“La clase
media es… media revolucionaria… media intelectual… media nacional... Por ello
participa, cree y descree, se asume y no se asume, puede ser peronista y criticar
al peronismo, socialista y asustarse de los obreros”. (Juan José Hernández
Arregui)
Jorge Enea Spilimbergo en sus
conocidas tesis de 1964 afirma que “la
alianza del proletariado con la pequeña burguesía constituye el fundamento
estratégico de la revolución argentina”. A la misma la llama “Alianza
Plebeya”. En varios momentos de nuestra historia, no muchos, aunque sea muy
brevemente se dio esta alianza plebeya. Durante las primeras gestiones
kirchneristas se avanzó en ese sentido, alianza que comenzó a romperse
trágicamente para el campo nacional en la última gestión explicando, en parte
claro, la derrota electoral (por primera vez en nuestra historia), a manos de
la oligarquía más rancia y revanchista.
En este marco, en las últimas
semanas se avanzó en la senda de la unidad, del restablecimiento de esa alianza
que se puso de manifiesto en la movilización del 7 de marzo que deja como saldo
positivo una de las movilizaciones más grandes desde la vuelta a la democracia,
quizás la más grande, en contra de la restauración neoliberal, y su plan de
miseria planificada. Ahora bien, el final de la movilización con los desafortunados
acontecimientos abre un paréntesis en lo que venimos sosteniendo, y nos lleva a
estas breves reflexiones, que no pretenden ser la verdad, sino un aporte al debate, acerca de varios sectores del
progresismo de clase media, parte del movimiento nacional, y su relación con el
sindicalismo en general y la CGT en partircular.
Primero, y rápidamente, una breve
reflexión sobre los disturbios al final de la movilización, claramente
aprovechados por los medios de comunicación (y sectores interesados por
diversas cuestiones en hacerlo), como representantes de un supuesto análisis
desinteresado aunque bien sabemos largamente que son la “voz de la oligarquía”
revestida en la objetividad periodística, que sabe como el diablo “meter la
cola”, en este caso para horadar la unidad y destruir las chances de dar vuelta
el escenario de regresión de los sectores populares. Una de las plumas de la
oligarquía lo escribe con claridad en su editorial: “a pesar de los errores y del descenso en las últimas encuestas
conocidas, el gobierno de Mauricio Macri puede dormir tranquilo. Durante un
tiempo, al menos. Resumidas en una síntesis tal vez arbitraria, las imágenes de
la marcha cegetista de ayer significan que el peronismo y los gremios están
divididos (y, a veces, peligrosamente enfrentados) hasta para confrontar con
Macri”. (Joaquín Morales Solá. La Nación. 8-3-2017)
En los disturbios del final hubo
varios actores políticos, algunos actuaron a conciencia de lo que hacían, otros
pensamos no, lo cual no le resta gravedad. La violencia contra las
representaciones gremiales de los trabajadores (gusten más o menos), es al
menos desafortunada. La instancia elegida carece de sustento. En nuestra
opinión, el movimiento obrero organizado existen instancias para definir una
medida de fuerza (donde se definió efectivamente), no resulta del todo lógico entonces
que en medio de la manifestación el orador deba decidir por encima de “las
bases” la fecha de paro general, que se convocó claramente pero sin una fecha
determinada, o bien lo defina en torno la representación que está imbuido el
triunvirato, pero como su nombre lo indica son tres y no uno. Incluso entre los
que reclamaban la medida había sujetos no sindicalizados, y pertenecientes a
otra central diferente que la de los oradores. ¿Qué lógica tienen que ellos
decidan por una central a la que no pertenecen?, ¿tiene sentido que los que
estén más adelante en un acto de más de 500 mil personas decidan por el resto?.
Asimismo, en un marco más amplio, se
ataca a la CGT por una supuesta “burocratización”, no obstante lo real es que
esa CGT “burocratizada” si se quiere es la que movilizó 500 mil trabajadores
contra las políticas del macrismo. Había también sectores “sueltos” (un
porcentaje mínimo), pero quien convocó a la movilización fue la CGT
(conjuntamente con la CTA y la CTEP), así que podemos afirmar que esas
centrales son las que movilizaron más allá de las “intenciones” de los denominados
“empoderados” que se “auto-convocaron” (hay algo fuertemente anti-político en
esa idea). Es la CGT conjuntamente con las otras dos también la que logró
arrancar al macrismo las dos medidas más importantes, en un contexto de fuerte
regresión, la ley anti-despidos, aunque vetada con el consabido “costo
político” para el gobierno; y la ley de emergencia social, pronta (sobre todo a
partir de las “nuevas protestas” de la CTEP), a sancionarse, o el gobierno
seguramente deberá pagar otro “costo político” con los más humildes de la
patria. Cabe resaltar que pareciera que son solo las entidades gremiales las
que se pueden burocratizar y no así las ciertas estructuras políticas. Basta
ver cómo funcionan la mayor parte para observar que no es privativo del
movimiento obrero.
