La unión hace la fuerza. Acerca de las sociedades de Unión Americana. Por Juan Godoy*


            Mientras el gobierno oligárquico de la Alianza Cambiemos continúa destruyendo los lazos formales e informales en materia de unidad de los países de Nuestra América en los cuales se había avanzado los últimos años, como por ejemplo entre los primeros la UNASUR prácticamente inactiva, o bien la ruptura del MERCOSUR con el impedimento de la asunción de Venezuela (como establecía la institucionalidad), de la presidencia del organismo, etc.; y entre los segundos, por citar un caso: la criminalización de los migrantes de países del Cono Sur. No es novedad que la oligarquía estreche lazos con los países centrales, y los rompa con los que tiene afinidad histórica, económica, social y cultural. La oligarquía no tiene conciencia nacional, menos aún latinoamericana, sino más bien es la “pata interna” del accionar del imperialismo en nuestros países.
Buscamos en estas líneas rescatar, entre los numerosos casos, un proyecto de afirmar vínculos más cercanos que apunta a restablecer la totalidad destruida por la política balcanizadora, principalmente de Gran Bretaña luego del proceso de emancipación de nuestro continente. Se trata del proyecto de las décadas del 60/70 (del siglo XIX), de las llamadas Sociedades Americanas. Allí se demuestra, al menos tres cuestiones.
La primera, que Nuestra América tiene las características de una Gran Nación, proyecto al cual se enfrentó el imperialismo y la oligarquía impidiendo la unidad a partir de la segregación de veinte “patrias chicas”.
En segundo lugar, que la unidad latinoamericana puede (y resulta más adecuado), buscarse “por lo bajo”, ya lo había marcado Juan Perón en el “Modelo Argentino para el Proyecto Nacional” al afirmar que para lograr la unidad de la Patria Grande “lo esencial reside en trabajar con los pueblos y no simplemente con los gobiernos; porque los pueblos están encaminados a una tarea permanente y los gobiernos muchas veces a una administración circunstancial de la coyuntura histórica”. (Perón, 2012: 23)
Por último, como lo enunciamos en el título, se demuestra que la unidad hace la fuerza, y que también somos una nación en tanto ante las contingencias nos defendemos como tal. En relación a esto último bastaría recordar cuando las invasiones inglesas al Río de la Plata, acuden en defensa de la soberanía las regiones que hoy son Perú, Bolivia, Uruguay, etc. También podríamos bien recordar la última guerra por nuestras Malvinas donde la solidaridad latinoamericana fue un gigante. Asimismo cuando la Guerra del Paraguay, y esto se liga fuertemente a la cuestión de las sociedades de Unión Americana, donde Felipe Varela levanta al interior a favor de la hermana Paraguay, o en el Litoral que se festejan las victorias guaraníes.
Vayamos entonces al tema de las Sociedades de Unión Americana. Jorge Abelardo Ramos (1973), afirma que todas las tendencias anti-nacionales se nuclean alrededor de la figura de Bartolomé Mitre y de su tradición ideológica. Por su parte, Eduardo Luis Duhalde, considera que en la década de 1860 hay un conjunto de personalidades que son profundamente anti-mitristas, se oponen al proyecto oligárquico y pro-imperialista del porteño, portando un proyecto ligado a la industrialización y a las provincias del interior. Estos constituyen algo así como una “Generación del 60”, argumenta que “para los hombres del 60, no son los núcleos oligárquicos enquistados en la geografía del país los destinatarios finales de su modelo. Hay una recurrente apelación a una democratización política y económica, a veces genérica y confusa, pero que connota el carácter participativo de los sectores medios y populares, incluyendo las masas empobrecidas del interior”. (Duhalde, 2005: 33) Entre los hombres de esta generación están Guido Spano, Andrade, José y Rafael Hernández, Navarro Viola, Nicolás Calvo, Eduardo Wilde, Aurelio Palacios, etc.
Duhalde aquí retoma el análisis de un trabajo de Fermín Chávez que plantea algo similar, rescatando a muchos de los mismos personajes históricos que realizan escritos mezclados “con la militancia y el contrapunto político de la hora, como que surgía de sus luchas primordiales: o bien contra los segregadores setembrinos del Estado de Buenos Aires, o bien contra las oligarquías de familias, las intervenciones armadas a las provincias, las alianzas espurias, o las votaciones amañadas por los comandantes militares. Y en sentido correlativo, a favor de la unión nacional amenazada, de los derechos civiles de gauchos condenados, de los caudillos populares acosados por ejércitos del genocidio”. (Chávez, 1976: 6-7)
Estos personajes tienen una concepción de la Patria Grande. Es por eso que se ponen del bando paraguayo en la Guerra de la “Triple Infamia”, están con el Uruguay acechado por Brasil, defienden Paysandú con Leandro Gómez, se posicionan en defensa del Chile bombardeado en Valparaíso, asimismo con el Perú también atacado en la Isla de Chinchas, o bien defienden la soberanía mexicana sometida por el colonialismo bajo Maximiliano, etc. Al mismo tiempo critican con dureza a los gobiernos centralistas, con modelos semi-coloniales, dependientes-agroexportadores y pro-imperialistas como el de Mitre en la Argentina.

