Tras
la huella de Morazán
“…
Resucitar de la Tumba de Morazán a
Centroamérica”
José Martí
A lo largo de su historia, Centroamérica fue
una codiciada tierra de disputa imperial. Su importancia geopolítica radicaba (y
radica) en su posición Intercontinental e Interoceánica, vital para la
circulación de mercancías. Con la decadencia colonial de España en América y la
expansión capitalista mundial producida a partir de siglo XIX, Inglaterra
como potencia de ultramar, fija su mira
en el Caribe como vía marítima para el transporte rápido y económico de
materias primas, en el que Nicaragua sería el territorio para la construcción
de un canal interoceánico.
En 1821, los países que conformaban el Reino
de Guatemala, declaran su independencia y casi de inmediato comienza el
enfrentamiento por estas tierras entre Inglaterra y el naciente poderío de Estados
Unidos, afectando desde el inicio el curso de la vida política interna de sus
provincias, devenidas mas tarde en países[1].
Luego de una breve anexión al Imperio de
Iturbide en México, las Provincias Unidas de Centroamérica, conformadas por
Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica, proclaman en Asamblea
General la primera constitución de la República Federal
de Centroamérica. Se concretó el 22 de noviembre de 1824, y se instituyeron
entre otras medidas, la independencia de España, México o cualquier otra
Nación, la eliminación de los títulos nobiliarios y la abolición de la
esclavitud. Es en este momento cuando se definen con claridad los grupos
políticos en Centroamérica delineándose dos partidos antagónicos: los Liberales
y los Conservadores. Los primeros abogaban por el desarrollo de un Estado
Capitalista, basado en un sistema político federal en dónde las distintas
provincias contaran con igualdad de derechos. Los Conservadores, encarnados en
caudillos regionales, defendían los privilegios provenientes de la época de la
colonia y tendieron a fracturar la unidad en América Central.[2]
En 1825, Manuel José Arce es elegido como el
primer presidente de la
Republica Federal. De tendencia liberal, intentó aplicar un
programa de reformas fuertemente resistidas por los conservadores, quienes
impidieron a través de su poder político, económico y de control del Congreso
la concreción de las mismas, lo que llevó a la claudicación del presidente y su
posterior alianza con su otrora oposición.
Arce decidió disolver el Congreso federal,
decisión que desató una guerra civil y condujo a una ola de levantamientos en
todo el territorio centroamericano. En este convulsionado momento ingresa la
figura de Francisco Morazán.
Este político y militar, olvidado por la
historiografía del continente, protagonizó desde Honduras la rebelión contra
las medidas de Arce, y resistió la destitución del jefe de Estado hondureño y
tío político de Morazán, Dionisio de Herrera. En 1827, tras fugarse de la
prisión, organiza una fuerza militar a lo largo y ancho del Istmo con el
objetivo de reconstruir la Federación
Centroamericana. Desde aquí protagoniza una serie de
victorias militares que lo posicionarán como líder de los liberales y que lo
conducirán a la presidencia de Honduras primero y más tarde, en 1830, a la presidencia de la República Federal
de Centroamérica derrotando en las elecciones al conservador José Cecilio del
Valle.[3]
Morazán encabezó una serie de
transformaciones que buscaban romper con los antiguos vestigios del
colonialismo y construir un Estado Nacional soberano e independiente,
intentando avanzar contra el latifundio en manos de la oligarquía terrateniente
y la Iglesia
Católica. Dirigió esfuerzos en la creación de una clase
burguesa nacional para el desarrollo un modelo autónomo, y protegió la
incipiente industria impidiendo la apertura indiscriminada a los productos
extranjeros. Promovió la producción local exportable fomentando a su vez el
mercado interno.
En materia educativa, entendió a la misma
como piedra angular para la conformación de una Nación, la que se constituyó
como responsabilidad del Estado, gratuita y obligatoria.
Sabiendo que se erguían sobre Centroamérica
los colmillos imperiales ingleses y norteamericanos, luchó constantemente por
la soberanía de Belice, Islas de la
Bahía y demás territorios del Caribe en manos de la corona británica, quien como conocemos ampliamente en nuestras tierras del sur, no perdió el
tiempo, cosechando permanentemente la división de la Unión Federal.