Es también desde “las calles” que
comienza a producirse la alianza del movimiento obrero organizado (CGT y CTA,
la primera ya unificada y la segunda prácticamente también), con los
trabajadores de la economía popular nucleados en la CTEP. Un hecho fuertemente
auspicioso, en el que cumple un rol fundamental el Papa Francisco. Pero resulta
que ahora los “periodistas a sueldo”, muchos de dudosísimo curriculum, y ni
siquiera agremiados a sus representaciones sindicales, le tienen que “marcar la
cancha” a los trabajadores y sus organizaciones, algunas con más de ochenta
años de vida y tradición de lucha, como muchos de los sindicalistas que la
componen, instigándolos a hacer paro y/o poner fecha a una movilización. Algo
que raya lo insólito.
Pensamos acá que lo que se
manifiesta es la mirada de la clase media
progresista acerca de los trabajadores, sobre todo organizados. En ese
sentido, afirmamos es la mirada fuertemente elitista de cierto sectores de
clase media en nuestro país (no toda, desde ya, pues sería erróneo pensar que
es en conjunto anti-nacional). A esos sectores le pueden gustar los
trabajadores pero sobre todo en términos abstractos, en la retórica, no el
trabajador de “carne y hueso”. Hacen recordar las palabras de Don Arturo
Jauretche hacia Sarmiento en las cuales decía que amaba la humanidad pero no a
sus compatriotas. Algo similar.
Molesta al parecer que los trabajadores
decidan el destino de la Patria, que puedan tener acceso al poder y definir por
“sus vidas”, ¡horror! Por eso también muchos se sienten más identificados con
los canales de televisión, en alguna manifestación se escuchó ¡cantar a favor
de C5N! (como asimismo “militar” sus “bajadas de línea” y poner como referentes
del campo nacional a los mismos), y sus “periodistas progresistas” que con los
representantes de los trabajadores. Hernández Arregui en torno a los sectores
medios afirma que: “la clase media,
convencida de su independencia, justamente porque carece de ella, se cree
depositaría de valores universales, sin comprender que detrás de ellos están
los intereses particulares de la burguesía. El pequeño-burgués –y el
intelectual no escapa a esta regla– piensa siempre en términos absolutos. Si es
propietario, la ley de congelación de alquileres es la injusticia absoluta, si
es inquilino, la justicia absoluta. Su minúscula situación social le hace
perorar con frases de gigantes”.
Resulta evidente que, a pesar de los
muchos avances en los últimos años en materia de descolonización pedagógica,
poco se avanzó en la conformación de una matriz que piense en términos
nacionales. Como sostiene Ramos en los países dependientes “el atraso histórico no se expresa solamente porque los recursos estén
en manos del extranjero. Se expresan también en la pérdida de la conciencia
aguda del interés nacional”. Lamentables escenas se vivieron cuando algunos
manifestantes, algunos identificados con el movimiento nacional peronista,
tomaron el atril con la insignia de la CGT cual trofeo de guerra, más lamentable
aún que posteriormente otros compañeros festejaran el hecho y decretaran (tal
como lo creyeron los “libertadores” del 55), el fin de la Central obrera.
Esto que decimos queda de manifiesto
por ejemplo cuando un trabajador, precisamente el líder de la CGT le dijo a la
entonces Presidenta que quizás era hora que un trabajador ocupe la Casa Rosada.
Más allá de las especulaciones, hasta hoy el progresismo de clase media
recuerda esa frase con escozor. ¿Cómo puede ser que alguien que se coma las
letras “S” al hablar sea Presidente? Quizás no conscientemente, pero es lo que
cristaliza su accionar. Sí, a
muchos les gusta que gobierne Evo Morales… Que gobierne Bolivia claro. Así y
todo muchos se apresuran a afirmar que ¡por suerte tiene a Álvaro García
Linera, que es el que realmente maneja la cuestión! Perón se manifiesta
claramente al respecto cuando en 1973 se pregunta: “¿por qué razón van a renunciar las organizaciones a tener sus
representantes en los tres poderes del Estado que son realmente los que
gobiernan, dirigen y conducen la Nación? ¿O es que los obreros no tienen
derecho a ser partícipes de esa conducción, que si la hacen los demás ellos
tendrán muy poco que agradecerles? (…) cuando
los obreros hayan renunciado a intervenir en los destinos del país, ese será un
sentimiento suicida para su propia clase y para sus propias organizaciones.”
