Apuntes
sobre la cultura nacional
Por
Juan Godoy*
“Igual que un poncho / a uno lo envuelve la tierra. / Desde el llano hasta la sierra / se va una sombra extendiendo, / y el alma va comprendiendo / las cosas que le mundo encierra” (Atahualpa Yupanqui, 1972: 31)
“Igual que un poncho / a uno lo envuelve la tierra. / Desde el llano hasta la sierra / se va una sombra extendiendo, / y el alma va comprendiendo / las cosas que le mundo encierra” (Atahualpa Yupanqui, 1972: 31)
“Se trata de la
absorción de las pulcras cosas de Occidente por las cosas de América, como a
modo de equilibrio y reintegración de lo humano en estas tierras” (Kusch, 2007: 18)
En los países semi-coloniales como la Argentina, parte de una nación (latinoamericana) inconclusa, consideramos que la revalorización de la cultura nacional
adquiere una relevancia especial. La veintena de “Patrias Chicas” que nacieron
luego de transcurrido el primer cuarto del siglo XIX, una vez finalizados de
nuestros procesos emancipatorios, surgieron como economías dependientes, de
cara a Europa, en nuestro caso específico, a Inglaterra.
Así, estas naciones fragmentadas se enfrentan con el problema del escaso
desarrollo nacional, y la imposibilidad de impulsarlo sin transformar
profundamente la estructura semi-colonial, lo que implica menos nivel de
independencia económica, soberanía política, justicia social, y por ende de una
cultura nacional. Norberto Galasso afirma que “en los países soberanos, cuya cuestión nacional está resuelta,
naturalmente se piensa “en nacional”, sin necesidad de propuesta o polémica
previa (…) pero en los países semi-coloniales –aquellos que conservan los
atributos formales de la soberanía: bandera, himno, presidente, etc.- la
formulación de ideas y proyectos nacionales solo se logra tras el previo
quebrantamiento de la influencia del aparato colonizador” (Galasso, 2008:
293-294). Sin este quebrantamiento se piensa con los esquemas del colonizador. Paulo
Freire refiere, en este sentido, a la figura de la introyección de la sombra del opresor por parte del oprimido
(Freire, 1970)
Las economías dependientes importan
mercancías como ideas de las metrópolis, la penetración económica viene de la
mano de la penetración cultural, las cuales se apuntalan mutuamente. Resultado
de este proceso es el impedimento de la formación de una conciencia nacional, lo que quita fortaleza a las fuerzas defensivas
de lo nacional. Ese proceso que la conceptualización de colonización pedagógica define precisamente, la cual “se revela esencial, pues (en las
semi-colonias) no dispone de otra fuerza
para asegurar la perpetuación del dominio imperialista (…). De este hecho nace
la tremenda importancia de un estudio circunstanciado del conjunto de la
cultura argentina o seudo-argentina, forjada por un siglo de dictadura
espiritual oligárquica” (Ramos, 1961: 12). La perseverancia del orden en
nuestros países se relaciona estrechamente con el desconocimiento de la
opresión imperialista de la nación.
En la historia nacional encontramos que “el gobernar es poblar de Alberdi corrió en
paralelo al educar al soberano de Sarmiento. Ambas síntesis complementáronse
admirablemente: poblar fue despoblar de criollos y repoblar de europeos:
educar, ascender a virtudes las modalidades foráneas y bajar a vicios las
autóctonas” (Rosa, 1967: 160) Este despoblar de criollos significó la persecución
y aniquilamiento de gran parte de la población gaucha, el avance del gobierno de
Mitre sobre el Noroeste Argentino dejando miles de criollos muertos es una
muestra cabal del lugar al que estuvo dispuesta a llegar la oligarquía (aliada
al imperialismo), para imponer la “civilización” europea en Nuestra América.
