialismo, considerara la guerra de Malvinas como una lucha
contra el colonialismo. Como no podía ser de otra forma, Fidel Castro entendía
que el imperialismo anglo-norteamericano era el enemigo principal. El mismo
envía una carta a los países no alineados donde afirma que Malvinas es “una guerra colonial, que por su carácter y
evolución las potencias imperialistas tratan de convertir en una lección para
todos los países del Tercer Mundo que, no importa cuál sea su régimen político
o social, defiendan su soberanía e integridad territorial (…) apelo a Usted
para que efectúe las gestiones que considere prudente para detener la inminente
agresión anglo-norteamericana contra el pueblo argentino”, y en una
entrevista a un periódico sostiene que la lucha anti-imperialista en Malvinas “ha creado un sentimiento nacionalista, un
patriotismo latinoamericano que nunca antes hemos sentido tan intensamente.
Hemos sentido la causa argentina como nuestra causa. Hemos sufrido los muertos
argentinos como propios. La victoria argentina es nuestra victoria. La derrota
argentina sería nuestra derrota”. (Castro. Cit. en Bardini. En AA. VV.,
2011b: 104-106)
El caso de Nicaragua también es
emblemático, pues la Revolución Sandinista que había sido combatida por
Galtieri y compañía (la Argentina había mandado centenares de instructores
militares para ayudar a la invasión yanqui a este país, y también a El
Salvador), también presta apoyo a nuestro país, y su Ministro del Interior
Tomás Borge señala que “es intolerable
que una potencia extra-continental, una potencia europea, agreda a un país de
América Latina”. (Borge. Cit. en Bardini. En AA. VV., 2011b: 105) El
Canciller panameño, cuyo accionar es enorme, también criticó “la demencia política inglesa y la
consecuente miopía norteamericana”. (Illueca. Ibídem) Panamá también vota en contra de la resolución 502 de la
ONU que exigía retirar de nuestro territorio las fuerzas militares. El
presidente peruano Fernando Belaúnde Terry se solidarizó con
nuestro país y se comprometió fuertemente por ejemplo dándonos aviones de
combate Mirage y pilotos de guerra. Recordemos también los esfuerzos del mismo
en su mediación que cuando avanzaba se rompe por el crimen de guerra más grave
de los cometidos por Gran Bretaña: el hundimiento del Belgrano[18]. El
Embajador venezolano Jorge Dager ofrece también ayuda militar. (Baraibar,
2015. Manson, 2010) La guerra revive el espíritu sanmartiniano y bolivariano. Podemos
pensar en que seguramente muy diferente hubiese sido la historia aceptaban
estos apoyos nuestroamericanos. El apoyo no es solo de América Latina, sino del
Tercer Mundo en general, de países como Libia con Muamar el Gadafi a la cabeza.
Cuando rompamos la visión colonial de nuestro pasado,
cuando dejemos de “pedir permiso” al “mundo civilizado” para crear ideas
nacionales, estos hechos tendrán el reconocimiento que se merecen y las nuevas
generaciones dejarán de esperar la ayuda de los colonizadores, y estrecharán
mayores lazos con la Patria Grande, rompiendo con la xenofobia y el racismo
impuestos por la colonización pedagógica y comprenderán que somos una Patria
común.
La segunda zoncera que Jauretche
escribe en su manual es referida a la geografía. Postulada por Sarmiento
entiende que “el mal que aqueja a la
Argentina es la extensión”, de ahí también podemos pensar que esa zoncera
se instala en la mente de la oligarquía, y también a partir de su difusión,
sobre todo en los sectores medios. Podemos pensar Malvinas desde ahí, en tanto
la causa nacional de pelear por un territorio parece ilógica, es decir, se hace
presente ese desprecio por el territorio nacional característico de la
oligarquía que pretendió construir Europa en América, y miró el país con
desprecio desde Buenos Aires. En este marco también aparece la pregunta que se
realiza Recalde acerca del por qué varios sectores que consideran un “absurdo”
la lucha en las Malvinas, una causa nacional, apoyan las intervenciones armadas
por otras causas como el liberalismo económico o el socialismo, y también se
pregunta el por qué algunos consideran absolutamente censurable que jóvenes
hayan ido a combatir por la Patria, y no piensen igual en relación a los miles
de jóvenes que dejaron sus vidas por otras causas en nuestro país o en otros
más lejanos. (Recalde, 2016)
Otro pilar del pensamiento nacional
nos ayuda a pensar Malvinas. Nos referimos a FORJA, agrupación que realiza
quizás la primera denuncia sistemática y profunda del accionar del imperialismo
británico en nuestras tierras y que tenía absolutamente presente la cuestión
Malvinas, por ejemplo recordando
repudiando los días 3 de enero el aniversario de la ocupación británica.
