Por Juan Godoy (Sociólogo, UBA)
“La derrota de un proyecto de país liberado, con
justicia social, con soberanía política y con independencia económica se va a
ir revirtiendo en la medida que seamos capaces de construir desde nosotros
mismos ese mundo solidario, más justo, más fraterno, más igualitario que
soñamos y por el cual luchamos”.
Envar El Kadri
El 1º de Mayo de 1941 se conmemoraba
el día del trabajador, nuestro país transitaba lo que serían los últimos años
de la década infame, ese día en la provincia de Córdoba que al menos los
primeros años había quedado en cierto sentido distanciada de la infamia de esa
época, en Río Cuarto nace Envar El Kadri que va a dedicar toda su vida a la
lucha por la liberación nacional, los trabajadores, los humildes de la Patria.
El Kadri tiene una profunda
formación política e intelectual (Ana Lorenzo comenta que era un ávido lector,
pero que no hacía alarde de ello), lo que le permite articular virtuosamente la
teoría y la praxis, en tanto lo entiende John William Cooke cuando afirma que “la teoría es necesaria (…) los burócratas
creen que la política es puro pragmatismo, y como ellos son los empíricos por
excelencia, también se creen los más altos políticos; la teoría es extraña o
exótica, como dicen repitiendo las consignas oligárquicas. No ven que la acción
y la práctica no son categorías independientes sino partes indivisibles de la
lucha revolucionaria. No ven que la acción es conocimiento revolucionario que
se sustenta a sí mismo, separado de la acción. La lucha revolucionaria es
acción enriquecida por el conocimiento; compenetración de la realidad”.
(Cooke, 2009: 72) En esa formación tiene relación con pensadores nacionales,
militantes políticos y gremiales centrales de nuestra historia reciente de los
cuales se nutre. Entre otros podemos nombrar a José María “Pepe” Rosa, Fermín
Chávez, el mismo “Bebe” Cooke, Arturo Jauretche, Raúl Scalabrini Ortíz, a los
sindicalistas Jorge Di Pascuale, Alfredo Ferraresi de Farmacia o a Sebastián
Borro del gremio de la carne con quien participa de la histórica toma del
Frigorífico Lisandro de la Torre en el barrio de Mataderos.
También tiene una formación en el
ejército, lo cual le permite, a partir de una frase de su padre en el ingreso: “hijo, quiero que vos seas como San Martín,
tomá ese ejemplo”, conocer la tradición sanmartiniana, las diferentes
vertientes de las Fuerzas Armadas y no “caer” en el anti-militarismo abstracto.
Recibido de Cadete, ingresa al Liceo Militar, donde se niega a quemar los
libros peronistas. Allí también observa como son expulsados los peronistas de
la fuerza. Su padre había sido funcionario de la revolución del 43, y más aún
sus abuelos y tíos eran peronistas, en fin la tradición familiar lo lleva a
adscribir tempranamente al peronismo. Recordemos que también participa del
levantamiento, fracasado, del General Iñíguez en 1960. Hasta ahí, cuenta, se
pensaba que si Perón había sido derrocado por un golpe de estado, volvería por
la misma vía.
Apenas producido el golpe de estado del
55 que deja inconclusa la revolución nacional, El Kadri rápidamente pasa a las
filas de la resistencia peronista. Tiempos de tiza y carbón, flores de no me
olvides, sabotaje, gritos peronistas en la madrugada, huelgas, cocinas, bombas
caseras, y demás formas de enfrentar a la restauración oligárquica. Es de los
primeros que comienzan a pensar formas de combatir al gobierno ilegal y luchar
por los derechos del pueblo argentino, y el regreso de Juan Perón. Reparte el
periódico Palabra Argentina, más tarde edita mimeografiado Trinchera que tiraba
500 ejemplares y mayormente lo distribuían en los sindicatos. Esos primeros
años son desordenados, pero con el correr del tiempo se va dando organicidad a
la resistencia para ser más efectivos e implacables.
Como sabemos, ni bien asume Frondizi
va virando su programa de gobierno hacia un plan de ajuste (pactado con el FMI),
sobre los trabajadores y represión. En esta última se encuentra el Plan
CONINTES para afianzar la persecución y el encarcelamiento. Se cuentan por
miles los trabajadores, militantes, sindicalistas, etc. que pagan con la cárcel
su patriotismo, entre ellos está El Kadri, que va a pasar tres años tras las
rejas (1960-63). No será la última vez.