Es esa clase media progresista que
todavía, ¡todavía!, se sigue quejando de los trece paros de Saúl Ubaldini a
Alfonsín, contra su estrategia de debilitamiento del movimiento obrero y los
inicios de la política neoliberal. Son, ¡Ay, lo peronistas! que no “dejan
gobernar, la barbarie que se cierne sobre la república. El mismo Ubaldini que
había enfrentado a la dictadura, con el paro más rápido en comparación con las
otras dictaduras latinoamericanas, y que le legó el que quizás sea (con temor a
equivocarnos, pues en los últimos años hubo algunos, pero que pensamos no
tuvieron la repercusión necesaria), el último programa al movimiento obrero
revolucionario hasta hoy.
Asimismo el moralismo progresista
hace hincapié en que las elecciones en las organizaciones gremiales no siempre
son del todo transparentes, y hay cargos que se re-eligen una y otra vez a lo largo de los años. Más allá si uno está
o no de acuerdo con esta cuestión, ahora bien, basta observar prácticamente
cualquier institución en nuestro país para observar las mismas prácticas, por
eso llama la atención que solo se observe en este tipo de organizaciones, por
lo cual pensamos que esa crítica está más ligada a lo que venimos diciendo: la
“incomodidad” de los sectores medios en tanto el poder de los trabajadores. Por
poner un ejemplo de los decenas que podríamos, nos preguntamos: ¿o acaso la
elección en organismos científicos es absolutamente transparente y los cargos
se renuevan periódicamente?, ¿por qué no se le exige a estos sectores “amor a
la patria y sus compatriotas” cuando van a utilizar los conocimientos pagados
por todos en el extranjero porque suponen que aquí no se les paga de acuerdo a
lo que estudiaron? Spilimbergo refiere que “el
tema del moralismo en la política argentina es parte de la táctica oligárquica
de dividir el frente del pueblo”.
En el mismo sentido, la relación
dirigente sindical y “sus bases”, es una relación tensa, no carente de
conflictividad. Más allá de esto, resulta poco realista la idea de una escisión
tajante entre las dirigencias y “sus representados”. Resulta difícil que una
dirigencia “odiada” por “sus bases” subsista a lo largo de muchos años. Lo que
no anula el hecho de la existencia de dirigencias sindicales contradictorias. Las
mismas pueden ser mejores o peores, lo que no debiera llevar a un discurso
anti-sindical, sino más bien a la disputa del espacio. El triunvirato puede ser
mejor o peor, pero “putearlo” sin construcción sindical que dispute los
espacios, solo tiene como consecuencia el debilitamiento de la herramienta
fundamental de los trabajadores.
Es claro que la organización a
partir de los sindicatos es la herramienta de lucha fundamental de los
trabajadores, y fortalecerla dentro del movimiento nacional es central para la
emancipación nacional, por eso Hernández Arregui afirma que es “alrededor de los sindicatos donde se centra
la lucha nacional. Una lucha de todo el pueblo contra el coloniaje”. Así lo
que debilita a las representaciones gremiales, más aún sin construcción de
otras que le disputen las mismas, debilita a los trabajadores de cara no solo a
la oligarquía, sino también dentro del movimiento nacional en detrimento de otros
sectores, medios o burgueses por ejemplo. No resulta casual que desde que
comenzó a tomar para sí la historia en octubre del 45, o al menos desde la
intervención de Alberto Patrón Laplacette la intención de la oligarquía haya
sido barrer con el movimiento obrero organizado, al mismo tiempo que con el país
industrial que es parte de lo mismo.
Insistimos en que esta división es
trágica para el movimiento nacional, más allá que gusten más o menos las
representaciones sindicales, es la estrategia de la oligarquía. No “caer” en
ésta resulta fundamental. En el pasado reciente esa ruptura fue funesta para el
campo nacional. Por eso, apuntalar la unidad es central para enfrentar la
brutal política llevada a cabo por la Alianza Cambiemos. Poner por delante los
intereses de la nación y el pueblo es imperativo.
En fin, lo que problematizamos es que hay
una construcción en relación al sujeto del cambio que pondera a la clase media (sobre
todo universitaria), por sobre los trabajadores. No es casual que sean los
sectores medios principalmente los portadores de esta visión, pues con los que
están mayormente penetrados por la colonización pedagógica, son los que
consumen ciertos bienes culturales (muchas veces solo con el afán de “la
distinción”), correas de transmisión de los valores de la oligarquía. Es la
cristalización del civilización y barbarie sarmientino. En esta “soberbia
intelectual” aparece que solo pueden gobernar los “lindos”, universitarios,
“blancos y puros”. Pero por mucha vuelta y explicación teórica (y con ejemplos
prácticos) que se quiera dar el sujeto de la transformación del movimiento
nacional en general y el peronismo en particular es el pueblo trabajador
organizado, es el que produce la riqueza y el que tiene que definir los
destinos de la nación. Por eso Perón afirma en el año 74 que “en la comunidad a que aspiramos, la
organización de los trabajadores es una condición imprescindible para la
solución auténtica de los problemas argentinos”.
Publicado originalmente en Revista Zoom Marzo 2017
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