“Los
argentinos usamos una expresión, atrevida y pintoresca a la vez, cuando nos
referimos a personas inescrupulosas: "éste es capaz hasta de vender a la
madre"; pero sabemos y sentimos hondamente en el corazón que a la Madre no
se la vende, no se la puede vender... y tampoco a la Madre Patria.Celebramos
doscientos años de camino de una Patria que, en sus deseos y ansias de
hermandad, se proyecta más allá de los límites del país: hacia la Patria
Grande, la que soñaron San Martin y Bolívar Esta realidad nos une en una
familia de horizontes amplios y lealtad de hermanos. Por esa Patria Grande
también rezamos hoy en nuestra celebración: que el Señor la cuide, la haga
fuerte, más hermana y la defienda de todo tipo de colonizaciones”. (Carta de
Papa Francisco por el Bicentenario)
En la
Declaración de la Independencia de España que, vale la aclaración, no hace
referencia a la Argentina sino a las Provincias en Sudamérica, lo que marca su impronta ligada a la Patria Grande,
se indica que nuestro territorio también es libre de “toda dominación
extranjera”. Lamentablemente eso no fue lo que terminó primando, pues el
fracaso del Proyecto de la Patria Grande que le permitiera a nuestra región
encarar un modelo de desarrollo con justicia social, tuvo como corolario la aparición
de una veintena de países que emergen como países dependientes de alguna
potencia en nuestro caso claramente Gran Bretaña.
Ahora esa dominación no es directa sino más
bien indirecta, vía la “ocupación” de la estructura económica de modo de
expoliar las riquezas y paralizar el desarrollo nacional contrario a los
intereses de Gran Bretaña. Raúl Scalabrini Ortiz habla de los dos tipos de
políticas que aplican los británicos con nuestro país: una directa y otra
indirecta. La primera refiere al conjunto de declaraciones, manifestaciones,
documentos (públicos), etc., que indican la cooperación conjunta de ambos
países para el bienestar general del pueblo argentino y su nación soberana. Una
ficción. Mientras la segunda, lo que se esconde detrás del velo, es la política
que pretende a través de la penetración económica dominar nuestro país
manteniéndolo en el primitivismo agropecuario. América del Sur como la Granja
abastecedora del desarrollo industrial de las potencias, y en ese marco la
Argentina productora de materias primas, y consumidora del excedente de la
producción británica que arruina la propia.
Esa política, con sus “idas y vueltas” fue la
que se aplicó en nuestro país (con excepciones claro como por ejemplo el caso
de Juan Manuel de Rosas), hasta octubre del 45 cuando el subsuelo de la Patria
se subleva y emerge el segundo movimiento nacional del siglo XX: el peronismo.
Perón sigue la máxima de la Declaración de nuestra independencia, esa idea que
enunciamos al principio “libre de toda dominación extranjera”, y procura que
nuestro país avance en una “nueva emancipación” a partir de la nacionalización de
la estructura productiva, y el impulso del desarrollo industrial a partir de la
captación de la Renta Agraria Diferencial que antes solo disfrutaba la
oligarquía en viajes, lujos y placeres.
En fin el desarrollo de una Revolución Nacional. La Argentina comienza a dejar
atrás la dominación semi-colonial de parte de Gran Bretaña, y se ponía en
guardia rechazando la Norteamericana, por ejemplo negándose a ingresar al Banco
Mundial y FMI.
Como sabemos, esa Revolución Nacional queda
inconclusa, bombardeos de la población civil mediantes, con el golpe de
septiembre del 55. Allí comienza la Argentina a vertebrar su camino a la
dominación semi-colonial, ahora principalmente por parte de los Estados Unidos,
así salvo el interregno de la vuelta de Perón, su continuación con el proceso
de emancipación nacional, y el último periodo de gobiernos nacionales-populares
que se corre en cierta medida de la égida del imperialismo (el rechazo al ALCA es
la manifestación más clara y contundente), fue ese el camino que siguió nuestro
país profundizado a partir de la última dictadura cívico-militar genocida, y el
modelo neoliberal de los años 90.
Los argentinos entonces podemos decir vivimos
una ficción, la que somos un país
plenamente independiente cuando la realidad es la contraria. Gran parte de
nuestra riqueza, dada la estructura económica dependiente (sobre la que hace al
menos 40 años poco se ha avanzado en el sentido del rompimiento), drena al extranjero.