En ese marco de agresión colonialista en Nuestra América es que se fundan las Sociedades que defienden una conciencia continental llamadas de la Unión Americana (también se fundan bajo otros nombres, como por ejemplo: Sociedad Bilbao). Bajo el impulso de las mismas se crean numerosos periódicos (muchos clausurados), para combatir desde allí las políticas colonialistas y entreguistas. Luchan como latinoamericanos, ya que por ejemplo se oponen al mitrismo en nuestro país los uruguayos Aurelio Palacios (padre de Alfredo), Laurindo Lapuente, Juan José soto, o chilenos como Francisco y Manuel Bilbao, por mencionar algunos casos. Al mismo tiempo también producen una de las primeras reivindicaciones en nuestro país de Simón Bolívar, al que el “Padre de la Historia” procuró destruir historiográficamente oponiéndolo a la figura de San Martín.
En 1856 se produce la agresión norteamericana a Nicaragua, a  partir de allí resurge la idea enterrada (más allá de algunos planteos), por mucho tiempo con Bolívar en Santa Marta de convocar a un Congreso por la Patria Grande. La cuestión es que al año siguiente William Walker es derrotado, la idea del congreso queda entonces para más adelante. Es con el ataque a Santo Domingo y después a México (recordemos que en 1864 Maximiliano I es proclamado Emperador de México, y es combatido por Benito Juárez), donde vuelve la idea de realizar un Congreso por la Unidad Latinoamericana contra las potencias extranjeras. El llamado al Congreso era motivado por “la demostración imperiosa en que se hallan todos los Estados Hispano-Americanos, de celebrar su Congreso General, necesidad fundada en sus respectivas situaciones actuales, tanto con relación a las potencias europeas, cuanto con la relación recíproca en que se encuentran los unos respecto de los otros (…) La revolución americana verdadero exordio de la revolución social e industrial de que se rata, apenas hizo otra cosa que echar abajo un viejo edificio gótico. Resta pues ahora levantar en su lugar el nuevo que debe reemplazarlo”. (Cit. Ortega Peña y Duhalde, 1975: 75)
Hacia 1861 se produce la intervención anglo-franco-española en México, al respecto Norberto Galasso escribe que este avasallamiento de la soberanía mexicana: “ha levantado una ola de indignación al sur del Río Bravo y han aparecido asociaciones en las principales ciudades levantando el estandarte de la “Unión Americana”. Poco después se formaliza un tratado continental dirigido a aunar fuerzas ante las amenazas prepotentes de España, Inglaterra y Estados Unidos”. (Galasso, 2010: 58) Tratado al cual la Argentina, desde 1862 gobernada por el mitrismo, se niega a firmar porque no observa (a pesar de las evidencias empíricas), tal peligro. Más bien, los intereses son contrapuestos.
Cuando se produce el ataque de la escuadra española a la Isla de Chinchas en Perú en 1864 en la Plaza de Retiro hay una manifestación popular de repudio. Asimismo, Navarro Viola participa en un acto de repudio en el teatro Colón (también hacen uso de la palabra Aurelio Palacios y Juan Chassaing), donde expresa: “en América no distingo pueblos, todos somos uno. En la guerra de la Independencia no los distinguieron nuestros padres, para quienes Chile y el Perú fueron siempre cercanías de Buenos Aires, como Salta y Tucumán (…) Sólo la prensa europea de Buenos Aires no ha encontrado bien que nuestro pueblo salga en defensa de la libertad y la soberanía del país hermano”. (Cit. Duhalde, 2005: 87)
De estos dos actos en repudio a la agresión sobre el Perú, se forma primero una comisión bajo la presidencia de José Matías Zapiola, y luego la Sociedad Unión Americana de Buenos Aires. Vale rescatar las palabras de Duhalde quien sostiene que “la Unión Americana de Buenos Aires no fue una mera institución local: se inscribió en un proyecto político de unidad continental, al igual que sus similares de Santiago de Chile, Valparaíso, Lima”. (Ibídem: 93) También se fundan en las ciudades de México, Quito, Cuzco, Arequipa, Potosí, La Serena, Copiapó, San Felipe (Aconcagua), Talca, Ovalle, Quillota, Montevideo, etc. La más importante y que en cierto modo coordinaba a las demás era la de Santiago de Chile [1] (Soler, 1987)
Asimismo, vale resaltar que los fines de las Sociedades de Unión Americana no eran simplemente la oposición a la injerencia extranjera, sino más bien como lo expresa la filial boliviana de Cochabamba en 1863: “no es la guerra de México el principal y único fin de la UNION: hay otro igualmente grande, que es inmediato, permanente y trascendental. Es el gran CONCIERTO AMERICANO para procurar el desarrollo, el progresó, bienestar general, y llenar los altos destinos que Dios ha confiado a América”. (Cit. Ortega Peña y Duhalde, 1975: 76) El mismo año la filial de Sucre asevera que viven no para las “patrias chicas”, sino “para la gran nacionalidad americana en general”. (ibídem) Ricaurte Soler también da cuenta de esta profunda idea de la unidad continental, ya que considera que “es claro que estamos frente a las primeras formulaciones ideológicas, con esperanzas bolivarianas, de unas capas medias que comienzan a desistir desengañadas, tanto del ideario del liberalismo clásico como de sus asideros sociales”. (Soler, 1987: 190)
La Sociedad de Unión Americana de Santiago de Chile establece en su estatuto que “siendo la Unión Americana la paria común de todos los que hubieren nacido en los Estados que la componen, los ciudadanos de los diversos estados gozarán en cada uno de ellos, de los mismos derechos civiles y políticos que los naturales, y a la misma ley de igualdad quedarán sometidos el comercio, la industria y la marina de todos ellos”. (Cit. Duhalde, 2005: 93) Retomando así lo mejor de la tradición sanmartiniana y bolivariana.