La experiencia Taco Ralo de todas formas
fracasa antes de arrancar, pues son detenidos en el campamento de entrenamiento
los 14 integrantes. Hasta mayo del 73 El Kadri va de una cárcel a otra,
sufriendo fuertes tormentos y torturas. No obstante, en esas cárceles comienza
un momento de revisión de lo realizado hasta el momento, y también en torno a
las organizaciones político-militares y lucha armada que por esos años va
creciendo, “la cárcel fue una gran
escuela para mí; la cárcel sirvió para muchos de nosotros como la escuela
política que no habíamos hecho”. (El Kadri. Entrevista de Mona Moncalvillo,
1984. Rep. En Op. Cit.: 31) Estas ideas y (auto)crítica se van a profundizar luego
de la amnistía del gobierno de Cámpora, muy ligada al contexto político en que
se avanza. Así afirma que “comprendimos
que con esa concepción no íbamos a ninguna parte, que habíamos caído en un
vanguardismo alejado de nuestro pueblo, que en definitiva la lucha era política
y que había que desarrollar la organización popular, la lucha de masas, porque
a las fuerzas armadas del régimen no las íbamos a vencer enfrentándolas en su
terreno el de la violencia, sino políticamente”. (Entrevista Carlos
Aznares. 1984. Rep. En Cersósimo, 2012: 53)
En 1972 un grupo de Montoneros que
estaba preso da a conocer el Documento Verde, una crítica a la conducción de la
agrupación, la idealización de la lucha armada, el foquismo, la visión sobre el
peronismo, etc. “se sostiene que las
reflexiones de Cacho e Ignacio Velez fueron determinantes para la autocrítica
del Documento Verde” (Tarruela, 2015: 200), afirma Alejandro Tarruela.
La extracción social de clase media de
la mayoría de los sectores juveniles que se suman al movimiento nacional que en
sus orígenes tenía un claro componente popular, y los sectores medios estaban
más bien en la “vereda de enfrente”, es problematizado por El Kadri que
sostiene que “cuando el peronismo recibió
ese inmenso caudal de clases medias, que llegaron con ciertas ideas empresariales,
que traían la visión de los “señores”, la soberbia de considerar que nada ni
nadie podía estar por encima de ellos”. (El Kadri. Entrevista de Carlos
Aznares. 1984. Rep. En Op. Cit.: 54) Profundizando las diferencias con los
sectores medios cuenta que en “la
frescura de los primeros años en los cuales éramos receptores de esas historias
se contrapuso la época en que quisimos transmitirlas y nos encontramos con que
los activistas las escuchaban y nos decían: “Bueno, pero ustedes no tenían
ideología… ustedes carecían de un programa revolucionario, ustedes no
expresaban la lucha de clases…”. O te decían: “Claro, el peronismo es tachín,
tachán, la marchita, el Perón Perón, el 17 de octubre y nada más…”. Hubo un
momento en que nos sentimos hasta acomplejados por esas formulaciones que
menoscababan nuestro peronismo”. (El Kadri-Rulli, 1984: )
El triunfo del gobierno popular
primero con Cámpora, y luego con Perón abre una nueva etapa en el país y en la
lucha revolucionaria. Cambia fuertemente el contexto. Piensa el Kadri que ahora
es absolutamente necesario hacer a un lado las armas y ponerse a trabajar codo
a codo por la recuperación del país y la revolución nacional. Forma las FAP 17
de Octubre y se pone a disposición del gobierno. Otro de los grupos importantes
que sigue un camino similar, ya en febrero-marzo de 1974, en este caso
escindiéndose de Montoneros, es el grupo Lealtad. (Duzdevich et. al, 2015) Otros
sectores no lo entienden así y “ahí está
la gran diferencia con aquellos que después del triunfo popular de 1973 usaron
la violencia para imponer su voluntad de secta. Sectas que podrían tener un
aparato más grande o más chico, ser de derecha o izquierda, pero finalmente no
eran más que eso”. (El Kadri. Entrevista de Carlos Aznares. 1984. Rep. Op.