FORJA considera que las Malvinas son la manifestación más evidente del accionar
del imperialismo británico en nuestro país, y hace un llamado para la
recuperación de las mismas a lograr fijar soberanía en la estructura económica,
nacionalizando los ferrocarriles, las fuentes de energía, los puertos, las
tierras extranjerizadas, etc. porque estas son “otras Malvinas”, es decir son
otros instrumentos de opresión sobre nuestra nación, y de saqueo colonial sobre
la misma. Cuestión para pensar y sostener hoy también. En un volante
manifiestan que “las Islas Malvinas son
la expresión geográfica de la dominación inglesa sobre la Argentina (…) La
conciencia argentina debe agitarse permanentemente en reafirmación de la
voluntad nacional de recuperar las Malvinas”. (Volante FORJA, 1938. Cit.
Godoy, 2015: 264) La idea del forjismo es que la reivindicación de Malvinas, la
puesta en evidencia de esa opresión colonial sea el puntal para la
reconstrucción y fortalecimiento de la conciencia
nacional. En el mismo sentido, años más tarde, “el colorado” Ramos afirma
que “la descolonización no pasa por las
Malvinas. Deberá pasar por la cultura, la argentinización del Estado, la fusión
con América Latina, la eliminación de la oligarquía europeizante y la
re-educación de la alta clase media seudo-culta, no menos europeizante”. (Ramos,
1982: 211)
- Últimas
reflexiones
“queremos ver una (bandera)
sobre tus piedras, clavada. Para llenarte de criollos. Para curtirte la cara
hasta que logres el gesto tradicional de la Patria”. (Atahualpa
Yupanqui)
El país
semi-colonial se corresponde con un modo de pensar
a contrapelo de la Patria. Pensar en
nacional es romper con la mentalidad colonial. Es la ruptura de
civilización y barbarie, pensar desde nuestra propia realidad, nuestras
categorías, desechando las zonceras adquiridas en la colonización pedagógica.
Es pensar en los intereses nacionales, es decir, los del pueblo. Y en este
pensar en nacional aparece como fundamental la ruptura del orden semi-colonial,
la dependencia. John William Cooke considera que “todo planteo para la lucha debe partir del conocimiento de nuestra
situación de país semi-colonial, integrante de un continente semi-colonial”.
(Cooke, 2009: 175) En fin plantea la
existencia de una cuestión nacional
irresuelta, al mismo tiempo a la Argentina como parte de una gran nación inconclusa. Eso claramente
no lo tenían en claro los mandos de la dictadura genocida, cuyo proyecto fue el
de anudar los lazos de la dependencia.
Otro rasgo del pensamiento colonial que se hace presente en la desmalvinización es
la imposibilidad que la Argentina tome sus propias decisiones sin la influencia
norteamericana, rusa, o europea. (Ramos, 1982) El pensamiento colonial nos
enseña a mirarnos como “ciudadanos de segunda”, enseña la autodenigración de lo propio, y a mirarnos en el espejo equivocado
que nos devuelve una imagen deformada de los que somos, “América Latina era solo un reseco mito escolar. Éramos europeos, y no
criollos o mestizos. Se miraba a la América Latina de Bolívar por encima del
hombro. Pero en realidad, no éramos europeos. Europa nos despreciaba (…) las
tierras huérfanas del lejano Sur nos han devuelto al Norte, hacia la América
Criolla (…) El pueblo argentino cuenta con un solo aliado real: el pueblo
latinoamericano”. (Ramos, 1982: 194-195)
En los
países semi-coloniales como la Argentina (vale resaltar con una parte de su
territorio sí colonizado directamente), la dominación se asegura por la
colonización pedagógica. Esta colonización pedagógica impide la conformación de
una conciencia nacional, un pensar en nacional, así no podemos
arbitrar soluciones desde nuestros criterios a nuestras problemáticas.