Un país rico en que gran pate de su población vive en la miseria, y presenta un
aparato productivo atrasado. Asimismo, gran parte también de las decisiones se
toman fuera de nuestras fronteras, y/o dentro de las mismas pero no según el
interés nacional, sino más bien el de las potencias que nos dominan. Jauretche
remarca la idea que sobre la estructura dependiente se monta una
superestructura cultural de colonización pedagógica que procura hacer invisible
esta situación semi-colonial.
De diciembre pasado a esta parte, el “cambio”
viene profundizando a paso acelerado esta dependencia. Retrotraer la Argentina
a (al menos), 1910 parece ser el proyecto que ganó las últimas elecciones por
escaso margen. Sin que el último proyecto nacional-popular haya emprendido una
revolución, la oligarquía sí está llevando a cabo una contrarrevolución con un revanchismo
de clase muy fuerte. Vale la aclaración en este punto sobre la no
“alternancia democrática” entre dos proyectos nacionales en los países
semi-coloniales como el nuestro, pues no existen dos proyectos nacionales, sino
uno nacional y otro colonial. En nuestros países, con una cuestión nacional a
resolver, tenemos claramente un sector político que “juega” para el interés
extranjero.
El gobierno de
la Alianza Cambiemos es la manifestación más clara y descarada de esa realidad.
Basta ver los ministerios ocupados directamente por los gerentes de las
empresas imperialistas que la única intención que abrigan es saquear la riqueza
que generamos diariamente los que habitamos el territorio patrio. Nos interesa
aquí recorrer algunas de las ideas del actual Presidente y del gobierno en
relación a nuestra independencia y dependencia como demostración de lo
enunciado.
El desparpajo
del Presidente, y el desconocimiento de nuestra historia se manifiesta al
recordar que siendo Jefe de Gobierno en conmemoración del 9 de julio, arrancó
la respuesta a un periodista diciendo:
“siendo el día de la bandera…”. Pero uno podría decir que fue una
equivocación, y que era temprano, así que indaguemos un “poco más” en su
relación con la soberanía nacional.
En un reportaje
reciente con el Diario de los Mitre en su último viaje a Europa se explayó sobre
la cuestión del desarrollo, y la relación con los países centrales: “El planteo claramente es: ellos tienen
serias ventajas en todo lo que es el aparato industrial, fabricación de bienes
y servicios. Nosotros tenemos ventajas en el sector agrícola (…) Eso es lo que
naturalmente cada región tiene como fortaleza, después en cada lugar se ve
sector por sector. En líneas generales es lo que se ve como ventaja comparativa
de una región y la otra”. Es decir, claramente la “vieja teoría” de las
ventajas comparativas que estalló en mil pedazos con la crisis del 30, y que
ningún economista de línea nacional de un país dependiente puede tomar en
cuenta.
Es más ya la
había enjuiciado y desestimado Carlos Pellegrini en el contexto de la crisis
internacional y de los posteriores debates parlamentarios por los aranceles
aduaneros en 1876 durante el gobierno de Avellaneda: “El libre cambio mata a la industria naciente. Los que han defendido
ciegamente teorías sostenidas en otras partes no se han apercibido que apoyaban
intereses contrarios a los suyos. Cuando esta cuestión se discutía en el
Parlamento inglés, uno de los ilustrados defensores del libre cambio decía que
él quería hacer de la Inglaterra la fábrica del mundo y de la América, la
granja de la Inglaterra. Y decía una gran verdad, que en gran parte se ha
realizado porque en efecto nosotros somos y seremos por mucho tiempo, si no
ponemos remedio al mal, la granja de las grandes naciones manufactureras (...)
Yo pregunto, Sr. Presidente, ¿qué produce hoy la provincia de Buenos Aires, la
primera provincia de la República? Triste es decirlo. Sólo produce pasto y toda
su riqueza está pendiente de las nubes. El año que ellas nieguen riego a
nuestros campos, toda nuestra riqueza habrá desaparecido. Es necesario que en
la República se trabaje y se produzca algo más que pasto".
A esto se le
suma un modelo claramente delineado sobre la valorización financiera y el híper-endeudamiento.
