Mientras el gobierno oligárquico de
la Alianza Cambiemos continúa destruyendo los lazos formales e informales en
materia de unidad de los países de Nuestra América en los cuales se había
avanzado los últimos años, como por ejemplo entre los primeros la UNASUR
prácticamente inactiva, o bien la ruptura del MERCOSUR con el impedimento de la
asunción de Venezuela (como establecía la institucionalidad), de la presidencia
del organismo, etc.; y entre los segundos, por citar un caso: la
criminalización de los migrantes de países del Cono Sur. No es novedad que la
oligarquía estreche lazos con los países centrales, y los rompa con los que
tiene afinidad histórica, económica, social y cultural. La oligarquía no tiene
conciencia nacional, menos aún latinoamericana, sino más bien es la “pata
interna” del accionar del imperialismo en nuestros países.
Buscamos en estas líneas rescatar, entre
los numerosos casos, un proyecto de afirmar vínculos más cercanos que apunta a
restablecer la totalidad destruida por la política balcanizadora,
principalmente de Gran Bretaña luego del proceso de emancipación de nuestro
continente. Se trata del proyecto de las décadas del 60/70 (del siglo XIX), de las
llamadas Sociedades Americanas. Allí se demuestra, al menos tres cuestiones.
La primera, que Nuestra América tiene
las características de una Gran Nación, proyecto al cual se enfrentó el
imperialismo y la oligarquía impidiendo la unidad a partir de la segregación de
veinte “patrias chicas”.
En segundo lugar, que la unidad
latinoamericana puede (y resulta más adecuado), buscarse “por lo bajo”, ya lo
había marcado Juan Perón en el “Modelo Argentino para el Proyecto Nacional” al
afirmar que para lograr la unidad de la Patria Grande “lo esencial reside en trabajar con los pueblos y no simplemente con
los gobiernos; porque los pueblos están encaminados a una tarea permanente y
los gobiernos muchas veces a una administración circunstancial de la coyuntura
histórica”. (Perón, 2012: 23)
Por último, como lo enunciamos en el
título, se demuestra que la unidad hace la fuerza, y que también somos una
nación en tanto ante las contingencias nos defendemos como tal. En relación a
esto último bastaría recordar cuando las invasiones inglesas al Río de la
Plata, acuden en defensa de la soberanía las regiones que hoy son Perú,
Bolivia, Uruguay, etc. También podríamos bien recordar la última guerra por
nuestras Malvinas donde la solidaridad latinoamericana fue un gigante. Asimismo
cuando la Guerra del Paraguay, y esto se liga fuertemente a la cuestión de las
sociedades de Unión Americana, donde Felipe Varela levanta al interior a favor
de la hermana Paraguay, o en el Litoral que se festejan las victorias
guaraníes.
Vayamos entonces al tema de las
Sociedades de Unión Americana. Jorge Abelardo Ramos (1973), afirma que todas
las tendencias anti-nacionales se nuclean alrededor de la figura de Bartolomé Mitre
y de su tradición ideológica. Por su parte, Eduardo Luis Duhalde, considera que
en la década de 1860 hay un conjunto de personalidades que son profundamente anti-mitristas,
se oponen al proyecto oligárquico y pro-imperialista del porteño, portando un
proyecto ligado a la industrialización y a las provincias del interior. Estos
constituyen algo así como una “Generación del 60”, argumenta que “para los hombres del 60, no son los núcleos
oligárquicos enquistados en la geografía del país los destinatarios finales de
su modelo. Hay una recurrente apelación a una democratización política y
económica, a veces genérica y confusa, pero que connota el carácter
participativo de los sectores medios y populares, incluyendo las masas
empobrecidas del interior”. (Duhalde, 2005: 33) Entre los hombres de esta
generación están Guido Spano, Andrade, José y Rafael Hernández, Navarro Viola,
Nicolás Calvo, Eduardo Wilde, Aurelio Palacios, etc.