(Jauretche, 2004b) De esta forma, si bien en Malvinas la dominación se asegura
por las armas (como en todas colonias), la colonización pedagógica no deja de
cumplir un rol importante en tanto la desmalvinización que analizamos aquí, que
directamente impide la posibilidad de siquiera “pensar” en la posibilidad de
recuperar las islas irredentas.
Jauretche
habla de la falsificación de la historia
por parte de la oligarquía argentina, no en tanto falsedad sino en relación a
la pretensión de ser el único relato posible sobre los hechos históricos,
cuando justamente la historia oficial-liberal es la historia de la oligarquía
argentina, por eso Don Arturo llama a revisarla desde “otro punto de vista”,
desde la perspectiva del pueblo argentino, ya que “no hay política nacional sin historia revisada, porque el cipayo y el
vende patria son consecuencias lógicas y hasta prestigiosas en una historia que
ha condenado la política nacional y glorificado la sumisión al extranjero”
(Jauretche, 2008: 84). Con Malvinas la falsificación se manifiesta crudamente,
muchos “compran” el discurso desmalvinizador, que pretende ser el único, cuando
en realidad es la historia contada desde el “punto de vista” colonial, en fin
“compramos” el relato inglés.
Las
limitaciones de la conducción militar, formada en la tradición mitrista y
antipopular de las Fuerzas Armadas, más que en la línea nacional sanmartiniana
queda en evidencia al no avanzar en otros campos, pues “a la acción militar, corresponde realizar una acción simultánea en el
plano político, cultural y económico que complemente la gran batalla de las
Malvinas y movilice el espíritu nacional, sin cuyo concurso no hay guerra que
pueda ganarse”. (Ramos, 1982: 185) La confiscación y/o nacionalización de
las empresas británicas, como asimismo de los bancos, y desde ya el no pago de
la deuda externa, la expropiación de las grandes extensiones de tierras en
manos británicas (calculadas entonces en más de 700 mil hectáreas), el
reemplazo de ciertos ministros ligados estrechamente a los intereses
extranjeros como Roberto Alemann, la expulsión de los súbditos ingleses
destacados de nuestro país, la clausura de las instituciones culturales
británicas en nuestro suelo, la interrupción del tráfico aéreo desde y hacia el
país colonialista, etc.[19]
Romper
con el esquema de pensamiento colonial aparece como fundamental para derribar
la desmalvinización, así nos reencontraremos con los héroes. Romper con la
desmalvinización es avanzar enormemente en la ruptura del aparato cultural
colonial. Pensar nuestras problemáticas a partir de un criterio propio, en fin,
pensar en nacional nos permite reencontrarnos y revalorizar la gesta heroica de
Malvinas, puntal donde reconstruir la conciencia nacional-latinoamericana
dañada por las potencias imperialistas de modo de adormecer el reclamo de la
soberanía nacional mancillada. Pero ese adormecimiento del gigante malvinero es
solo aparente, porque la Causa Malvinas permanece viva en las tradiciones
populares y viene creciendo por abajo, como una semilla, y de la mano de la
ruptura de la dependencia y la emancipación integral como nación, la bandera de
la Patria volverá a flamear en el territorio arrebatado.
*
El autor es Licenciado en Sociología (UBA). Magister en Metodología de la
Investigación (UNLa). Docente universitario.
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[1] Aquí aparece la falacia, y la “doble vara”, pues mientras los ríos de
los países atacantes son de su exclusiva soberanía, se considera que los de los
países débiles son de libre navegación. De ahí que Arturo Jauretche considera
en este marco a la libre navegación de los ríos interiores como una zoncera
donde se presenta el fracaso, o la derrota como victoria. De esta forma,
mientras nosotros presentamos la prohibición de la libre navegación de nuestros
ríos como una derrota (como el caso del triunfo diplomático de Rosas), las
potencias coloniales la cuentan entre sus victorias, (como en el caso de la
Guerra de la Triple infamia contra el Paraguay). (Jauretche, 2004)
[2] Se trata de 5 mil patacones que eran girados por el arreglo Falconnet.