Se calcula en estos seis meses unos 30 mil millones de dólares se ha
incrementado la deuda a partir del pacto de
sumisión con los “fondos buitres”. En ese sentido también se expresó la
vicepresidenta: “Vamos hacia un país
agroexportador y de servicios, basta de industria”. Recordemos la sentencia
de Hernández Arregui: “o nación o
factoría”.
El giro en la
política internacional que procura la incorporación de nuestro país a la Alianza
del Pacífico, que implica desenterrar al ALCA que se creía enterrado en las
costas de Mar del Plata, una alternativa de libre comercio, la adopción de las
políticas neoliberales diseñadas en el Norte, el deterioro de la soberanía
nacional, y un retroceso significativo de las condiciones de vida de nuestro
pueblo. Sumado a esto la regresión de los gobiernos en mayor o menor medida
nacional-populares en América Latina y la posibilidad concreta de la
instalación de dos bases norteamericanas en nuestro territorio (Misiones y
Tierra del Fuego), muestran a las claras que el “fantasma de Kissinger” merodea
por nuestro continente y está ávido de enterrar por muchos años la posibilidad
de un proyecto nacional y popular.
Si hay una causa
nacional que cala hondo en el sentimiento del pueblo argentino, el 82 es una
manifestación de ese sentimiento más allá de los “desmalvinizadores”, es la
causa por la soberanía en nuestras Islas Malvinas. Al mismo tiempo es
demostración de la ocupación colonial directa por parte de Gran Bretaña, y cómo
los reductos oligárquicos no comparten esa identidad nacional, sino que como
enseñó Hernández Arregui la identidad de la oligarquía es la del imperialismo
que justamente disuelve la comunidad nacional, es decir es diametralmente
opuesta. La oligarquía siempre se mira, a partir del esquema civilización y barbarie en el espejo del
colonizador, añora ser europea, británica o norteamericana. Es por ello que se entiende que el actual
representante de los intereses foráneos a cargo de la Presidencia haya
manifestado, de vacaciones (situación en la que suele estar seguido) en Punta
del Este, con respecto a las Malvinas: “la
verdad es que los temas de las soberanías con un país tan grande como el que
tenemos nunca los entiendo mucho. Nosotros no tenemos un problema como los
israelíes, que tienen problema de espacio. Acá lo nuestro es casi un amor
propio. Es más, creo que las Islas Malvinas serían un fuerte déficit adicional
para la Argentina. Tengo entendido que al Tesoro de Inglaterra le cuesta
bastante plata por año”. El “mal que aqueja a la Argentina es la extensión”
había dicho el “Padre del Aula” para procurar hacer “Europa en América”.
Más claramente
aparece nuestra situación semi-colonial, cuando el “viejo país”, ese pasado que
vuelve festeja en la Embajada Norteamericana la independencia del país del
norte que cumplió con la advertencia de Bolívar y plagó de miseria a Nuestra
América. Prácticamente una reunión de Gabinete ampliada a los miembros de las
corporaciones mediáticas y la justicia. Casi el “blanqueo” del entramado de
alianzas que nos gobierna hoy (quizás, no sabemos si estaban, faltaban los
servicios de inteligencia)
Conmemorar hoy
el 9 de julio entendemos significa recordar a los hombre y mujeres que dieron
su vida a lo largo de estos doscientos años para que seamos un país plenamente
soberano, libre de toda dominación extranjera adopte la forma que adopte. Al
tiempo que tener presente que estos procesos de emancipación fueron
continentales, de la Patria Grande, y por la justicia social. La política de
estos patriotas es una impugnación al proyecto de sumisión neocolonial de
Cambiemos. Por eso, este acto de rememoración no debe quedarse en el
inmovilismo, sino debe movilizar los espíritus. Como decía el “Pepe” Rosa poner
las pasiones del pasado al servicio de las presentes. Reconstruir el Frente
Nacional de liberación contra la política oligárquica-imperialista es
imperativo. La historia es rectora y sirve en tanto nos pueda orientar en la
conformación de una política nacional. En este sentido Ernesto Palacio sentencia:
“la historia ha de ser viviente,
estimulante, ejemplificadora, o no servirá para nada”, y en todos los
rincones de la Patria empieza a emerger el grito que corroe los cimientos de la
dependencia: “PATRIA SÍ, COLONIA NO”.
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