El mismo año, en el diario El Pueblo aparece publicado un petitorio de unión a la Sociedad, convocando a los argentinos que quisieran unirse, y afirmando que “los fines que se propone conseguir la Sociedad Unión Americana son los únicos que pueden salvar la América republicana (…) El indiferentismo matará a la República y una política cautelosa la expone al escenario de los pueblos sin librarla de las garras del poder extranjero”. (Cit. Duhalde, 2005: 95) El petitorio que llama a la fraternidad de la Patria Grande y repudia la injerencia extranjera en la misma logra unas 1500 firmas que se comprometen en ese sentido. Alfredo Terzaga considera que para 1860/70 todavía “no estaba consolidado, en el sentimiento de los pueblos americanos, ni en la realidad de sus países, el proceso de cristalización de los nuevos estados, con la fuerza bastante para hacer olvidar la unidad pre-existente, de la cual las viejas “secciones” eran sólo parcialidades regionales. Ello explica la claridad de lenguaje con la que se expidieron los núcleos de la Unión Americana”. (Terzaga, 176: 210)
Al estallido de la “Guerra de la Triple Infamia” (que más que triple es cuádruple en tanto el papel central, aunque los historiadores coloniales lo continúan negando, de Inglaterra en la misma), las Sociedades de Unión Americana se solidarizan con el país atacado por los intereses oligárquico-imperialistas. Cuando se conoce el tratado “secreto”, anota José María Rosa: “una ola de indignación corrió por el continente: quedó claro que el propósito de los vencedores era repartirse los despojos del Paraguay. Desde Chile, Bolivia, Perú y Ecuador se hizo llegar (el 9 de Julio) la protesta por el atropello: se comparaba la conducta de los “aliados” contra Paraguay con los franceses en México, y los españoles en Santo Domingo y el Pacífico”. (Rosa, 1964: 282)
Hoy (afortunadamente), es más conocido que la Guerra del Paraguay, como decíamos, tuvo la repulsa de los pueblos latinoamericanos. Vale mencionar que el pueblo argentino se niega a combatir al hermano pueblo paraguayo, y a favor de los apetitos oligárquico-imperialistas, tan así que “los levantamientos, sublevaciones y resistencias se generalizan y adquieren características sumamente graves para el gobierno nacional. A tal punto que la falta de soldados debe ser suplida con enganchados de Europa”. (Pomer, 2011: 238) En ese marco, el “Quijote de los Andes”: Felipe Varela subleva al interior argentino, y levanta los principios de la Unión Americana, tan así que “en 1866 viaja a Chile y Bolivia a expandir los comités de la Unión Americana”. (Molocznik. En AA.VV., 2012: 10)
Los principios de la Unión Americana aparecen expresados en las proclamas de Felipe Varela, encabezadas en mayúsculas con un “¡VIVA LA UNIÓN AMERICANA!”, y por citar una donde aparece con claridad, vemos que en la del 1º de enero de 1868 desde Potosí afirma: “¡Soldados federales! Nuestro programa es la práctica estricta de la Constitución jurada, el orden común, la paz y la amistad con el Paraguay, y LA UNIÓN CON LAS DEMÁS REPÚBLICAS AMERICANAS”. (Proclama 1-1-1868. Cit. AA.VV. 2012: 56)
Para finalizar tomamos las palabras de Navarro Viola que deja clara expresión de la conciencia de la Patria Grande que impera en las Sociedades de “Unión Americana”, en carta a Benjamín Victorica señala: “ya llegará el tiempo en que la ciudadanía de argentinos nos vendrá chica y aspiremos, con razón, a ser americanos. Americanos de un continente unido por la fe, la cultura, el progreso y un mismo sentimiento de patria. Lo que urge ahora es acaba con los amores aldeanos, con las rencillas de poblado y asomarnos a la grandeza que nos aguarda”. (Cit. Duhalde, 2005: 86)