Sin embargo, las fuerzas de la reacción (la
vieja oligarquía y los diferentes imperios) socavaron las bases de este
proyecto emancipador, que por otro lado no pudo consolidar fuerzas económico
–sociales que sostuvieran dicho proyecto. Se presentaron profundas dificultades
a nivel organizacional, esto es, qué grado de soberanía le correspondía a cada
estado, tendiendo a reproducir los viejos recelos entre cada uno, así como los
gastos que la defensa requería para
mantener la integridad eran elevadamente costosos y se hicieron insostenibles a
lo largo del tiempo.
Al término de su segundo mandato la Federación se encontraba
colapsada y las fuerzas oligárquicas se
encontraban en plena ofensiva, asentada ya en Guatemala, Nicaragua, Honduras. A
pesar de apostar el proyecto unionista reorganizando fuerzas desde su
presidencia en El Salvador, no pudo contra la feroz oposición de sus
contrincantes y partió al exilio primero a Costa Rica y luego al Perú. Retornó
en 1841, con la idea de refundar la federación, desembarcando en territorio
costarricense obteniendo una rápida victoria política sin enfrentamiento
armado, convirtiéndose en Jefe de Estado. Este acontecimiento convulsionó a las
oligarquías regionales y por sobre todo al consulado inglés. La
contrarrevolución se hizo sentir de inmediato, con una invasión de tropas
nicaragüenses a Costa Rica con el fin del derrocamiento político y físico del
Presidente y patriota centroamericano. El 15 de septiembre de 1842 es fusilado
este hombre de la patria grande, sin juicio ni posibilidad de defensa alguna.
Con él muere también el proyecto confederal.
¿Por qué empezamos a hablar de Francisco
Morazán para hablar de Sandino y del pueblo sandinista? Porque entendemos que los sueños de unidad,
soberanía y libertad de nuestros libertadores se reflejan en todas las luchas
populares nuestroamericanas y porque también se unen y se enhebran en la
historia en la medida en que esos proyectos inconclusos retornan como
asignaturas pendientes a la vida de los
pueblos. Las unen además similares adversarios, encarnados en las élites
terratenientes o propietarias de los principales recursos, y el imperialismo ya
sea europeo o estadounidense, que operó siempre como factor disgregante y
deformador de las economías y las instituciones latinoamericanas (y de toda la
periferia). Morazán y Sandino, fueron, son, líderes y mártires de la misma
causa, en distinto momento.
Nicaragua: de
patriotas, gerentes y filibusteros.
¿Verdad que da escalofrío? ¿Dónde comienza y
dónde termina el “Gobierno” del Estado Yanqui?
Juan José Arévalo
Nicaragua sufrió particularmente las guerras
civiles luego de desmembrada la Federación. Tenía dos ciudades relativamente
desarrolladas y enfrentadas entre sí: Granada y León. Organizaban su vida
económica y política de forma
independiente, mientras el resto del país era una extensión territorial en
dónde se asentaba la población mestiza pobre, mano de obra de las haciendas de
añil y cacao[4].Granada
era una rica ciudad de comerciantes conservadores, que se opusieron a la
independencia y a las reformas liberales, y León era una ciudad conformada por
agricultores, cuna del partido liberal. Rota la Federación, ambas
ciudades reclamaban para sí la capitalidad del Estado Nacional. Los campesinos
eran arrastrados a la guerra civil que enfrentaba a estas ciudades antagónicas.
Inglaterra pronto comenzó a competir con el
reciente poderío norteamericano por la hegemonía continental, y en Nicaragua
por la construcción del canal interoceánico. A través de un tratado denominado
Clayton-Bulwer, Inglaterra le reconoce a Estados Unidos el derecho canalero
sobre Nicaragua, dónde, por supuesto, las autoridades nicaragüenses ni siquiera
fueron consultadas.
El hecho de que en 1848 se descubra oro en
California, despierta ávidamente la sed de la piratería, que obliga a innovar
las rutas de acceso y es Nicaragua un punto neurálgico por dónde pasaran los
filibusteros. Se fagocitan a su vez, las internas entre granadinos y leoneses,
en dónde los segundos deciden contratar mercenarios norteamericanos para
derribar el gobierno conservador de Chamorro. William Walker, esclavista del
sur estadounidense, arrebatador de tierra mexicana para su anexión al país del
norte, será la cabeza del ejército mercenario.
Es recibido con júbilo por los leoneses, toma
la Ciudad de
Granada, fusila a sus dirigentes políticos, y tal fue el impulso de su victoria,
que termina proclamándose Presidente de la República. Decreta
el idioma inglés como lengua oficial, restituye la esclavitud, los Estados
Unidos reconoce su mandato y establece relaciones diplomáticas.