Duhalde aquí retoma el análisis de un
trabajo de Fermín Chávez que plantea algo similar, rescatando a muchos de los
mismos personajes históricos que realizan escritos mezclados “con la militancia y el contrapunto político
de la hora, como que surgía de sus luchas primordiales: o bien contra los
segregadores setembrinos del Estado de Buenos Aires, o bien contra las
oligarquías de familias, las intervenciones armadas a las provincias, las
alianzas espurias, o las votaciones amañadas por los comandantes militares. Y
en sentido correlativo, a favor de la unión nacional amenazada, de los derechos
civiles de gauchos condenados, de los caudillos populares acosados por ejércitos
del genocidio”. (Chávez, 1976: 6-7)
Estos personajes tienen una concepción
de la Patria Grande. Es por eso que se ponen del bando paraguayo en la Guerra
de la “Triple Infamia”, están con el Uruguay acechado por Brasil, defienden
Paysandú con Leandro Gómez, se posicionan en defensa del Chile bombardeado en
Valparaíso, asimismo con el Perú también atacado en la Isla de Chinchas, o bien
defienden la soberanía mexicana sometida por el colonialismo bajo Maximiliano,
etc. Al mismo tiempo critican con dureza a los gobiernos centralistas, con
modelos semi-coloniales, dependientes-agroexportadores y pro-imperialistas como
el de Mitre en la Argentina.
En ese marco de agresión colonialista en
Nuestra América es que se fundan las Sociedades que defienden una conciencia
continental llamadas de la Unión Americana (también se fundan bajo otros
nombres, como por ejemplo: Sociedad Bilbao). Bajo el impulso de las mismas se
crean numerosos periódicos (muchos clausurados), para combatir desde allí las
políticas colonialistas y entreguistas. Luchan como latinoamericanos, ya que
por ejemplo se oponen al mitrismo en nuestro país los uruguayos Aurelio
Palacios (padre de Alfredo), Laurindo Lapuente, Juan José soto, o chilenos como
Francisco y Manuel Bilbao, por mencionar algunos casos. Al mismo tiempo también
producen una de las primeras reivindicaciones en nuestro país de Simón Bolívar,
al que el “Padre de la Historia” procuró destruir historiográficamente
oponiéndolo a la figura de San Martín.
En 1856 se produce la agresión
norteamericana a Nicaragua, a partir de
allí resurge la idea enterrada (más allá de algunos planteos), por mucho tiempo
con Bolívar en Santa Marta de convocar a un Congreso por la Patria Grande. La
cuestión es que al año siguiente William Walker es derrotado, la idea del
congreso queda entonces para más adelante. Es con el ataque a Santo Domingo y
después a México (recordemos que en 1864 Maximiliano I es proclamado Emperador
de México, y es combatido por Benito Juárez), donde vuelve la idea de realizar
un Congreso por la Unidad Latinoamericana contra las potencias extranjeras. El
llamado al Congreso era motivado por “la
demostración imperiosa en que se hallan todos los Estados Hispano-Americanos,
de celebrar su Congreso General, necesidad fundada en sus respectivas
situaciones actuales, tanto con relación a las potencias europeas, cuanto con
la relación recíproca en que se encuentran los unos respecto de los otros (…)
La revolución americana verdadero exordio de la revolución social e industrial
de que se rata, apenas hizo otra cosa que echar abajo un viejo edificio gótico.
Resta pues ahora levantar en su lugar el nuevo que debe reemplazarlo”. (Cit.
Ortega Peña y Duhalde, 1975: 75)
Hacia 1861 se produce la intervención
anglo-franco-española en México, al respecto Norberto Galasso escribe que este
avasallamiento de la soberanía mexicana: “ha
levantado una ola de indignación al sur del Río Bravo y han aparecido
asociaciones en las principales ciudades levantando el estandarte de la “Unión
Americana”. Poco después se formaliza un tratado continental dirigido a aunar
fuerzas ante las amenazas prepotentes de España, Inglaterra y Estados Unidos”. (Galasso,
2010: 58) Tratado al cual la Argentina, desde 1862 gobernada por el mitrismo,
se niega a firmar porque no observa (a pesar de las evidencias empíricas), tal
peligro. Más bien, los intereses son contrapuestos.