“Civilización y barbarie” es la bandera
que obtura el desarrollo pleno de la cultura nacional, donde la primera consiste
en lo foráneo, mientras que la segunda refiere a lo local, lo propio. Así
civilizar consistió en desnacionalizar, Arturo Jauretche hace entonces un llamado
a la descolonización pedagógica, y argumenta
que es necesario pensar en nacional,
llevar adelante una política nacional,
es decir “una línea política que obliga a pensar y dirigir el
destino del país en vinculación directa con los intereses de las masas
populares, la afirmación de nuestra independencia política en el orden
internacional y la aspiración de una realización económica sin sujeción a
intereses imperiales dominantes” (Jauretche, 1976: 21). Lo nacional “no significa,
en modo alguno negar lo extranjero, ni sustentar un nacionalismo xenófobo (…)
Lo nacional es lo universal visto por nosotros”(Citado en Galasso-Ibáñez,
2004: 13). El crecimiento y fortalecimiento de nuestra
conciencia cultural “nos conducirá a
sentirnos no extraños a Europa, pero en lo esencial, no europeos” (Hernández
Arregui, 1973a: 286-287)
Se trata de romper con este orden
semi-colonial que importa ideas, usos y costumbres de los países dominantes, no
repetir cual loro las ideas desarrolladas en otros contextos y/u otros tiempos,
de ahí que Simón Rodríguez afirmara: “Traer
Ideas Coloniales a las Colonias! (…) ¿Estamos tratando de quemar las que
tenemos? (…) ¿Vienen a proponernos
cargamentos de Rubios…en lugar de los negros que nos traían antes? - ¿para
alborotarnos la conciencia, i hacernos pelear por dimes y diretes, sacados de
la Biblia?? … que COMERCIO! Válganos Dios” (citado en Wainsztok, s.f.[1]).
A principios de siglo Ricardo Rojas llamaba la atención que acerca de nuestro sistema
educativo, el cual considera que falló “a
causa del vacío enciclopedismo y la simiesca manía de imitación, que nos
llevara a estériles estudios universales, en detrimento de una fecunda educación
nacional”(Rojas, 1971: 137). Se trata entonces de recuperar nuestras voces,
lo cual no pretende invalidar todo pensamiento surgido en otras latitudes, no
es que las ideas sean nacionales por ubicación geográfica, pues “lo que hace que una ideología sea foránea,
extraña, exótica, antinacional no es su origen sino su correspondencia con la
realidad nacional y sus necesidades” (Cooke, 2011: 155).
No por casualidad el imperialismo
actúa como disolvente de la cultura nacional. Es que ésta es por un lado, una
forma de oponerse a la penetración extranjera, la reivindicación de las propias
creaciones; y por el otro, es la que marca donde apuntalar el camino hacia la
construcción de un proyecto nacional. La cultura
nacional es la cultura popular, “toda cultura se inspira en el pueblo y en su
ámbito geográfico y espiritual. Invertir el proceso genético, como lo ha hecho
(…) la intelectualidad más visible de Buenos Aires, es adulterar el país” (Hernández
Arregui, 2004: 44). En términos de
Rodolfo Kusch, “la base de nuestra razón
de ser está en el subsuelo social (…) el pensamiento popular, y no culto, es en
gran medida fundante, por cuanto posiblemente contiene las líneas generales del
pensar humano en su totalidad” (Kusch, 2007a: 569-570).
Mientras para la cultura popular el
imperialismo genera defensa y rechazo, la oligarquía antepone los intereses de clase
a los nacionales. Avanza Arregui en el planteo y afirma que “el colonizado deviene extranjero en sus
maneras de sentir y pensar, y de este modo, aunque vive en el país, permanece
extraño a su realidad profunda (y en nuestros países) “toda lucha por la liberación contiene en su seno la emancipación
cultural (…) la existencia de una
cultura nacional de liberación, sólo puede concebirse como militancia política (así)
la cultura de la liberación apunta a la
construcción de la Patria Grande” (Hernández Arregui, 1973: 25-27)
De esta forma, a partir de las
consideraciones que realizamos en estas líneas, sostenemos la importancia de la
revalorización de la cultura nacional,
que es la cultura popular, en los movimientos de liberación nacional de los
países de Nuestra América que procuran integrar una Nación Común. La valorizamos
como gesto de oposición al imperialismo, como forma de rescatar y encontrar
nuestras voces silenciadas por el aparato de la cultura oficial (la de la
oligarquía aliada a los centros imperiales), y por último, porque la cultura
nacional-latinoamericana es el puntal en que se asienta la lucha por nuestra
emancipación.
* Licenciado en
sociología, Universidad de Buenos Aires (UBA)
Notas
[1] Además de este texto, Simón Rodríguez: la palabra insurgente,
para profundizar en la figura de Simón Rodríguez véase: Wainsztok, Carla. Pedagogía y autonomía en Simón Rodríguez.
En AA.VV. (2009). La Patria es América. Buenos
Aires: Ediciones Madres de Plaza de Mayo.
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Wainsztok, Carla. Pedagogía y autonomía en Simón Rodríguez. En AA.VV. (2009). La Patria es América. Buenos Aires:
Ediciones Madres de Plaza de Mayo.
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Wainsztok, Carla. (s.f.). Simón Rodríguez: la palabra insurgente. Disponible
en http://isfd1bibliotecavirtual.blogspot.com.ar/2013/05/wainsztok.html
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