(Rosa, 1979)
[3] El Libertador José de San Martín le ofrece a Rosas sus servicios, que
aunque sostiene que “serían inútiles, sin
embargo demostrarían que en la injustísima agresión y abuso de la fuerza de la
Inglaterra y la Francia contra nuestro país, éste tenía aún un viejo defensor
de la honra e independencia”. Y cuando Guido le comenta la fuerte y
patriótica defensa en Obligado le contesta: “Ya
sabía la acción de Obligado; ¡qué iniquidad! De todos modos los interventores
habrán viso por este échantillon que los argentinos no son empanadas que se
comen sin más trabajo que abrir la boca. A un tal proceder no nos queda otro
partido que el de no mirar el porvenir y cumplir con el deber de hombres
libres, sea cual fuere la suerte que nos depare el destino, que en íntima
convicción no sería un momento dudosa en nuestro favor si todos los argentinos
se persuadiesen del deshonor que recaerá sobre nuestra patria si las naciones
europeas triunfan en esta contienda, que en mi opinión es de tanta
trascendencia como la de nuestra emancipación de la España”. (cit. Rosa,
1979: 216) Recordemos también que el Libertador le lega el sable que lo
acompañó en las luchas por la emancipación a Juan Manuel de Rosas por la
defensa de la soberanía nacional.
[4] En relación a Malvinas y también a la Antártida Perón les da un lugar
primordial, con un despliegue de políticas concretas que apuntan a reivindicar
la soberanía nacional, que no desarrollamos aquí por una cuestión de espacio,
no obstante recordamos en vinculación a la conciencia nacional en relación a
las Islas que por ejemplo durante el peronismo, más específicamente el 17 de mayo de 1954, el Ministerio de Educación
fija una “Semana de las islas Malvinas y
la Antártida” que se celebra entre el 10 y el 16 de junio. En el calendario
escolar queda fijada con la inscripción “Las
Malvinas son Argentinas”. (Muñoz Azpiri, 1966) Margaret Thatcher dirá
cuando la guerra en relación al peronismo que “la culpa de esta guerra la tiene Perón, porque le metió a los
argentinos en la cabeza que las “falkland’s son argentinas”. (Thatcher.
Cit. Labaké, 2016: 210) Más allá de lo que diga la criminal Thatcher, que las
Malvinas más allá de cualquier aspecto son Argentinas y que las causas de la
guerra responden principalmente al interés británico como vimos a lo largo del
texto, habría que analizar cuánto del estallido popular por la recuperación de
las Islas en abril del 82 se le debe a este tipo de políticas de malvinización.
Generaciones de compatriotas que van dando cuenta de la ocupación, la lesión de
la soberanía, y necesidad de recuperación de nuestro territorio.
[5] Juan Aguirre Lanari argumenta que si no hubiera sido Gomes el
descubridor sería Francisco de Camargo quien las cita en su libro de bitácora
en 1539, aun mucho antes que las avistaran Francis Drake y Willlian Cavendish.
(Lanari. Rep. en Muñoz Azpiri, 1966. T III)
[6] En el caso de las controversias entre Inglaterra y España, José Luis
Muñoz Azpiri, documenta las primeras tres: la primera de 1748 a raíz que George
Anson en una publicación sugiere que Inglaterra debiera proveerse de un
fondeadero en el archipiélago. La segunda, en 1767 con motivo de la ocupación
de 1764 de la Bahía de Anunciación. Por último, la tercera en 1770-71 por la
toma de las islas por los británicos en 1765. No obstante, finalmente “Inglaterra reconoce el derecho español a
las islas. Es el primer gran testimonio con que contamos para fundamentar los
títulos argentinos”. (Muñoz Azpiri, 1966: 54) El título de posesión de las
islas de España venía de una bula papal, de los tratados internacionales
firmados, y también de la continuidad con el continente.
[7] Las instrucciones indicaban “nunca
se rendirá a fuerzas superiores sin cubrirse de gloria en su gallarda
resistencia (…) el Comandante de la “Sarandí” no podrá retirarse de las islas
Malvinas mientras no le fuere orden competente para efectuarlo”. (Cit.
Muñoz Azpiri, 1966: 101) Pinedo es juzgado con penas muy leves, suspensión de
cuatro meses y prohibición de estar al mando de buques. No obstante en 1834 es
reincorporado a la Marina. Hay que tener en cuenta para comprender la gravedad
que, como cuenta Muñoz Azpiri al año de fallecer el muy longevo Pinedo “Tomas Bayard comunicó al Ministro argentino
en Washington, Vicente Quesada, que el jefe argentino en las Malvinas no había
ofrecido resistencia al pretendido usurpador, lo cual significaba en lenguaje
diplomático que no consideraba tierra suya el suelo que pisaba. un solo
cañonazo de la “Sarandí” hubiese disipado este equívoco (…) el proceso (contra
Pinedo), reproduce acusaciones contra el
inculpado de este tipo: “haber entregado” las Malvinas; “permitir
ignominiosamente arriar el pabellón de la República” (…) Este vocabulario
madrigalesco desmiento la imputación de Bayard”. (Muñoz Azpiri, 1966: 103)
También desmiente la acusación las instrucciones y demás que llevaba Pinedo,
donde queda claro sabía era tierra nacional.