*Lic. en Sociología (UBA). Mg. en Metodología de la investigación (UNLa)

[1] En la misma participaban Lastarria, Francisco Bilbao, Manuel Recabarren, Benjamín Vicuña Mackena, Domingo Santa María, Pedro Félix Vicuña, Manuel Antonio Matta, Guillermo Matta, y héroes de la independencia como Gregorio de las Heras, Manuel Blanco Encalada. Apoyan en Buenos Aires los “clubes Libertad y Progreso”, en Lima “Defensores de la Independencia Americana”, entre otros. (Soler, 1987) 

Bibliografía

Chávez, Fermín. (1976). La Confederación. Un proyecto nacional olvidado. Buenos Aires: Cuadernos de Crisis.
Duhalde, Eduardo Luis. (2005). Contra Mitre. Los intelectuales y el poder: de Caseros al 80. Buenos Aires: Punto Crítico.
Galasso, Norberto. (2010). Felipe Varela y la lucha por la unión latinoamericana. Buenos Aires: Colihue.
Molocznik, Jara, Espasande, Galasso. (2012). Las proclamas de Felipe Varela. El mitrismo y la “Unión Americana”. Buenos Aires: Colihue.
Ortega Peña, Rodolfo y Duhalde, Eduardo L. (1975). Felipe Varela contra el Imperio Británico. Buenos Aires: Schapire.
Perón, Juan Domingo. (2012). Modelo argentino para el proyecto nacional. Buenos Aires: Fabro.
Pomer, León. (2011). La Guerra del Paraguay. Estado, política y negocios. Buenos Aires: Colihue.
Rosa, José María. (1964). La guerra del Paraguay y las montoneras argentinas. Buenos Aires: Peña Lillo.
Soler, Ricaurte. (1987). Idea y Cuestión nacional latinoamericanas. De la independencia a la emergencia del imperialismo. México: Siglo XXI.
Terzaga, Alfredo. (1976). Historia de Roca. De soldado federal a Presidente de la República. Buenos Aires: Peña Lillo.



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