Sin embargo, la aventura del pirata será
breve, y los ejércitos centroamericanos lo derrotaran y expulsaran del país. A
pesar de ser derrotado, perseveró en su empresa, e intentó conquistar
nuevamente el territorio en varias oportunidades, hasta que en 1860 es
arrestado y fusilado en Honduras.
Granadinos y Leoneses firmaron un acuerdo de
paz que permite a los conservadores gobernar 30 años el país en un clima
relativamente apacible.[5]
Llegando a los últimos años del Siglo XIX, el
capitalismo mundial dio un nuevo salto expansivo, y Centroamérica, como todo el
continente fue insertada en el mercado mundial como proveedora de materias
primas para los centros manufactureros. Café y Bananos son los nombres de las
cadenas centroamericanas.
El nuevo orden agrario ligado a las
necesidades del mercado mundial, es la veta que encuentran los liberales para
llevar a cabo revoluciones contra los conservadores, estableciendo en el poder
un gobierno militar liberal presidido por José Santos Zelaya en 1893. En
paralelo son ocupadas enormes extensiones de tierras por parte de compañías
norteamericanas como la
United Fruit para la producción del banano.
Zelaya llevó a cabo reformas liberales que no
fueron vistas con buenos ojos por el vecino del Norte, quien no le perdonó el
intento de la construcción del canal en asociación con otras potencias
extranjeras como Alemania y Japón. Esta “desobediencia” le costó el gobierno al
militar en 1909 y a Nicaragua la ocupación del territorio por parte de la Marina de Guerra
estadounidense.
De aquí en más, las fuerzas de ocupación
vigilarán los gobiernos conservadores que se suceden en una calesita entre
parientes, que de los rangos gerenciales de las empresas yanquis pasan a la Presidencia de la República.
El colmo de la infamia se vería retratado en
el tratado que Emiliano Chamorro firma con el secretario de estado
norteamericano en 1914 en torno a la construcción del canal. En su triste letra
dice: “El gobierno de los Estados Unidos
tendrá la opción de renovar por otro lapso de noventa y nueve años, el arriendo
y concesiones referidos, a la expiración de los respectivos plazos; siendo
expresamente convenido que el territorio que por el presente se arrienda y la
base naval que pueda ser establecida en virtud de la concesión ya mencionada,
estarán sujetos a las leyes y soberana autoridad de los Estados Unidos”[6].
En este tratado se manifiesta la absoluta venta de la soberanía en el que Estados
Unidos consiguió que ninguna otra potencia conserve y explote un canal en
Nicaragua, al que por otra parte no le interesa construir porque ya concretó el
de Panamá.
Los liberales, que permanecían en segundo
plano en esta relación simbiótica entre el imperio y los conservadores, volvieron
al ruedo bajo la accidental presidencia de Bartolomé Martínez, quien asume por
la muerte del jefe de Estado. Martínez mantenía cierta independencia de
criterio por no provenir directamente de una familia de la oligarquía
granadina. Fue así como buscó la confluencia con el partido Liberal y dirigió
una alianza para las siguientes elecciones entre un conservador (Solórzano) y
un liberal (Sacasa). Entre revueltas y contrarrevueltas, son puestos y
depuestos, promulgados y derrocados presidentes
liberales y conservadores en el lapso de meses, hasta que la bendición
norteamericana nombra a un antiguo amigo suyo, ex contador de una empresa
minera: Adolfo Díaz. Los liberales, expresados en Sacasa, desconocen esta
decisión y establecen un gobierno en
Puerto Cabezas, lo que trae aparejada una crisis militar que desemboca en un
nuevo desembarco de marines de guerra y también de la diplomacia estadounidense
dispuesta a negociar con los liberales el precio de su rendición. El Ministro
de Guerra, General Moncada, se sintió tocado por la varita mágica y creyó ver
en los acuerdos de rendición con Estados Unidos su salto a la presidencia.
Reparto de cargos para los insurgentes y la Presidencia para su
General era el punto culmine del alegre
pacto.
Sandino: Una Pedagogía
de la Dignidad
“En Nicaragua, señores, Le pega
el ratón al gato.”