Cuando se produce el ataque de la
escuadra española a la Isla de Chinchas en Perú en 1864 en la Plaza de Retiro
hay una manifestación popular de repudio. Asimismo, Navarro Viola participa en
un acto de repudio en el teatro Colón (también hacen uso de la palabra Aurelio
Palacios y Juan Chassaing), donde expresa: “en
América no distingo pueblos, todos somos uno. En la guerra de la Independencia
no los distinguieron nuestros padres, para quienes Chile y el Perú fueron
siempre cercanías de Buenos Aires, como Salta y Tucumán (…) Sólo la prensa
europea de Buenos Aires no ha encontrado bien que nuestro pueblo salga en
defensa de la libertad y la soberanía del país hermano”. (Cit. Duhalde,
2005: 87)
De estos dos actos en repudio a la
agresión sobre el Perú, se forma primero una comisión bajo la presidencia de
José Matías Zapiola, y luego la Sociedad Unión Americana de Buenos Aires. Vale
rescatar las palabras de Duhalde quien sostiene que “la Unión Americana de Buenos Aires no fue una mera institución local:
se inscribió en un proyecto político de unidad continental, al igual que sus
similares de Santiago de Chile, Valparaíso, Lima”. (Ibídem: 93) También se fundan en las ciudades de México, Quito,
Cuzco, Arequipa, Potosí, La Serena, Copiapó, San Felipe (Aconcagua), Talca,
Ovalle, Quillota, Montevideo, etc. La más importante y que en cierto modo
coordinaba a las demás era la de Santiago de Chile [1] (Soler, 1987)
Asimismo, vale resaltar que los fines de
las Sociedades de Unión Americana no eran simplemente la oposición a la
injerencia extranjera, sino más bien como lo expresa la filial boliviana de
Cochabamba en 1863: “no es la guerra de
México el principal y único fin de la UNION: hay otro igualmente grande, que es
inmediato, permanente y trascendental. Es el gran CONCIERTO AMERICANO para
procurar el desarrollo, el progresó, bienestar general, y llenar los altos
destinos que Dios ha confiado a América”. (Cit. Ortega Peña y Duhalde,
1975: 76) El mismo año la filial de Sucre asevera que viven no para las
“patrias chicas”, sino “para la gran
nacionalidad americana en general”. (ibídem)
Ricaurte Soler también da cuenta de esta profunda idea de la unidad
continental, ya que considera que “es
claro que estamos frente a las primeras formulaciones ideológicas, con
esperanzas bolivarianas, de unas capas medias que comienzan a desistir
desengañadas, tanto del ideario del liberalismo clásico como de sus asideros
sociales”. (Soler, 1987: 190)
La Sociedad de Unión Americana de
Santiago de Chile establece en su estatuto que “siendo la Unión Americana la paria común de todos los que hubieren
nacido en los Estados que la componen, los ciudadanos de los diversos estados
gozarán en cada uno de ellos, de los mismos derechos civiles y políticos que
los naturales, y a la misma ley de igualdad quedarán sometidos el comercio, la
industria y la marina de todos ellos”. (Cit. Duhalde, 2005: 93) Retomando
así lo mejor de la tradición sanmartiniana y bolivariana.
El mismo año, en el diario El Pueblo aparece publicado un petitorio
de unión a la Sociedad, convocando a los argentinos que quisieran unirse, y
afirmando que “los fines que se propone
conseguir la Sociedad Unión Americana son los únicos que pueden salvar la
América republicana (…) El indiferentismo matará a la República y una política
cautelosa la expone al escenario de los pueblos sin librarla de las garras del
poder extranjero”. (Cit. Duhalde, 2005: 95) El petitorio que llama a la
fraternidad de la Patria Grande y repudia la injerencia extranjera en la misma
logra unas 1500 firmas que se comprometen en ese sentido. Alfredo Terzaga
considera que para 1860/70 todavía “no
estaba consolidado, en el sentimiento de los pueblos americanos, ni en la
realidad de sus países, el proceso de cristalización de los nuevos estados, con
la fuerza bastante para hacer olvidar la unidad pre-existente, de la cual las
viejas “secciones” eran sólo parcialidades regionales. Ello explica la claridad
de lenguaje con la que se expidieron los núcleos de la Unión Americana”. (Terzaga,
176: 210)
Al estallido de la “Guerra de la Triple
Infamia” (que más que triple es cuádruple en tanto el papel central, aunque los