[8] El Dictamen de la Academia Nacional de Historia es del año 1966, y es
reproducido en Muñoz Azpiri, 1966: 567-569.
[9] Se piensa, aunque no hay pruebas documentales finales, que luego de
ser juzgado en Gran Bretaña, y liberado, vuelve al Plata y muere combatiendo
por la soberanía nacional en Obligado.
[10] Vale recordar que durante su segunda Gobernación Juan Manuel de Rosas
hace una consulta a Gran Bretaña, a través de Manuel Moreno, acerca de la
posibilidad de “canjear” la deuda con la banca Baring Brothers (que venía de la
época del pro-británico Rivadavia), por las Malvinas. A pesar que la
historiografía anti-rosista quiso ver esto como una muestra de “falta de
patriotismo” de Rosas, la intención es obtener un reconocimiento de nuestra
soberanía, y luego no llegar al acuerdo, pues nadie podría “vender” lo que no
es suyo. (Galasso, 2008)
[11] Virginia Gamba documenta la importancia del apoyo de Estados Unidos a
Inglaterra en la guerra, como asimismo la búsqueda por parte de ésta del apoyo
estadounidense evidenciada a través de las palabras de su embajador en la Casa
Blanca: Henderson, quien reitera en varias ocasiones el miedo real a que
Malvinas sea “un segundo Suez”. (Gamba, 1984) Rubén Moro por su parte afirma,
acerca del “error de cálculo” de la dictadura en relación al papel de Estados
Unidos que para cualquier conocedor de la
historia de las relaciones entre los Estados unidos y la República Argentina,
no podía haber dudas respecto a cuál habría de ser la reacción del gran país
del Norte ante el conflicto. razones
históricas, etnológicas, religiosas y políticas hacían previsible que a la hora
de las decisiones los antiguos aliados de las dos guerras mundiales y
sostenedores de la Alianza Atlántica, habían de estar unidos”. (Moro, 1985:
69)
[12] Desde hacía cuatro décadas que ningún barco de guerra británico se
había perdido por un ataque enemigo. Recordemos que entre las bajas a la Royal Navy está el HSM Sheffield de 4100 toneladas por el impacto de un misil Exocet.
(Manson, 2010)
[13] En 1946 el Reino Unido presenta ante la ONU, en respuesta al pedido
del organismo, un listado de 43 territorios que se comprometía a descolonizar,
entre ellos las Islas Malvinas. (Moro, 1985)
[14] El nombre viene en referencia a lo que mencionamos de Liniers con la
Virgen de Rosario cuando la invasión británica al Plata.
[15] Se trata de una compañía que monopoliza el comercio de las Islas.
[16] Este grupo de presión fue creado por un influyente abogado William
Hunter Christie en Londres en el año 1968 aspirando a consolidar al imperio
británico en el Atlántico Sur,
[17] En este contexto también es aprovechado por los grupos de presión para
hacer lobby, el viaje de una compañía argentina a las Georgias del Sur en 1981
que como se sabe había sido autorizado por Gran Bretaña y existía un contrato
formal firmado. (Gamba, 1984)
[18] La cuestión de este crimen de guerra atroz donde pierden la vida 321
compatriotas es profundamente tratado en Baccaro, Pablo. (2013). Fuego 6, 1, 2. El hundimiento del Belgrano:
el hecho y la ley de la guerra. Buenos Aires: EDUNLa.
[19] Quizás habría que pensar si para salir de la quietud en que está la
Causa Malvinas y nuestras posibilidades de volver a plantar bandera sobre el
territorio si este tipo de estrategias podrían ayudar a eso, además de volver
más costosa la mantención del territorio colonial para los ocupantes ilegales
de las Islas. Y desde ya continuar la profundización de los lazos
latinoamericanos, reconstruir el estado, desarrollar la industria, recuperar
las fuerzas armadas, reinsertándolas en la senda sanmartiniana y de sus
orígenes de lucha contra el colonialismo británico, para el pueblo y la nación.
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