Cántico guerrillero sandinista
Augusto César Sandino
emergió a la escena pública en el marco de esta rebelión de los liberales
contra los conservadores y su alianza imperial. Sandino había trabajado en
plantaciones y haciendas, había sido guardalmacén en la United Fruit de
Honduras y minero en Nicaragua. Comenzó su prédica entre los mineros en 1926,
enfatizando en la causa nacional, a tal punto que conformó una pequeña columna
de soldados al norte de Nicaragua, que se plegó al combate de los liberales de
insurrectos. Entendía que en esa rebelión se estaba combatiendo la intervención
extranjera y fue así como se incorporaron a su ejército además de los obreros
de las minas, los campesinos desharrapados de las selvas nicaragüenses. Con
armas viejas e insuficientes, con equipamiento rudimentario pelearon
enarbolando la bandera de Libertad o
Muerte.
Como la insurrección
de los liberales no era otra cosa que una disputa oligárquica, el pacto con
Estados Unidos era motivo suficiente para aceptar la rendición. Pero para las
huestes sandinistas, se estaba librando una lucha por la liberación nacional que
empezaba a ser plenamente tal y que terminaría con la expulsión del Imperio: “transformarían una guerra de soldados
reclutados a la fuerza y de generales oportunistas, en una guerra en que
generales serían todos pobres y soldados serían todos pobres e hijos de pueblo,
que andarían en harapos (…) y aquella guerra convencional de montoneras, se transformaría
en la primera guerra de guerrillas librada en el continente americano” [7].
Entre 1927 y 1933
este ejército del pueblo libra a brazo partido la guerra contra el invasor
ocupante obligando su retirada el 1 de enero 1933, día en que el último
contingente de marines se embarca y abandona Nicaragua.
El pensamiento de Sandino
Sandino entendió
desde siempre su lucha como una lucha por la nacionalidad, por la necesidad de
dejar de ser colonos de una potencia extranjera. Desde sus columnas en la
selva, los soldados aprendían a combatir y también a leer y escribir para poder
emitir sus propios telegramas, cartas y
comunicados. El ejército del pueblo pobre también era una escuela. Dice
Sandino: “Los yanquis solo pueden venir a
nuestra América Latina como huéspedes; pero nunca como amos y señores, como
pretenden hacerlo. No será extraño que a mí y a mi ejército se nos encuentre en
cualquier país de la América
latina donde el invasor asesino fije sus plantas en actitud de conquista”[8].
Sandino convirtió la causa nicaragüense en una
causa latinoamericana. En todo momento enlazó la defensa de la soberanía con la
defensa de los oprimidos, los indígenas, los campesinos, los obreros explotados
en las plantaciones y haciendas. Proclamó a viva voz que lo que en Nicaragua se
estaba librando no era solo incumbencia de los nicaragüenses, sino de todo el
mundo latinoamericano, y se vinculaba a los proyectos que nuestros libertadores
habían concebido en el siglo anterior: “Los
Hombres dignos de América latina debemos imitar a Bolívar, Hidalgo, San Martín,
y a los niños mexicanos que el 13 de septiembre de 1847 cayeron acribillados
por las balas yanquis en Chapultepec, y sucumbieron en defensa de la patria y
de la raza, antes que aceptar sumisos una vida llena de oprobio y de vergüenza,
en que nos quiere sumir el imperialismo”[9].
En la senda de Simón Bolívar, enarbola el
proyecto de unidad continental como una necesidad histórica. En su manifiesto
Plan de Realización del Supremo Sueño de Bolívar sostiene: “Variadas y Diversas son las teorías
concebidas para lograr, ya sea un acercamiento, ya una Alianza, o ya una
Federación que comprendiendo a las veintiún fracciones de Nuestra América,
integren una sola Nacionalidad. Pero nunca como antes se había hecho tan
imperativa y necesaria esa unificación, unánimemente anhelada por el pueblo
latinoamericano, ni se habían presentado las urgencias, tanto como las
facilidades que actualmente existen para tan alto fin, históricamente
prescrito, como obra máxima por los ciudadanos de la América Latina”[10].
También rescata el proyecto morazanista de la Federación
Centroamericana, elaborando un Plan de Unión en el que otorga
a cada provincia -estado una cartera y función específica de acuerdo a su grado
de organización y desarrollo, poniendo énfasis en la creación de un Ejército
Autonomista Centroamericano para la defensa de toda América Latina: “El Ejército Autonomista de Centroamérica
declarará abolida la farsante Doctrina Monroe. Y, por lo mismo, anula el vigor
que dicha doctrina pretende ejercer, para cobardemente inmiscuirse en la vida
política, interna y externa, de las Repúblicas Indo-Hispanas”[11].