historiadores coloniales lo continúan negando, de Inglaterra en la misma), las
Sociedades de Unión Americana se solidarizan con el país atacado por los
intereses oligárquico-imperialistas. Cuando se conoce el tratado “secreto”,
anota José María Rosa: “una ola de
indignación corrió por el continente: quedó claro que el propósito de los
vencedores era repartirse los despojos del Paraguay. Desde Chile, Bolivia, Perú
y Ecuador se hizo llegar (el 9 de Julio) la protesta por el atropello: se
comparaba la conducta de los “aliados” contra Paraguay con los franceses en México,
y los españoles en Santo Domingo y el Pacífico”. (Rosa, 1964: 282)
Hoy (afortunadamente), es más conocido
que la Guerra del Paraguay, como decíamos, tuvo la repulsa de los pueblos
latinoamericanos. Vale mencionar que el pueblo argentino se niega a combatir al
hermano pueblo paraguayo, y a favor de los apetitos oligárquico-imperialistas,
tan así que “los levantamientos,
sublevaciones y resistencias se generalizan y adquieren características
sumamente graves para el gobierno nacional. A tal punto que la falta de soldados
debe ser suplida con enganchados de Europa”. (Pomer, 2011: 238) En ese
marco, el “Quijote de los Andes”: Felipe Varela subleva al interior argentino,
y levanta los principios de la Unión Americana, tan así que “en 1866 viaja a Chile y Bolivia a expandir
los comités de la Unión Americana”. (Molocznik. En AA.VV., 2012: 10)
Los principios de la Unión Americana
aparecen expresados en las proclamas de Felipe Varela, encabezadas en
mayúsculas con un “¡VIVA LA UNIÓN
AMERICANA!”, y por citar una donde aparece con claridad, vemos que en la
del 1º de enero de 1868 desde Potosí afirma: “¡Soldados federales! Nuestro programa es la práctica estricta de la
Constitución jurada, el orden común, la paz y la amistad con el Paraguay, y LA
UNIÓN CON LAS DEMÁS REPÚBLICAS AMERICANAS”. (Proclama 1-1-1868. Cit. AA.VV.
2012: 56)
Para finalizar tomamos las palabras de Navarro
Viola que deja clara expresión de la conciencia de la Patria Grande que impera
en las Sociedades de “Unión Americana”, en carta a Benjamín Victorica señala: “ya llegará el tiempo en que la ciudadanía
de argentinos nos vendrá chica y aspiremos, con razón, a ser americanos.
Americanos de un continente unido por la fe, la cultura, el progreso y un mismo
sentimiento de patria. Lo que urge ahora es acaba con los amores aldeanos, con
las rencillas de poblado y asomarnos a la grandeza que nos aguarda”. (Cit.
Duhalde, 2005: 86)
*Lic. en Sociología
(UBA). Mg. en Metodología de la investigación (UNLa)
[1] En la misma participaban Lastarria, Francisco Bilbao, Manuel Recabarren, Benjamín Vicuña Mackena, Domingo Santa María, Pedro Félix Vicuña, Manuel Antonio Matta, Guillermo Matta, y héroes de la independencia como Gregorio de las Heras, Manuel Blanco Encalada. Apoyan en Buenos Aires los “clubes Libertad y Progreso”, en Lima “Defensores de la Independencia Americana”, entre otros. (Soler, 1987)
Bibliografía
Chávez,
Fermín. (1976). La Confederación. Un
proyecto nacional olvidado. Buenos Aires: Cuadernos de Crisis.
Duhalde,
Eduardo Luis. (2005). Contra Mitre. Los
intelectuales y el poder: de Caseros al 80. Buenos Aires: Punto Crítico.
Galasso,
Norberto. (2010). Felipe Varela y la
lucha por la unión latinoamericana. Buenos Aires: Colihue.
Molocznik,
Jara, Espasande, Galasso. (2012). Las
proclamas de Felipe Varela. El mitrismo y la “Unión Americana”. Buenos
Aires: Colihue.
Ortega
Peña, Rodolfo y Duhalde, Eduardo L. (1975). Felipe
Varela contra el Imperio Británico. Buenos Aires: Schapire.
Perón,
Juan Domingo. (2012). Modelo argentino
para el proyecto nacional. Buenos Aires: Fabro.
Pomer,
León. (2011). La Guerra del Paraguay.
Estado, política y negocios. Buenos Aires: Colihue.
Rosa,
José María. (1964). La guerra del
Paraguay y las montoneras argentinas. Buenos Aires: Peña Lillo.
Soler,
Ricaurte. (1987). Idea y Cuestión
nacional latinoamericanas. De la independencia a la emergencia del
imperialismo. México: Siglo XXI.
Terzaga,
Alfredo. (1976). Historia de Roca. De
soldado federal a Presidente de la República. Buenos Aires: Peña Lillo.
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