Cit.: 54)
La forma de “construcción política”
también es analizada por el fundador de las FAP: “ellos decían: no, acá la única fuerza es la que nace de la boca del
fusil, entonces lo que hay que hacer es tener fusiles, lo que hay que hacer es
acumular poder. Todo esto se vio favorecido también con la incorporación al
peronismo de vastos sectores de la clase media, del estudiantado, trayendo un
montón de deformaciones (…) Cada uno se creía un “peroncito” (…) Venían con el
esquema leninista del partido”. (El Kadri. Entrevista de Mona Moncalvillo,
1984. Rep. Op. Cit.: 36) El Kadri considera al peronismo como un movimiento
nacional vertebrado en un gran frente nacional, en la mejor tradición de los
movimientos revolucionarios de Nuestra América. Asimismo como un movimiento
policlasista pero que su contenido ideológico y político se centra en los
trabajadores. Nos interesa destacar que Facundo Cersósimo sostiene que El Kadri
considera que la revolución no es un punto de llegada “un estado ideal al cual hay que llegar por cualquier medio, sino más
bien un proceso de permanente construcción, de pequeñas acciones cotidianas,
donde se buscan no sólo reformas económicas estructurales sino transformar de
raíz las relaciones humanas de las sociedad en la que se vive”. (Cersósimo,
2012: 18-19)
El poder no lo traen las armas, sino la
organización de los sectores populares de la patria. Siguiendo la crítica en
tanto la política de la muerte lleva a la muerte de la política, argumenta que “terminaban suplantando las palabras por las
pistolas. No había discusión, no había diálogo ni respeto por la mayoría, ni
consulta a las bases. No se trataba de organizar al pueblo para que tomara las
decisiones e hiciera lo que tenía que hacer, sino de suplantarlo por este
grupo”. (El Kadri-Rulli, 1984: 24) Romper con la idea de la “vanguardia
iluminada”. La construcción debe ser conjuntamente con las mayorías populares, “no somos los protagonistas irremplazables,
únicos, de la Historia, porque el protagonismo está en el pueblo, en los
trabajadores, en los miles de jóvenes que participan en los sindicatos, los
partidos, las comunidades de base, los organismos de derechos humanos, los
festivales, etc. Que hay valores como la ética, la honestidad, la coherencia
entre lo que se dice y se hace, que son permanentes y no pueden ser
sacrificados a ningún fin”. (Ibídem:
53) Asimismo también está “el poder del
elitismo, es decir, el poder de ese pequeño grupo que se va salvando de las
razzias policiales o que por las bajas sucesivas que van teniendo los compañeros
al frente de las organizaciones, van quedando como número 1, 2, 3, etc., y que
forman una casta, una élite que va a crear sus propias necesidades, la
necesidad de mantener relaciones internacionales, de habitar con prestigio, de
vivir con ostentación para “impresionar”, etc. El poder del catastrofismo, o
sea la política del “todo o nada”, el poder de decir “hacemos la revolución ya
mismo o no la hacemos nunca más”; “es preferible que los militares den el golpe
y enfrentemos a un ejército contra otro”. (Ibídem: 225)
Con la experiencia de los años de
lucha y la humildad de quien trabaja por el bien de la nación, hace esfuerzos
por evitar fracturas en el frente nacional, y por el abandono de las armas en
pos del trabajo por la revolución nacional, pero con el paso del tiempo esas
diferencias son cada vez mayores y hacen que las rupturas sean inevitables, así
“El Kadri entró así en un limbo
insondable: cuestionaba a Montoneros (que lo condenó a muerte por no irse de la
Plaza de Mayo el 1º de mayo de 1974), y la Triple A, que lo puso en una lista
de condenados a muerte”. (Tarruela, 2015: 230)
La situación es cada vez más
complicada para El Kadri, más aún luego de la muerte de Perón. Muchos
compañeros le recomiendan abandonar el país. Así, finalmente en el año 1975 se
tiene que exiliar. Termina en Francia, desde donde lucha denunciando a la
dictadura genocida, y comienza a abrir una nueva arista para la militancia, la
ligada a la revalorización, creación y difusión de la cultura nacional.
Asimismo afianza desde el otro lado del océano su latinoamericanismo
considerando que “hay que difundir la
idea de que esta unidad latinoamericana no se dará oficialmente, ni por
acuerdos entre gobiernos o a nivel de embajadas. Esta unidad hay que forjarla
desde abajo, a través del acercamiento de sindicatos, partidos, artistas,
intelectuales, que sientan esta necesidad de unión como algo vital”. (El
Kadri-Rulli, 1984: 190)
Bibliografía
Cersósimo,
Facundo. (2012). Envar El Kadri.
Historias del peronismo revolucionario. Buenos Aires: Colihue.
Cooke,
John William. (2009). Duhalde, E. L. (Comp.). Obras Completas. Artículos periodísticos, reportajes, cartas y
documentos. Tomo III. Buenos Aires: Colihue,
Duzdevich,
Aldo, Raffoul, Norberto y Beltramini, Rodolfo. (2015). La Lealtad. Los Montoneros que se quedaron con Perón. Buenos Aires:
Sudamericana.
El
Kadri, Envar y Rulli, Jorge. (1984). Diálogos
en el exilio. Buenos Aires: Foro Sur.
Tarruela,
Alejandro. (2015). Envar “Cacho” El
Kadri. El guerrillero que dejó las armas. Buenos Aires: Sudamericana.
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