Una vez expulsado el
invasor, el Ejército Defensor de la Soberanía Nacional
de Nicaragua depuso las armas y se dispuso a negociar la paz. El gobierno del
liberal Sacasa, electo en 1932 había aceptado el pliego de condiciones impuesto
por Estados Unidos tanto como a liberales como conservadores, que requería que
al retirarse las tropas de ocupación se llegara a “ común acuerdo” para
designar al jefe de la
Guardia Nacional. Por primera vez sería un nicaragüense,
aunque no por eso menos adicto a Norteamérica: Anastasio Somoza García.
El Ejército
profesional, se convirtió tras años de lucha contra el sandinismo en un
ejército armado y entrenado para combatir a su propio pueblo, y a ejercer como
una fuerza de ocupación en su propio territorio.
En el año 1934, cuando se estaban realizando
los acuerdos de paz entre Sandino y el gobierno, el héroe de Las Segovias es
asesinado a balazos junto a varios compatriotas, tras una emboscada. Somoza es
quien ejecuta la criminal empresa, pero es el Imperio quién da la orden de
fuego.
La semilla de Sandino se siembra en la lucha del pueblo
nicaragüense
“…Vos estás resucitando
en cada brazo que se alza
para defender al pueblo
del dominio explotador.
Porque estás vivo en el rancho,
en la fábrica, en la escuela,
creo en tu lucha sin tregua,
creo en tu resurrección…”
Hermanos Mejía Godoy - Credo
Nicaragüense. Misa campesina.
Cuarenta años de
dictadura familiar padeció el pueblo de Nicaragua. El somocismo, como era de
esperar, favoreció el control monopólico de las empresas norteamericanas a la
vez que garantizó el orden social vía represión y persecución política.
Con el auge del cultivo de algodón y café, se
generó una concentración abrumadora de tierras en favor de los terratenientes,
en detrimento del campesinado quien se vio desprovisto de los terrenos de cultivo.
Esta situación trajo aparejada más desocupación y pobreza. Por otra parte, el
crecimiento industrial favoreció la consolidación del Grupo Somoza, quién
comenzaba ya a asegurarse para sí el control de la banca nacional.
Para la década del ’60, el clima de malestar
en que se vivía manifestaba profundas tensiones sociales. En 1962 nace le
Frente Sandinista de Liberación Nacional. Los hijos de Sandino emprendían la
lucha por la recuperación de su dignidad. Confluyeron en él la masa de obreros
campesinos agrícolas desarrollada bajo el funcionamiento del esquema
agroexportador. De aquí que en un primer momento el FSLN llevara a cabo su
estrategia en base a la guerrilla rural. Ya entrada la década del ’70 se suman
al frente los trabajadores urbanos lo que permitió la articulación de demandas
de amplios sectores de la población en contra de la dictadura. El FSLN supo
apoyarse de las contradicciones de la sociedad dictatorial para dar el salto a
la toma del poder. Carlos Vilas argumenta: “la
contradicción fuerzas productivas (pueblo)/relaciones de producción (clases
dominantes), estuvo presente siempre en el desenvolvimiento de la dialéctica
social, pero fue la acción política de las masas, su incorporación a la lucha
sandinista, la que hizo de ella una crisis revolucionaria”[12]
Con el asesinato de Pedro Chamorro, dirigente
liberal, en el año 1978, se recrudeció la movilización popular y se aceleraron
las condiciones para el estallido social. La Revolución Sandinista
triunfa el 10 de julio 1979 abriendo una etapa de rica experiencia de
transformación social, con participación popular pero también plagada de
incertidumbres, iniciando un camino
minado de obstáculos provenientes tanto de la estructura socio-económica
preexistente, la amenaza permanente de los Estados Unidos, como del propio marco de alianzas al interior
del bloque popular.
El programa
desplegado por el gobierno revolucionario llenó de esperanza a Nicaragua y a América Latina. En materia económica se creó
un Área de Propiedad del Pueblo en base a los bienes confiscados al somocismo.
El objetivo era desarrollar una moderna industria que impulsara la producción
de café, algodón, azúcar, banano como principales productos de exportación. Se
nacionalizaron la banca, el comercio exterior y se impulsó una Reforma Agraria.
Se llevó a cabo un Plan Nacional de Alfabetización en el que toda la sociedad
se vio comprometida tomando forma de causa nacional. De alguna u otra forma los
y las nicaragüenses formaron parte de este Plan que pretendía terminar con el
analfabetismo en el país.[13]
Retomando el análisis
realizado por Carlos Vilas, la Revolución Sandinista abre varias cuestiones que
pueden ser utilizadas para pensar los procesos de liberación nacional en
América Latina. Con similares desenvolvimientos históricos, estructuras
económicas dependientes y una pluralidad de actores sociales, la liberación tal cual es entendida por los
movimientos populares aborda por lo menos cuatro cuestiones principales:
a)
La cuestión de clase
o de la situación de los sectores oprimidos. Aquí se manifiesta la necesidad de
eliminar la explotación de las masas populares por parte de pequeñas élites
propietarias.
b)
La cuestión nacional. Esto es la
supresión del Imperialismo como factor dominante en las sociedades
latinoamericanas a nivel interno y externo. La autodeterminación es condición
necesaria para la conquista de la soberanía.
c)
La cuestión del
Desarrollo.
En esta cuestión se refleja la superación del atraso derivado de la posición en
la que se colocó a América Latina en el mercado mundial, como economías
netamente agrarias y dependientes de las manufacturas exportadas. La expansión
de las fuerzas productivas deriva generalmente en la necesidad de que el Estado
sea quién se ponga a la cabeza de este desarrollo, al no existir una clase que
lidere dicha expansión. Las alianzas policlasistas son intentos de llevar a
cabo esta expansión.
d)
La cuestión
democrática.
Aquí se plantea la necesidad de refundar instituciones y canales para la
participación en las decisiones de Estado de las amplias mayorías y no sólo de
un reducto oligárquico.[14]
La Revolución sandinista como
proyecto emancipador pone sobre el tapete los desafíos que se le presentan a
América Latina en su lucha por el camino de la liberación, y también nos habla
de la importancia que ese camino nos encuentre unidos, ya que en soledad los
gobiernos populares suelen naufragar a la deriva, a merced del imperialismo
siempre atento al sabotaje y a sus aliadas nativas representadas en los núcleos
reducidos de las élites económicas y políticas.
A Néstor y Hugo. Patriotas del Bicentenario.
[1] ver Ramírez, Sergio.
(2007). El muchacho de Niquinohomo. Buenos
Aires: El Andariego.
[2] Pérez Cruz, Felipe de J.
(2010). Centroamérica en Morazán. Morazán en Centroamérica. En Son Tiempos de Revolución. De la Emancipación al
Bicentenario. Buenos Aires: Ediciones Madres de Plaza de Mayo.
[3] Ibídem
[4] Ramírez, Sergio. (2007).
Op. Cit.
[6] Selser, Gregorio. (1955). Sandino. General de hombres libres.
Buenos Aires: Ediciones Pueblos de América, página 63.
[7] Ramírez, Sergio. Op.Cit.,
página 34.
[8] Sandino, Augusto César.
(2007). Escritos y Documentos. Buenos
Aires: El Andariego, página 94.
[9][9] Ibídem, pp. 99.
[10] Ibídem, pp.106.
[11] Ibídem, pp.186.
[12] Vilas, Carlos. (1987). Perfiles de la Revolución Sandinista.
Liberación Nacional y transformaciones sociales en Centroamérica. Buenos
Aires: Legasa, página 135.
[13] Torres, Rosa María.
(1980). Nicaragua: Revolución y
Alfabetización. En Revista Nueva Antropología. Año IV N15. Distrito
Federal: Universidad Nacional Autónoma de México.
[14] Vilas, Carlos. (1987).
Op. Cit.
Bibliografía
Pérez Cruz, Felipe de
J. (2010). Centroamérica en Morazán. Morazán en Centroamérica. En Son Tiempos de Revolución. De la Emancipación al
Bicentenario. Buenos Aires: Ediciones Madres de Plaza de Mayo.
Ramírez, Sergio. (2007). El muchacho de Niquinohomo. Buenos Aires: El Andariego.
Sandino, Augusto César. (2007). Escritos y Documentos. Buenos Aires: El Andariego
Selser, Gregorio. (1955). Sandino. General de hombres libres. Buenos Aires: Ediciones Pueblos
de América
Torres, Rosa María. (1980). Nicaragua: Revolución y Alfabetización. En Revista Nueva
Antropología. Año IV N15. Distrito Federal: Universidad Nacional Autónoma de
México.
Vilas, Carlos. (1987). Perfiles de la Revolución Sandinista. Liberación Nacional y
transformaciones sociales en Centroamérica. Buenos Aires: Legasa
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